domingo, 30 de marzo de 2014

OFICIO DE CASAMENTERAS

Las mujeres cumplen funciones insustituibles: paren a sus propios hijos y ayudan como parteras o comadronas al parto de otras mujeres. Mucho antes de ese momento en el que no pueden estar ausentes, colaboran en la formación de parejas que tienen como finalidad la procreación. Cuando esto ocurre en sociedades muy restrictivas, la figura de la intermediaria se define como la de una profesional de las relaciones interpersonales. Entre los musulmanes, la khattaba tiene las mismas características y funciones. No parece casual la relación directa que se da entre culturas que impiden la libre circulación de las mujeres y la aparición de casamenteras que intentan superar un obstáculo como ese. Las casamenteras musulmanas huelen a los posibles integrantes de una futura pareja, que hasta el momento de la boda no se conocen personalmente, para dictaminar si ellos son compatibles o no. El método puede parecer primitivo, pero se corresponde con investigaciones científicas actuales. Dos personas que huelen distinto, poseen sistemas inmunológicos diferentes, circunstancia que anuncia para sus descendientes mayor resistencia a las enfermedades. La shadjente judía era (es todavía) una mujer casada, madura, conocedora de los miembros de su comunidad, que se preocupa de no dejar a nadie sin su pareja y es recompensada por la tarea, que tiene tanta importancia para la preservación de las tradiciones y la fe. La comedia musical Hello, Dolly!, basada en una pieza teatral de Thorton Wilder (The Matchmaker) basada a su vez en una farsa vienesa de Nestroy, convierte a la casamentera en protagonista de los enredos: ella es una pequeña empresaria que se desplaza por el laberinto de la diáspora judía, haciendo y deshaciendo parejas, mientras busca una conveniente para sí misma. Casarse es una misión irrenunciable de las mujeres, por tarde que se emprenda.
Before the Parade passes by / Before it goes on, an only I´m left. / Before the Parade passes by / I´ve gotta get in step while there´s still time left. (Jerry Herman: Before the Parade passes by)
A diferencia de lo que pasa en otras especies, hombres y mujeres tienden a formar parejas sexuales, rara vez tríos o grupos más extensos, dado que se advierten incapaces de contener el impulso de sus hormonas para dedicarse a una vida de privaciones en nombre de un objetivo superior, como propone la mayor parte de los cultos religiosos y proyectos políticos. Después del arbitrario ascetismo que planteaba el Medioevo cristiano, la voz de la intermediaria coincide con los impulsos de la Naturaleza. Ella puede ser mal vista, pero corresponde a una búsqueda de placer que no puede extirparse de la conducta humana.
Se glorifican / y se alegran / en la dulzura de la miel / los que se esfuerzan / por gozar / del premio de Cupido. / ¡Obedezcamos la orden de Venus! (Anónimo: Carmina Burana)
El tumulto de las hormonas no asegura relaciones humanas demasiado sólidas ni duraderas, un aspecto que representa lo fundamental desde la perspectiva de las instituciones. Por lo tanto, hombres y mujeres deben superar las barreras en ocasiones odiosas, que plantean las instituciones, para dificultar el cumplimiento de algo que nace de un deseo y termina siendo un deber.
Es forzoso al hombre amar a la mujer y la mujer al hombre. (…) El que verdaderamente ama es necesario que se turbe con la dulzura del soberano deleite, que por el Hacedor de las cosas fue puesto, porque el linaje de los hombres perpetuase. (Fernando de Rojas: La Celestina)
Cuando hay que armar parejas, la intermediación femenina se vuelve insustituible para la cultura tradicional. Puede ser que se desconfíe de la idoneidad de las mujeres en las tareas del gobierno, los negocios o el culto, que se consideran demasiado serios y difíciles de controlar. Para compensarlas de tanta represión, se les otorga el dominio de los asuntos domésticos, porque los hombres no son de confiar, cada vez que se les pone cerca de jóvenes solteras, cuyo honor debería preservarse para el matrimonio. Ellas no pueden circular demasiado en busca de marido, porque la simple exposición las devalúa, como pensaban los griegos de la Antigüedad o los musulmanes de todas las épocas.
Celestina, la vieja protagonista de la tragicomedia de Fernando de Rojas, es denigrada reiteradamente por aquellos que la conocen e incluso por aquellos que utilizan sus servicios. Se la llama hechicera, sagaz en maldades, astuta, alcahueta, componedora de miles de virgos, comadrona, abortista, trotaconventos, maestra de maquillajes. Vive de explotar a mujeres que se prostituyen para sobrevivir, y ayuda a mujeres que se consideraba honestas, como demuestra en la historia de los amores de Calixto y Melibea. La celestina corrompe todo lo que toca, dialoga con el mismo Diablo, su socio en la formación de parejas. En oposición a las honestas chaperonas preocupadas de la felicidad de quienes reúne, la celestina pierde a cualquier mujer que la escuche. No tiene al matrimonio como meta, sino al placer inmediato de las parejas. Consecuencia demorada de sus actos es la muerte y la condenación eterna de aquellos a quienes atrapa, qué duda cabe, pero en una cultura tan restrictiva como la medieval, eso no parece suficiente para detener a quienes sienten la urgencia del sexo. Aunque no puede quitársele responsabilidad de la intermediaria, surge la sospecha de que se trata de un chivo expiatorio más, para delegar sobre su figura femenina, como sucede con la imagen bíblica de Eva, la responsabilidad de todas las penurias sufridas por los seres humanos. Acusada de pactar con el Diablo, marcada previamente por una cuchillada en la cara, Celestina debería terminar pagando sus pecados en la hoguera de la Santa Inquisición.
Si las mujeres de la sociedad tradicional permanecen encerradas y sin embargo aspiran a conocer hombres (o al menos conseguir que los hombres solteros se interesen en ellas y las libren de la vergüenza de envejecer sin haber encontrado marido) tendrán que recurrir a los servicios de especialistas femeninas, que por su condición social desprotegida o su edad madura, se supone que no corren tantos peligros de sufrir el abuso masculino y pueden circular libremente. La casamentera cumplía un rol fundamental en la sociedad colonial americana, poco después de la conquista española, que había sido efectuada por una mayoría de hombres solteros (o casados pero sin sus esposas cerca, por lo tanto disponibles para explorar a las indígenas). En México, de acuerdo a la descripción que ha dejado Fray Bernardino de Sahagún, las normas tan estrictas del pudor impedían a las jóvenes confesar que deseaban casarse. La intermediaria era una pieza fundamental para evitar que mujeres en la flor de la edad se quedaran solteras. En el Medioevo, la diferencia entre celestina y casamentera no era mucha. Dado el enclaustramiento de las mujeres, se recurría a las intermediarias que reunían a las parejas. Las celestinas lo hacían de manera clandestina y condenada por la opinión de la comunidad, mientras que en el caso de las casamenteras lo hacían de manera pública y reconocida. La celestina se encontraba al servicio de los hombres que pagaban sus servicios de entregadora de mujeres incautas, mientras la casamentera servía a las familias acomodadas que se preocupaban de asegurar el futuro de sus hijas. El oficio no ha desaparecido, a pesar de la modernidad espera que las parejas se formen por iniciativa de sus integrantes y basándose en el atractivo sexual. En la actualidad, los gobiernos locales de Japón, deseosos de detener la baja que experimenta desde hace años la tasa de fertilidad, emplean a mujeres que recorren las casas de sus vecinos para averiguar la existencia de hombres solteros. Ellas organizan fiestas destinadas a poner en contacto a hombres y mujeres que de otro modo, por el aislamiento que se ha vuelto una característica lamentable de la modernidad, continuarían cada uno por su lado. Internet ha llegado también para relacionar a solitarios, desde los chats que permiten diálogos desinhibidos entre solitarios, a los servicios de las empresas on line, que ofrecen organizar todo tipo de parejas. En un país islámico como Egipto, que podría suponerse muy restrictivo en todos los aspectos sexuales, las agencias matrimoniales anuncian sus servicios en la prensa. El teatro Metropolitan de New York ofrece un combo (paquete de servicios) para espectadores solteros, que incluye entradas para la ópera y tickets para una fiesta posterior, donde los asistentes pueden alternar en busca de parejas que posean los mismos intereses culturales. La Cruz Roja norteamericana ha organizado grupos de dadores de sangre… que sirven también para que las parejas se conozcan. En California, una casamentera que utiliza el seudónimo de Orly, afirma haber reunido a cien mil parejas (que la habrían recompensado por sus servicios, con cantidades que oscilan entre los U$ 10.000 a 100.000. La mediadora tradicional se incorpora a una industria en la que participan los wedding planners, los proveedores de catering, los fabricantes de vestuario, adornos florales, instalaciones festivas, etc. Casar a las parejas se ha convertido en un negocio.

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