jueves, 6 de marzo de 2014

RAPTADAS Y VIOLADAS

Cautiva
El rapto de mujeres fue una práctica habitual de los pueblos primitivos, gracias a la cual se establecían parejas libres de los riesgos genéticos de un parentesco demasiado próximo. Si alguien decidía buscar pareja en el interior de la pequeña comunidad en la que había nacido, lo más probable era que terminara casándose con quien debía ser su pariente cercano, situación que no tardó en advertirse como un riesgo de taras genéticas en la descendencia. Lejos de ser considerada una situación violenta que desafiara el orden establecido, el rapto era una actividad que la comunidad aprobaba, para que las parejas no incurrieran en incesto. Si el matrimonio ha sido entendido como una institución necesaria para la supervivencia de la comunidad, el rapto indica la presencia del deseo sexual como una de sus motivaciones más intensas. En la mitología griega, Zeus, el padre de los dioses, rapta a quien luego se convierte en su esposa, la diosa Hera, pero también a la ninfa Europa, bajo la forma de un toro, como seduce a Antíope adoptando la apariencia de un sátiro. Para raptar al joven pastor Ganímedes, Zeus adquiere la apariencia de un águila capaz de llevar a su presa al cielo. Antes, Poseidón, rey del océano, había raptado al joven Pélope con parecidos propósitos.
Dafne y Zeus
Si Zeus no tiene necesidad de raptar a Danae, es porque la engaña presentándose como una lluvia de monedas de oro, que la convencen de recibirlo entre sus piernas. Para Plutarco, los raptos de los dioses griegos no hubieran sido posibles sin la aprobación de las víctimas. De hecho, en Esparta el rapto era prescrito por el ceremonial de las bodas. El simulacro incluía cargar con la novia en brazos, una costumbre que persiste en muchos países de Occidente para los recién casados, aunque se encuentre desprovista del significado original: el hombre alza a la mujer y cruza con ella el umbral simbólico que separa la soltería de la vida en pareja. En el mundo antiguo, esto iba acompañado por gritos y gestos de resistencia de la mujer. Hades, el dios del inframundo, rapta a la ninfa Perséfone, con el consentimiento de Zeus. Esta es una imagen bastante oscura del matrimonio. La mujer abandona el ámbito familiar para entregarse a una incertidumbre que teme, porque le resulta imposible prever las consecuencias. Al entregarse al novio (al quedar sometida a él) se libra de la seguridad o las cargas que puede haber sufrido en el seno de su familia, pero no por ello se independiza. Apenas queda bajo las reglas que impone su pareja. Las amazonas eran guerreras que raptaban a hombres en sus correrías, los utilizaban como sementales y luego los mataban, mutilaban o reducían a la esclavitud. El rapto instalaba una lógica del poder que la relación posterior no podía perturbar. El raptor (la raptora) no entregaba el mando. La pareja que se establecía, por legalizada que estuviera posteriormente, no alteraba la desigualdad inicial. Hay raptos que tienen consecuencias funestas. Cuando Layo se enamora de Crísipo, joven príncipe que le ha sido confiado por su padre para que lo eduque, él lo rapta y a continuación lo viola, causando el suicidio del adolescente y el enojo de los dioses, que deciden maldecirlo. Si Layo se casara y tuviera hijos, ellos habrían de matarlo. A pesar de las precauciones que toma Layo con su pareja, Yocasta, para evitar cualquier contacto sexual, durante una borrachera a la que es inducido por la mujer, engendra a Edipo, personaje cuya historia funesta se completa una generación más tarde, cuando todos los miembros de la familia han muerto. Teseo rapta a la amazona Antíope, que pare un hijo, Hipólito, quien al crecer despierta el deseo de Fedra, la esposa de su padre, una situación que de nuevo acarrea la muerte de todos los involucrados. De la captura de Helena por Paris, un troyano que no toma en cuenta su condición de mujer casada con Menéalo, surgen las hostilidades que se prolongan durante la interminable Guerra de Troya. La posibilidad de que se tratara de un rapto (por lo que suele representárselos como un hombre que sujeta a la mujer por la muñeca), y no de un acuerdo entre los amantes, permite que el honor de Helena quede a salvo, a pesar de los muchos años que ha convivido con Paris, y que regrese a su marido tras la derrota de los troyanos.
Rubens: Rapto de las sabinas
En los orígenes de Roma, Rómulo, fundador mítico de la ciudad, que inicialmente solo contaba con pobladores masculinos, decidió conseguir mujeres mediante el rapto sistematizado de aquellas provenientes de los pueblos vecinos. Para eso organizó una fiesta en honor del dios Neptuno. En medio de las libaciones, los hombres de Rómulo mataron a los vecinos y secuestran a las mujeres que los habían acompañado. Cuando los padres y maridos que habían sobrevivido intentaron rescatarlas, ellas detuvieron la guerra que parecía inevitable, informándoles que no estaban dispuestas a incrementar el número de las huérfanas o viudas, según cuenta Tito Livio. Por lo tanto, validaron la violencia y pasaron desde ese momento a comportarse como fieles esposas de quienes habían sido sus agresores.
Las unas se arrancan los cabellos, las otras pierden el sentido, éstas guardan un sombrío silencio, aquéllas llaman a sus madres, quiénes se lamentan, quiénes quedan embargadas de estupor, algunas permanecen inmóviles y no pocas se dan a la fuga. Las doncellas robadas, presa ofrecida al dios Genio, desaparecen de allí y el temor multiplicó en muchas los naturales encantos. Si alguna se resiste tenaz a seguir al raptor, éste la coge en brazos, y estrechándola contra el ávido seno, la consuela con tales palabras: ¿Por qué enturbias con el llanto tus lindos ojos? Aquello que tu padre es para tu madre, eso seré yo para ti. (Ovidio: El Arte de Amar)
Grandes pintores de distintas épocas, como Poussin, David y Picasso, escultores como Juan de Bolonia, han representado el instante en que la fiesta de los romanos se convierte en rapto y asesinato. Es una imagen de violencia sin freno que se repite a través del tiempo y no resulta repulsiva para los observadores, porque combina la representación de raptores viriles, de fuertes músculos y víctimas semidesnudas, incapaces de hacer nada para torcer su destino. ¿Qué tipo de pareja puede fundarse a partir de una imposición de la fuerza masculina y la negación de que la mujer pueda controlar su vida? Una fantasía sadomasoquista en la que a pesar del engaño y la agresión evidentes del comienzo, conduce a un improbable final feliz.
Picasso: Rapto de las sabinas
Para los romanos, si la mujer que había sido raptada, se consideraba que estaba de acuerdo con el raptor, motivo por el cual el matrimonio era permitido. El Emperador Constantino prohibió ese final feliz tras la violencia, en el siglo IV, y la medida fue reforzada en el siglo VI por Justiniano, que estableció la pena de muerte para los raptores y la confiscación de todos sus bienes, para compensar a la familia ofendida. Los padres de la raptada quedaban autorizados para matar al raptor, si lo sorprendían in fraganti.
 Entre los pueblos germánicos, en cambio, el rapto de mujeres se compensaba con dinero o regalos entregados por el raptor a las familias de las víctimas. Antes del siglo IX de nuestra era, el rapto dejó de ser considerado un impedimento para el matrimonio en Europa. La iglesia católica prefirió considerar válidos aquellos raptos que las víctimas hubieran consentido. Cómo determinar que eso era cierto, gracias a la declaración de una mujer a la que de todos modos le estaba negado regresar al estado previo, o por el testimonio de un hombre a quien no le convenía inculparse, es cosa que cuesta entender.
El rapto de la novia era un procedimiento que permitía acelerar la boda, evitando los onerosos trámites del noviazgo tradicional, que requerían tiempo y capitales considerables. Una vez consumado el rapto, la preocupación de los parientes no era castigar al responsable, sino legalizar la trasgresión, negociar un matrimonio quecalme a la opinión pública.
Malinche y Hernán Cortés
Tradicionalmente, la mujer raptada no podía regresar a su ambiente de origen. Bien o mal, había quedado incorporada al grupo familiar del hombre que había tomado posesión de su cuerpo y su voluntad. Cuando la azteca Malinche fue entregada junto con otras mujeres jóvenes a los invasores españoles que habían llegado a México a comienzos del siglo XVI, no tardó en aprender la lengua de los extranjeros, con el objeto de servir de intérprete a su pareja, Hernán Cortés, con quien compartía la cama y no tardó en convertirse en el más valioso auxiliar de sus actividades militares.
Por contraposición a Guadalupe, que es la Madre virgen, la Chingada es la Madre violada. (…) Es la atroz encarnación de la condición femenina. Si la Chingada es una representación de la madre violada, no me parece forzado asociarla a la conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. (Octavio Paz: El Laberinto de la Soledad)
Ningún sentimiento de lealtad a su pueblo de origen parece haber quedado en pie. Malinche se sometió a las decisiones que tomaba su pareja, una situación que no comprometía ninguna reciprocidad de parte de él. Cuando Cortés la abandonó tras haberse apoderado de México y engendrado un par de hijos mestizos con ella, Malinche encontró a Juan Jaramillo, otro español de menor rango, que la convirtió en su pareja. El modelo suministrado Malinche a las parejas mestizas que se multiplicaron por el continente americano, es uno desigual a más no poder, en el que la mujer demuestra que no podría vivir sin el hombre que la ha elegido, por lo que sacrifica cualquier cosa a la relación, mientras que el hombre utiliza esa entrega incondicional en su exclusivo beneficio.
La llegada de los conquistadores europeos a América, fue acompañado por la liquidación de las estructuras sociales que existían (la familia entre ellas) y el apoderamiento de mujeres nativas, que fueron sometidas a una servidumbre similar en muchos aspectos a la esclavitud y convertidas en parejas ocasionales de esos hombres que habían dejado a las suyas del otro lado del océano.
La historia de esas indígenas raptadas y mantenidas en cautiverio, preñadas y a veces convertidas en compañeras estables, aunque rara vez casadas con ellos, porque las leyes lo prohibían expresamente, no goza del mismo reconocimiento que el opuesto, de las mujeres europeas o criollas, que fueron raptadas por los indígenas.
No había corrido ni cincuenta metros, cuando un indio me agarró de las trenzas y me levantó en el aire y me puso atravesada sobre la cruz del caballo, gritando: “no escapando cristiana… cristiana linda no matando, llevando toldo”. (Tiburcio Escudero: La Cautiva de los ranqueles)
Uno de los personajes recurrentes de la literatura sudamericano del siglo XIX, es la mujer blanca raptada por bandas de indígenas durante algunas de las incursiones (malones) que hacían en un territorio en disputa, poblado recientemente por los europeos y sus descendientes criollos. Esa mujer es apartada del mundo que se considera civilizado y convertida en la esposa (una más) de algún cacique. En el poema La Cautiva de Esteban Echeverría y el Martín Fierro de José Hernández, la mujer blanca huye de los indígenas con quienes se ha visto obligada a convivir, una experiencia que le hace preferir el hambre o la muerte, antes que continuar aceptando ese maltrato (sexual, aunque no se lo detalle).
En las pinturas de Johann Mauritz Rugendas y Ángel della Valle, se asiste a la captura y calvario de una cautiva en la Patagonia. Las obras de arte exponen el temor de los habitantes de las ciudades que no podían sentirse demasiado seguros, porque aún disputaban el territorio que le habían quitado a los habitantes originarios del continente. El rapto horroriza y seduce. El contacto con el salvaje degrada a las mujeres y les promete una experiencia cuya intensidad emocional que parecía inaccesible en el mundo civilizado.
La sociedad criolla, relacionando con el poder colonial, que suministraba empleos, contactos y oportunidades de progreso económico, pero sin los mismos derechos que disfrutaban aquellos que habían nacido en Europa, fue definiéndose a partir de los descendientes de esas relaciones originadas en un acto de violencia.
El tema de la cautiva tiende a distraer del rapto y la violación de mujeres indígenas por los conquistadores primero y por sus descendientes criollos después. Tanto en el arte como en realidad, las mujeres de la cultura patriarcal, eran robadas a las familias donde nacieron, para ser incorporadas a las familias de los novios. Que hubiera violencia real o simulada en el establecimiento de una pareja humana, no es un dato casual, ni accesorio. Formaba parte de un ritual que se respetó durante miles de años y solo ha tendido a debilitarse y desaparecer con la modernidad.


A pesar de las noticias desalentadoras que la prensa trae todos los días, surge también la resistencia colectiva a los viejos esquemas mentales. Cuando un político chileno cuenta, durante un acto partidario, una “ocurrencia” que acabarían de contarle, obtiene las risas de los participantes y el aplauso que busca para poner fin a su discurso, pero también una inmediata lluvia de repudio desde las redes sociales. Su planteo (absolutamente inocente, según él) es que todas las mujeres se tiendan en el suelo y se porten bien, mientras que los hombres se tiren sobre ellas y se porten mal.
No se trata ni siquiera de un chiste, un juego de palabras, sino de establecer una imagen de desiguales roles de poder y sumisión que la opinión pública ha definido como políticamente incorrectos no hace mucho. Ahora, el chascarrillo habitual de vestuarios masculinos o reuniones de amigos, pasa a ser conocido y condenado por una audiencia mucho mayor y muy activa, que se encarga de formar opinión entre los indecisos. La práctica tolerada y hasta fomentada en el pasado por las tribunas más autorizadas, queda al descubierto y los responsables deben pedir disculpas. ¿Es el signo de un cambio de época o tan solo la evidencia de que el tema pasa a ser discutido, mientras la violencia continúa, tomando precauciones para no ser descubierta?
 

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