El poeta y dramaturgo polaco Tadeusz Rosewicz escribió en 1975 una pieza teatral titulada Matrimonio Blanco, donde la protagonista es obligada a casarse para dar cumplimiento a las tradiciones familiares, y no obstante se niega a consumar la relación que espera (y exige) su legítimo esposo. ¿Quién es ella, para oponerse a las normas milenarias de la sociedad, que busca perpetuarse a través de los actos privados de sus integrantes? Los intereses del individuo, por inalienables que se diga, entran en conflicto con los intereses de la mayoría, y en tal caso deben ceder. Los hombres y mujeres fértiles tienen que reproducirse. Desde la perspectiva contemporánea, el matrimonio blanco suele ser entendido como un problema de salud (mental o física) más que como un ejemplo de vida virtuosa digno de imitar.
Supongamos que uno de los integrantes de una pareja, por cualquier motivo, no deseaba casarse, a pesar de que las circunstancias lo obligaron a hacerlo. Su resistencia fue insuficiente, pero la negativa inicial persiste después de la ceremonia. Si bien no fue capaz de enfrentar la presión social, no acepta la totalidad de los compromisos que incluye el matrimonio, por lo que rechaza consumarlo.
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Crumb: Onán |
En el libro del Génesis, Onán es obligado por las leyes de su nación a casarse con Tamar, la viuda de Er, su hermano mayor. Una imposición como esa intentaba proteger la situación de la mujer viuda que careciera de descendencia. Para Onán, en cambio, tal situación resultaba humillante, porque cualquier hijo que tuviera con Tamar, heredaría los derechos de primogenitura que le correspondían a Er, dejándolo a él y a sus hijos sin el menor beneficio. Aunque el matrimonio se realiza, para evitar la llegada de una descendencia no deseada, Onán practica con su esposa el coitus interruptus: comienza los contactos de manera normal, pero evita consumarlos. La astucia humana de eyacular fuera de la vagina, irritó de tal modo a Dios, informa la Biblia, que mató a aquel que intentaba burlar su Ley. El matrimonio era para procrear, asegurando la continuidad del pueblo de Dios.
Para los primeros cristianos, la renuncia al sexo decidida de común acuerdo por una pareja, esa abstención que causaba tanta repugnancia a los judíos, demostraba su fe en el inminente fin de los tiempos y el regreso a este mundo del Mesías, para juzgar a los vivos y los muertos. ¿Para qué reproducirse, pensaban, cuando en el plan de Dios que ellos habían develado, no quedaba más tiempo para la Humanidad?
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Giotto: Boda de José y María |
La unión de María y José es propuesta a los creyentes como el modelo de un matrimonio blanco, donde los cónyuges no llegaron a tocarse (con lo que se permite que el fruto de la unión tenga un origen sobrenatural)y no obstante logran entre ellos la más completa armonía. Para el cristianismo, la renuncia a los apetitos del cuerpo constituye un privilegio que disfrutan muy pocos mortales y suele ser elogiado por las voces más autorizadas, que lo interpretan como la evidencia de la santidad de aquellos (los santos y ascetas) capaces de sobrellevar tal sacrificio. Para el resto de la Humanidad, que es la mayoría, casarse y reproducirse es una obligación.
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Enrique de Baviera y Cunegunda |
En las historias del Medioevo que presentan matrimonios no consumados, las mujeres suelen ser quienes toman con mayor frecuencia la iniciativa. Durante el siglo X, Cunegunda, hija del Conde de Luxemburgo, se convirtió en la esposa de Enrique de Baviera, heredero del Imperio Romano Germánico que hubiera preferido ingresar a un monasterio. Ambos establecieron un pacto: no iban a consumar el matrimonio, que no tenía otro objeto que servir los intereses de sus familias. Era un acuerdo que se mantuvo en secreto, pero las evidencias de la esterilidad de la pareja terminaron por acusar a la mujer. Cunegunda no se defendió revelando la verdad. En cambio aceptó someterse a la prueba de mantenerse en pie sobre una plancha metálica calentada por el fuego. Como de acuerdo a los testigos no sufrió daños, el marido se convenció de la justicia de su propuesta y se sumó a ella en la causa de proteger a los pobres (no en el lecho conyugal).
Durante el siglo XIV, Delfina de Marsella, convenció a su marido para mantener un matrimonio blanco y establecer en su castillo un convento franciscano. Muy elocuente debió ser, porque las energías que ambos hubieran podido dedicarle al sexo, se derivaron a la religión.
Catalina de Suecia contrajo matrimonio con el conde Edgar von Kyren, quien aceptó el voto de castidad hecho por su esposa, permitiéndole que viajara a Roma con su madre, para dedicarse a las obras de caridad. ¿Qué fue de él, mientras tanto? Si se hubiera sumado a la causa de su mujer, lo sabríamos. Oportunidades para disfrutar su vida de otro modo, no pueden haberle faltado.
Otra santa, Catalina Flisci, nacida en Génova, hacia fines del siglo XVI, tuvo una historia parecida, aunque en su caso el marido que le había dado su familia, para terminar una vieja disputa con una familia rival, despreció a la mujer que no aceptaba compartir su lecho y despilfarró en las mesas de juego los bienes que ella había aportado a la unión.
La modelo de artistas
victorianos Euphemia (Effie) Gray, fue cortejada por el crítico John
Ruskin, nueve años mayor y decidido a convertirla en su esposa, a mediados del
siglo XIX. Ella provenía de una familia pobre y él era un esteta mantenido por
sus adinerados padres. Una historia como ésta, que promete seguir el modelo del cuento
de hadas, hubiera sido irrelevante, de no ser por una circunstancia notable: durante cinco años el matrimonio no llegó consumarse. Finalmente el hombre solicitó la anulación, que le fue concedida (por impotencia) y esto permitió a Effie
casarse de nuevo, con el pintor John Everett Millais, que le dio muchos hijos. La explicación suministrada por Ruskin en su correspondencia, aumenta el enigma:
Puede
considerarse como algo extraño que yo pudiese abstenerme de una mujer que la
mayoría considera atractiva. Pero aunque su rostro era hermoso, su persona no
estaba formada como para despertar pasión. Por lo contrario, había ciertas
circunstancias que la frenaban por completo. (John Ruskin)
Se entiende que algo pudiera
fallar la primera noche, pero un inconveniente que se mantenga en pie durante un
lustro y conduzca a un penoso trámite judicial, cuesta entenderlo. ¿Qué frenaba a Ruskin? ¿El hecho de que a pesar de su indudable encanto, que puede reconocerse en las pinturas para las cuales posó, ella fuera por desgracia una mujer? Cuando Effie
se refiere a lo sucedido, una situación cuya complejidad escapa a su limitada experiencia del mundo, deja al menos un hecho en
claro: no fue ella quien puso obstáculos al hombre.
Él
alega diversos motivos [para no consumar el matrimonio]. Odio a los niños,
motivos religiosos, un deseo de conservar mi belleza, y finalmente el año
pasado me dio su verdadera razón (…) que él había imaginado a las mujeres muy
distintas de lo que vio en mí, y la razón por la que me hizo su esposa fue
porque le repugnó mi persona esa primera noche. (Effie Gray: carta a sus
padres)
Son demasiados argumentos, puestos uno detrás del otro, como si Ruskin advirtiera que ninguno es demasiado creíble. La repugnancia es en todo caso el dato más revelador. ¿Cómo dejar de lado una reacción tan definida?
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Pedro Subercasseauw y Elvira Lyon |
Durante el siglo XX, la iniciativa de armar una relación matrimonial que excluyera el sexo, solía ser tomada por los hombres, que no le dejaban demasiadas alternativas a las mujeres. Si ellas contaban la verdad, venciendo la barrera del pudor, ¿cómo serían consideradas? ¿A quién acudirían pidiendo ayuda? ¿Acaso les creerían? Puesto que el divorcio era impensable para la mayoría, ¿cabía otra respuesta que la resignación?
El pintor chileno Pedro Subercaseaux y su esposa, Elvira Lyon, hicieron votos de castidad al casarse por la iglesia y al parecer lo mantuvieron durante trece años, cuando solicitaron al Papa la autorización para separarse y adoptar (cada uno por su lado) la vida conventual, ella en España, él en Inglaterra. Algo tan distante como la relación de Abelardo y Eloísa en el Medioevo.
Podían escribirse pero no verse. A veces, cuando Pedro tenía alguna carta importante que despachar a Toledo, iba a casa de una prima de ambos, y conversaba con ella sobre Elvira. La había amando y seguía amando. (Alone)
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Leon Tolstoi y Sofía |
El escritor ruso Leon Tolstoi se propuso más de una vez a lo largo de su vida, entregarse a la castidad que su fe cristiana le planteaba, a pesar de la activa relación sexual con su esposa Sofía, que le dio muchos hijos, colaboró en su tarea literaria y sin embargo no compartía sus ideas religiosas y políticas. De acuerdo al testimonio de Tolstoi, esos propósitos fracasaron reiteradamente. Para dos personas apasionadas, no había muchas posibilidades de sujetarse a los límites de un matrimonio blanco.
Sofía, déjame partir, no me busques, ni te disgustes, ni me censures. El hecho de que te haya abandonado, no prueba que tenga yo motivos de quejas contra ti. Sé que tú no podrías ver ni pensar como yo, y por esto no has podido cambiar tu vida (…). Me acuerdo con amor y gratitud de los treinta y cinco años largos de nuestra vida en común. Pero (…) en los últimos quince años nuestros caminos se han separado. (Leon Tolstoi: carta a Sofía Andreyevna)
Otro escritor, André Gide, impuso una relación de ese tipo a Madeleine Rondeaux, su prima y esposa, mujer a la que tardó una década en convencer para que se casara con él, probablemente porque esperaba que le sirviera de estímulo para dar por concluidas sus aventuras pederastas, que sin embargo eran parte fundamental de la temática de su obra. Ante una pareja tan incompetente como Gide, ¿qué podía hacer una mujer respetuosa de la institución del matrimonio?
Su belleza misma me helaba. Sentía por ella una especie de admiración, pero ni la más mínima sospecha de deseo. Llegaba a ella como un adorador sin ofrenda. A la inversa de Pigmalion, me parecía que en mis brazos la mujer se transformaba en estatua; o más bien, era a mí a quien sentía de mármol. Caricias, provocación, nada hicieron: me quedé mudo, y la dejé no habiendo podido darle más que dinero. (André Gide)
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Elisabeth Toulemon |
Otro escritor francés del siglo XX, Marcel Jouhandeau, vivió un matrimonio conflictivo con Elisabeth Toulemon, una ex bailarina de vanguardia, atormentada por los celos de ella y alimentados por la combinación de antisemitismo, catolicismo místico y homosexualidad del hombre. Si uno u otro hubiera estado en su sano juicio, habría huido. Gran parte de la obra de él, estuvo dedicada a narrar veladamente esa relación imposible de resolver, que se mantuvo en pie durante casi medio siglo.
Desde la primera noche, adiviné oscuramente pero con certeza, que yo había sido hasta entonces una peregrina y que iba a detenerme; que en ese hombre que surgía frente a mí sin ostentación, yo había encontrado al mismo tiempo mi refugio y mi cruz. (Élisabeth Toulemon: Le spleen empanaché)
El escritor Paul Bowles llegó a casarse con la también escritora Jane Auer (conocida también como Jane Bowles) su pareja hasta que la muerte los separó, a pesar de que solo mantuvieron relaciones sexuales durante un año y medio. Ambos preferían las parejas de su mismo sexo, algunas de ellas personalidades famosas del mundo del arte (como el dramaturgo Tennessee Williams, el músico Virgil Thompson, la coleccionista Peggy Guggenheim, el escritor William Burroughs), otras anónimas (como Cherifa, la cocinera árabe que los acompañó durante décadas en Marruecos).
En este caso, el matrimonio blanco define exclusivamente un simulacro de normalidad heterosexual, que se adopta para eludir la condena social sobre una conducta homosexual. A diferencia de Jouhandeau y su esposa, los Bowles se protegían mutuamente, a pesar de vivían en una comunidad (la de los extranjeros en Marruecos) que toleraba su excentricidad mirando para otro lado.
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José Donoso y Pilar Serrano |
El escritor chileno José Donoso se casó con María del Pilar Serrano, cuando ambos eran maduros y él había iniciado una carrera literaria. Ella lo secundó como secretaria y negociadora con los editores, participó en la adopción de una hija y mantuvo silencio sobre la vida paralela del marido. El alcohol parece haber sido la salida que la mujer halló a sus tensiones.
Tomé vino, pero es la caricia que tanto me falta. Sí, me gustaría tener sexo (…) por la autoafirmación que significan las caricias. (…) ¡Qué terrible tener que ser perfecta para que me quieran! Un mendrugo de amor gratuito me ayudaría tanto… Los perros y los gatos son los únicos. El corazón se me rompe. Luego vino Pepe [Donoso] y me besó, y si tengo su amor todo cambia. (María del Pilar Serrano)
Gracias a su esposa, Donoso gozó de una atmósfera protegida para dedicarse al arte y dejó testimonio de sus intereses ocultos en los diarios que vendió a una Universidad norteamericana, para que fueran leídos después de su muerte y no se publicaran hasta después de la muerte de la mujer. ¿Hipocresía? Ante todo, respeto de las convenciones sociales, para evitar que el interés por la vida privada de un artista, impidiera a los lectores concentrarse en su obra.
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Adrian y Janet Gaynor |
En la industria del cine de Hollywood, los productores atentos a la opinión de una masa de espectadores moralmente conservadores, favorecían la celebración de matrimonios de conveniencia, como habría sido el de la actriz Janet Gaynor y el vestuarista Gilbert Adrian, que tuvo un hijo, duró veinte años y terminó con la muerte del hombre, aunque no resultara creíble para quienes los conocían.
El esposo de Janet Gaynor era Adrian, pero la esposa de ella era Mary Martin. (Robert Cummings)
Parecida incredulidad suscitó el matrimonio de los actores Barbara Stanwick y Robert Taylor, o el de Rock Hudson, ídolo de los filmes románticos de los años `50, con Phyllis Gates, una secretaria de los estudios Universal, que le fue presentada por el hombre que organizó su carrera y fue su discreta pareja, cuando se amenazaba la publicación de un reportaje de la prensa escandalosa sobre la sexualidad de Hudson, que hubiera arruinado su carrera. Aunque el matrimonio duró pocos años, la mujer no habló sobre lo sucedido hasta después de la muerte del hombre, víctima del SIDA.
Haber revelado su otra vida hubiera sido malvado y vengativo. Tuve suficientes problemas para reconstruir mi vida. (Phyllis Gates: My Husband, Rock Hudson)
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Jorge Luis Borges y María Kodama |
Los dos matrimonios de Jorge Luis Borges (primero con una vieja amiga, Elsa Astete Millán, luego con una joven María Kodama) no parecen haber sido otra cosa que relaciones de amistad y compañía, cuando el escritor ciego pudo haber quedado solo, porque la verdadera pareja que lo acompañó durante la mayor parte de su vida y colaboró como secretaria en la escritura de sus obras fundamentales, fue Leonor Acevedo, su madre.
Si bien las dos esposas de Borges mantuvieron silencio sobre la sexualidad de la vida en pareja, que resultaba improbable pensar como algo tan atractivo como la obra del escritor, Estela Canto, una de sus varias novias y colaboradoras literarias, no fue tan cauta, quizás porque no le perdonó los fallidos intentos de establecer intimidad con ella.
La actitud de Borges me conmovía. Me gustaba lo que yo era para él, lo que él veía en mí. Sexualmente me era indiferente, ni siquiera me desagradaba. Sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente. (Estela Canto: Borges a contraluz)
De acuerdo al testimonio de Canto, Borges le habría propuesto matrimonio y ella condicionó la aceptación a que superaran la prueba de tener relaciones sexuales al menos una vez. Borges se sometió a psicoterapia, como ella le aconsejó, y sin embargo no lo intentó nunca.
La falta de relaciones sexuales en una pareja, suele ser una de las causales más contundentes de anulación del matrimonio para los Tribunales y autoridades religiosas, preocupadas por la procreación. Los síndromes clínicos que acompañan a una resistencia a la vida sexual son: dispareunia y vaginismo en el caso de la mujer, mientras que hay fobias y disfunción eréctil en el caso del hombre. Cuando se da en las mujeres, ellas suelen provenir de familias que pueden ser abusadoras pero también demasiado protectoras, que asocian la actividad sexual con el sufrimiento.
En la actualidad, el matrimonio de conveniencia se da por motivos religiosos, sino entre personas provenientes de países de la periferia, que pagan a nativos de los países más desarrollados para casarse con ellos y facilitarles visas de residencia, de otro modo inalcanzables. Si en 1995 Francia contabilizó 13.000 matrimonios de ese tipo, en 2004 fueron 34.000. Por eso la nueva ley estableció la verificación de dos a cuatro años de vida en común, antes de otorgar la permanencia definitiva del cónyuge extranjero.