Cautiva |
Dafne y Zeus |
Rubens: Rapto de las sabinas |
Las unas se arrancan los cabellos, las otras pierden el sentido, éstas guardan un sombrío silencio, aquéllas llaman a sus madres, quiénes se lamentan, quiénes quedan embargadas de estupor, algunas permanecen inmóviles y no pocas se dan a la fuga. Las doncellas robadas, presa ofrecida al dios Genio, desaparecen de allí y el temor multiplicó en muchas los naturales encantos. Si alguna se resiste tenaz a seguir al raptor, éste la coge en brazos, y estrechándola contra el ávido seno, la consuela con tales palabras: ¿Por qué enturbias con el llanto tus lindos ojos? Aquello que tu padre es para tu madre, eso seré yo para ti. (Ovidio: El Arte de Amar)Grandes pintores de distintas épocas, como Poussin, David y Picasso, escultores como Juan de Bolonia, han representado el instante en que la fiesta de los romanos se convierte en rapto y asesinato. Es una imagen de violencia sin freno que se repite a través del tiempo y no resulta repulsiva para los observadores, porque combina la representación de raptores viriles, de fuertes músculos y víctimas semidesnudas, incapaces de hacer nada para torcer su destino. ¿Qué tipo de pareja puede fundarse a partir de una imposición de la fuerza masculina y la negación de que la mujer pueda controlar su vida? Una fantasía sadomasoquista en la que a pesar del engaño y la agresión evidentes del comienzo, conduce a un improbable final feliz.
Picasso: Rapto de las sabinas |
Entre los pueblos germánicos, en cambio, el rapto de mujeres se compensaba con dinero o regalos entregados por el raptor a las familias de las víctimas. Antes del siglo IX de nuestra era, el rapto dejó de ser considerado un impedimento para el matrimonio en Europa. La iglesia católica prefirió considerar válidos aquellos raptos que las víctimas hubieran consentido. Cómo determinar que eso era cierto, gracias a la declaración de una mujer a la que de todos modos le estaba negado regresar al estado previo, o por el testimonio de un hombre a quien no le convenía inculparse, es cosa que cuesta entender.
El rapto de la novia era un procedimiento que permitía acelerar la boda, evitando los onerosos trámites del noviazgo tradicional, que requerían tiempo y capitales considerables. Una vez consumado el rapto, la preocupación de los parientes no era castigar al responsable, sino legalizar la trasgresión, negociar un matrimonio quecalme a la opinión pública.
Malinche y Hernán Cortés |
Por contraposición a Guadalupe, que es la Madre virgen, la Chingada es la Madre violada. (…) Es la atroz encarnación de la condición femenina. Si la Chingada es una representación de la madre violada, no me parece forzado asociarla a la conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. (Octavio Paz: El Laberinto de la Soledad)Ningún sentimiento de lealtad a su pueblo de origen parece haber quedado en pie. Malinche se sometió a las decisiones que tomaba su pareja, una situación que no comprometía ninguna reciprocidad de parte de él. Cuando Cortés la abandonó tras haberse apoderado de México y engendrado un par de hijos mestizos con ella, Malinche encontró a Juan Jaramillo, otro español de menor rango, que la convirtió en su pareja. El modelo suministrado Malinche a las parejas mestizas que se multiplicaron por el continente americano, es uno desigual a más no poder, en el que la mujer demuestra que no podría vivir sin el hombre que la ha elegido, por lo que sacrifica cualquier cosa a la relación, mientras que el hombre utiliza esa entrega incondicional en su exclusivo beneficio.
La llegada de los conquistadores europeos a América, fue acompañado por la liquidación de las estructuras sociales que existían (la familia entre ellas) y el apoderamiento de mujeres nativas, que fueron sometidas a una servidumbre similar en muchos aspectos a la esclavitud y convertidas en parejas ocasionales de esos hombres que habían dejado a las suyas del otro lado del océano.
La historia de esas indígenas raptadas y mantenidas en cautiverio, preñadas y a veces convertidas en compañeras estables, aunque rara vez casadas con ellos, porque las leyes lo prohibían expresamente, no goza del mismo reconocimiento que el opuesto, de las mujeres europeas o criollas, que fueron raptadas por los indígenas.
No había corrido ni cincuenta metros, cuando un indio me agarró de las trenzas y me levantó en el aire y me puso atravesada sobre la cruz del caballo, gritando: “no escapando cristiana… cristiana linda no matando, llevando toldo”. (Tiburcio Escudero: La Cautiva de los ranqueles)Uno de los personajes recurrentes de la literatura sudamericano del siglo XIX, es la mujer blanca raptada por bandas de indígenas durante algunas de las incursiones (malones) que hacían en un territorio en disputa, poblado recientemente por los europeos y sus descendientes criollos. Esa mujer es apartada del mundo que se considera civilizado y convertida en la esposa (una más) de algún cacique. En el poema La Cautiva de Esteban Echeverría y el Martín Fierro de José Hernández, la mujer blanca huye de los indígenas con quienes se ha visto obligada a convivir, una experiencia que le hace preferir el hambre o la muerte, antes que continuar aceptando ese maltrato (sexual, aunque no se lo detalle).
En las pinturas de Johann Mauritz Rugendas y Ángel della Valle, se asiste a la captura y calvario de una cautiva en la Patagonia. Las obras de arte exponen el temor de los habitantes de las ciudades que no podían sentirse demasiado seguros, porque aún disputaban el territorio que le habían quitado a los habitantes originarios del continente. El rapto horroriza y seduce. El contacto con el salvaje degrada a las mujeres y les promete una experiencia cuya intensidad emocional que parecía inaccesible en el mundo civilizado.
La sociedad criolla, relacionando con el poder colonial, que suministraba empleos, contactos y oportunidades de progreso económico, pero sin los mismos derechos que disfrutaban aquellos que habían nacido en Europa, fue definiéndose a partir de los descendientes de esas relaciones originadas en un acto de violencia.
El tema de la cautiva tiende a distraer del rapto y la violación de mujeres indígenas por los conquistadores primero y por sus descendientes criollos después. Tanto en el arte como en realidad, las mujeres de la cultura patriarcal, eran robadas a las familias donde nacieron, para ser incorporadas a las familias de los novios. Que hubiera violencia real o simulada en el establecimiento de una pareja humana, no es un dato casual, ni accesorio. Formaba parte de un ritual que se respetó durante miles de años y solo ha tendido a debilitarse y desaparecer con la modernidad.
A pesar de las noticias desalentadoras que la prensa trae
todos los días, surge también la resistencia colectiva a los viejos esquemas
mentales. Cuando un político chileno cuenta, durante un acto partidario, una “ocurrencia”
que acabarían de contarle, obtiene las risas de los participantes y el aplauso
que busca para poner fin a su discurso, pero también una inmediata lluvia de
repudio desde las redes sociales. Su planteo (absolutamente inocente, según él)
es que todas las mujeres se tiendan en el suelo y se porten bien, mientras que
los hombres se tiren sobre ellas y se porten mal.
No se trata ni siquiera de un chiste, un juego de palabras, sino
de establecer una imagen de desiguales roles de poder y sumisión que la opinión
pública ha definido como políticamente incorrectos no hace mucho. Ahora, el
chascarrillo habitual de vestuarios masculinos o reuniones de amigos, pasa a
ser conocido y condenado por una audiencia mucho mayor y muy activa, que se
encarga de formar opinión entre los indecisos. La práctica tolerada y hasta fomentada
en el pasado por las tribunas más autorizadas, queda al descubierto y los
responsables deben pedir disculpas. ¿Es el signo de un cambio de época o tan
solo la evidencia de que el tema pasa a ser discutido, mientras la violencia
continúa, tomando precauciones para no ser descubierta?
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