CIRCUNVALACIÓN DE UN TEMA

A mediados de 1974, comencé a colaborar en una publicación argentina de una de las grandes editoriales, dirigida por Olga Pinasco. Era una enciclopedia femenina ilustrada, que se presentaba en fascículos semanales. Cada cierto tiempo, me parece recordar, ponían en venta las tapas plásticas, con leyendas doradas, que permitían coleccionar los fascículos. Era una modalidad frecuente en esa época. Se habían publicado enciclopedias de Historia de la Pintura, El Arte de Tejer, Plantas y Jardines, etc. A mí me encargaban la redacción de los artículos culturales. No hubiera sido capaz de afrontar aquellos dedicados a labores femeninas, ni los que desarrollaban temas de salud. Para documentarme, pasaba las mañanas en las Bibliotecas Públicas del centro de Buenos Aires, tomando apuntes que luego convertía en artículos redactados en una ruidosa máquina de escribir portátil. Como era un trabajo anónimo, yo los investigaba y escribía, para que luego llegara alguno de los redactores estables, que verificaba los datos, corregía el estilo y justificaba su sueldo. Existía entre nosotros un convenio: todos los nombres de personajes debían incluir las fechas de nacimiento y muerte, cada afirmación en un sentido debía ser complementada por al menos otra en el sentido opuesto y ninguna frase debía insumir menos de catorce palabras, ni más de veintiocho (quizás la memoria me traicione en este aspecto). Olga había diseñado un impresionante programa que se iba redactando con mucha antelación a la fecha de publicación, con el objeto de permitir la búsqueda de ilustraciones, por entonces una tarea harto más difícil que en la actualidad. En cada visita a la redacción, me encomendaban varios temas, que yo me dedicaba a investigar durante algunos días (por entonces, lo más parecido a la Wikipedia de hoy era la Enciclopedia Británica, pero su desfase respecto de la actualidad era abismante) y el fruto de mi trabajo era entregado en la editorial, donde una semana más tarde me avisaban si había sido aceptado o si querían correcciones (si es que no me lo rechazaban por inadecuado, como sucedió con un artículo sobre la literatura femenina en la que omití mencionar a la entonces relevante ensayista Germaine Greer). Fue un empleo estimulante, desde el punto de vista intelectual, hasta que un prestigioso crítico musical, asesor de la editorial creyó discernir en mi trabajo una perspectiva política que a él lo obsesionaba como una amenaza que debía detectarse y detenerse antes de que causara un daño irreparable en la mente de los lectores. Bastó esa sospecha para que se redujera al 50% la remuneración que la editorial había convenido por mis aportes. Tales eran los tiempos en el sur del continente americano, promediando los años `70. Treinta y dos años más tarde, mi amiga Blanca Strepponi me propuso colaborar con ella en otra enciclopedia femenina. En ese momento, ella vivía en Caracas y yo en Santiago de Chile. Fue una interesante experiencia escribir a cuatro manos, con miles de kilómetros de separación entre nosotros, gracias a la herramienta del correo electrónico y los archivos adjuntos. Nos escribíamos media docena de veces por día. La impresión era la de estar colaborando con alguien que se encontraba en la habitación de al lado. El libro de Blanca abarcaba un enorme panorama histórico (dos mil años) y exigía la redacción de una infinidad de brevísimos textos, más la inclusión de algunos artículos más extensos, para evitar la monotonía de las enciclopedias. La idea de publicar VENUS EN LA MIRA nace de circunstancias dispares: una intervención quirúrgica que me obligó a permanecer en casa durante algunas semanas de recuperación y reevaluar objetivamente mis proyectos a largo plazo, para adecuarlos a las imprevisibles estrategias de los médicos. Plantear un nuevo proyecto es una forma de mantenerme ocupado, a flote. Para alimentar el nuevo blog, disponía de una serie de artículos publicados durante los últimos cuatro años en otros blogs de mi autoría (ENTRE DOS, NIÑOS EN EL BOSQUE y BARRIO CIUDAD PAÍS) que podían ser retomados, enriquecidos con nuevas ideas o documentados mejor en VENUS EN LA MIRA, no porque hubieran perdido vigencia, sino porque admitían la perspectiva más acotada de esta página. El placer de la reescritura no me resulta desconocido. He reescrito mis piezas teatrales y mis libretos de televisión. Constantemente reescribo los apuntes de mis clases en la Universidad. Basta que un texto sea expuesto al público, para que sienta la tentación de corregirlo. Si la publicación me impacienta, la corrección me estimula siempre. También había otros temas que me interesaban, pero no habían tenido espacio en esos blogs. El conjunto es lo que puede leerse ahora y probablemente se reescriba en el futuro. O.G.

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