jueves, 6 de marzo de 2014

DESCONTROL DE LAS BACANTES

John Collier: Sacerdotisa de Baco
¿Qué quieres que haga? ¿No sabes que si pretendes llevarle la contraria a una bacante sumida en el furor báquico, de loca la volverás aún más loca y te golpeará más veces? En cambio, si le sigues la corriente, te verás libres de ella tras apenas recibir un solo golpe. (Plauto: Amphitrion)
Tal vez el hombre y la mujer se enfrenten hoy por la posesión del control remoto del televisor, durante la preparación del almuerzo o el sitio donde él abandona la ropa usada, pero situaciones como esas no llegan a mayores, porque las responsabilidades de la vida cotidiana suelen estar compartidas. Los mismos derechos y obligaciones, es el lema de una prolongada lucha de las mujeres que no termina de imponerse. La noción tradicional del ama de casa, que sugiere el dominio no disputado sobre el espacio doméstico por la mujer que lo ocupa, en detrimento de los reclamos masculinos, viene de muy lejos y escamotea una Historia de conflictos nada triviales.
Las mujeres de la Grecia antigua pudieron hallarse reducidas a las estrecheces del gineceo, espacio alejado de los acontecimientos de la calle y las miradas masculinas, pero no debe olvidarse que allí precisamente, ellas se encontraban libres de la vigilancia de los hombres (padres, esposos, hijos crecidos). En el encierro podían desarrollar sus iniciativas domésticas junto a las otras mujeres de la casa y los niños pequeños. Entre esas cuatro paredes, al margen de la polis (la ciudad) y las responsabilidades de la vida política, que habían sido reservadas a los hombres, las mujeres se encontraban libres para encarar actividades consideradas propias de su género.
Para ahorrarles problemas, no se les ofrecían demasiadas alternativas. De haberse atrevido a organizarse en defensa de los intereses comunes, como plantea Lysistrata, la farsa de Aristófanes, otra habría sido su suerte. En la ficción, las atenienses cansadas de la interminable guerra con Esparta, que mantiene a los hombres ocupados lejos del hogar, hacen una huelga única: se niegan a recibirlos en sus lechos, con los que consiguen desmoralizarlos y acordar la paz con el enemigo. Aristófanes divertía a su audiencia, conocedores del escaso aliento de una rebeldía femenina.
Las restricciones del vestuario, el adorno personal y la conversación, se combinaban para que cada una supiera qué se esperaba de ella. Una mujer decente no se maquillaba ni perfumaba; usaba los cabellos cortos (no fuera que presumiera de peinados complejos y atractivos irresistible, como las prostitutas). Vestía ropas simples y sueltas, que ocultaban las líneas de su cuerpo. No abrumaba al hombre que la mantenía con su palabra ingeniosa.
Fuera de las visitas a templos y casas de parientes, nada justificaba que anduviera por la calle, donde tenía que ser acompañada por sirvientes o los hombres de la familia. Las festividades en honor del dios Baco (Dioniso para los griegos) llegaban todos los años para compensar por ese enclaustramiento femenino decretado por los hombres. En la tragedia de Eurípides, el conflicto surge porque el Rey Cadmo se niega a reconocer el carácter divino de Dioniso, que decide arruinar la ciudad de Tebas en castigo. Para ello, utiliza a las mujeres, que todo el mundo considera inofensivas o controladas.
DIONISO: Las he aguijoneado fuera de sus casas a golpes de delirio y habitan el monte en pleno desvarío. Las obligué a llevar el hábito de mis misterios, y a toda la estirpe femenina de los Cadmeos, a todas las mujeres, las saqué enloquecidas de sus hogares. Arremolinadas (,,,) bajo los verdes abetos, se echan sobre las peñas a cielo abierto. (Eurípides: Las Bacantes)
En su rebeldía contra el rol que se les asignaba en la antigua Grecia, las Bacantes ebrias eran capaces de matar a los hijos y hermanos que tanto habían cuidado mientras se mantenían sobrias. También podían destrozar los telares donde se manifestaban algunas de sus habilidades más apreciadas. Mientras duraba la intoxicación báquica, ellas permanecían ignorantes de sus crímenes, aunque no discutían la autoridad patriarcal (y más bien trataban de obtener su aprobación).
AGAVE: ¡Padre, bien puedes ufanarte de que engendraste unas hijas superiores a todos los humanos! (…) Tras abandonar en el telar mi rueca, he llegado a más noble empeño; cazar fieras con mis manos; y traigo en mis manos, como ves, estos trofeos de mi captura, para que en tu palacio se expongan colgados. Tú, padre, acéptalos en tus manos. Orgullosos por las presas de mi cacería, invita a los amigos a una fiesta. Pues eres dichoso, dichoso por lo que nosotras hemos realizado. (Eurípides: Las Bacantes)
Cuando las Bacantes despertaban de su intoxicación, recibían el castigo por sus crímenes. Los hombres habían recibido mientras tanto la advertencia de no cruzárseles en el camino, cada que ellas se entregaran a prácticas orgiásticas privadas y limitadas a unos pocos días por año. Locura breve, represión eficiente: los griegos conseguían equilibrar las tensiones que conducen al desorden, con una libertad limitada en el tiempo y un acuerdo colectivo, que dejaba a lo sucedido fuera de cualquier discusión.
Culto del delirio y la locura, locura divina que es arrebatamiento, posesión del dios. (…) A través de la experiencia del éxtasis y del entusiasmo, este orden se descubre como una simple ilusión, sin valor religioso. (Jean Pierre Vernant: Mito y sabiduría en la Grecia antigua)
El culto báquico se realizaba durante el invierno, con el objeto de solicitar de los dioses la fertilidad de la tierra. En Grecia el culto era mantenido en secreto, a pesar de lo cual no desapareció. Luego fue adoptado con las mismas precauciones por los romanos. Cuando las bacanales adquirieron notoriedad en el 186 antes de nuestra era, bajo la República, fueron objeto de burla en las comedias de Plauto, que las describía como simples juergas, que en lugar de celebrarse tres días por año, habían pasado a ser tan frecuentes que ocurrían cinco veces por mes, gozaban de asistencia multitudinarias y eran convocadas en un sitio tan expuesto como el pie del monte Aventino. Gracias a un Edicto de ese año, se inició una persecución religiosa que castigó a los participantes de los cultos dionisíacos (unas siete mil personas, hombres y mujeres por igual) bajo el argumento de que se trataba de un culto extranjero y conspiraban contra la seguridad del Estado.
Las mujeres desempeñaban un papel muy importante en estos cultos, lo que encaja bien con lo que se sabe de la situación de la mujer en estos años, en que habían vivido alejadas de sus esposos, que se encontraban en la guerra [Púnica] y en que se les había prohibido (…) el uso de joyas de más de una onza de oro, el vestir trajes de varios colores y la utilización en la ciudad de carros tirados por bueyes, por todo lo cual se encontraban terriblemente frustradas. (José María Blázquez Martínez: El Edicto sobre las bacanales del año 186 antes de Jesucristo).
Despedida de soltera
Durante las bacanales, se borraban las diferencias sociales y se facilitaban la comunicación de las mujeres de las familias tradicionales romanas con las marginadas de la sociedad. ¡Bienvenidos el vino, la música, la danza y la actividad sexual, que liberaban de su rutina a las mujeres y dejaba sin embargo intacta la sumisión a los hombres durante el resto del año! Los hombres precavidos no se les acercaban.
Baby shower
Lo más parecido a una celebración dionisíaca en la actualidad, son los baby showers, donde una mujer a punto de parir se reúne con sus amigas para recibir regalos, tomar el té y consumir dulces, y las despedidas de soltera, en las que se ha vuelto de rigor el consumo alcohólico por las mujeres y la presencia de strippers masculinos que se subordinan a ellas para excitarlas y anunciar las delicias de la vida en pareja. Esos dos momentos de libertad de género, quedan marcados sin embargo por el regreso al orden. El parto que anuncia el baby shower confirma las ataduras femeninas al hogar, mientras la simulación de libertinaje durante la despedida de soltera, da paso al compromiso de fidelidad a un solo hombre que se establece durante la ceremonia nupcial.

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