lunes, 26 de enero de 2015

VIOLACIONES EN GUERRA O PAZ



La pequeña hija está sobre el colchón, / muerta. ¿Cuántos han estado sobre ella? / Un pelotón, una compañía quizás? / Una muchacha ha sido convertida en mujer / una mujer convertida en cadáver.  (Alexander Solyenitsin: Noches prusianas)

 
Protestas contra violaciones masivas
De acuerdo al informe de Amnistía Internacional, durante la Guerra de los Balcanes, que ocurrió en los años finales del siglo XX, al desmembrarse Yugoslavia, se calcula que en Bosnia y Herzegovina hubo entre veinte mil y cincuenta mil mujeres musulmanas violadas por los invasores kósovos en las calles o sus hogares, delante de sus familiares, mientras que en Kosovo, se calcula que hasta el 50% de las mujeres capaces de reproducir fueron violadas por los invasores serbios (militares y paramilitares). Hubo campos de violación, similares a los campos de concentración, poblados por unas 35.000 mujeres, a las que se obligó a engendrar hijos servios, como una forma de depuración étnica del territorio ocupado.
El sexo es una de las armas más eficaces para desalentar (y exterminar) la resistencia del enemigo. En Kuwait, los violadores eran iraquíes. En Sri Lanka, las fuerzas de seguridad nacionales. En Ruanda, al mismo tiempo que los abusos de los Balcanes, el discurso oficial planteaba como objetivo bélico, la violación del mayor número de mujeres tutsis.

El asalto sexual formaba parte integrante del proceso de destrucción de la etnia tutti y que la violación fue sistemática y se han perpetrado solo contra las mujeres tutsis, en las que manifiesta la intención específica necesaria para los actos que se consideran como genocidio. (Tribunal Criminal Internacional para Ruanda)

Mujeres abusadas del Congo
No eran situaciones casuales, fruto del descontrol de soldados modernos, que desoían las órdenes de sus superiores, sino de una política de Estado, similar a la que se puso en práctica durante la llamada Conquista de América por las potencias europeas. Había que engendrar hijos (bastardos) de los invasores, para desarticular la estructura familiar de los nativos. Las clases dirigentes no se responsabilizan de esos crímenes. Prefieren no darse por enteradas de lo que ocurre y evitar que otras naciones derrotadas las acusen de lo mismo.
Durante los Juicios de Nurenberg convocados tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, los nazis no fueron  acusados de situaciones como esas, respecto de las cuales había suficientes testimonios. Los cuerpos de los vencidos, suele ser el primer botín de guerra que toman los vencedores, cuando los utilizan para su placer, aprovechando la confusión que sigue a las batallas, con el objeto adicional de desmoralizar a las víctimas.
Se trata de una práctica inmemorial, sobre la cual apenas se hablaba en los textos históricos, que no ha variado mucho en la actualidad. La principal diferencia, es que ahora se denuncia, en lugar de mantenerlo en secreto, por vergüenza.
Prisioneras coreanas del ejército japonés
El ejército japonés utilizó a miles de mujeres coreanas, chinas, tailandesas, birmanas, vietnamitas y filipinas, provenientes de países que habían sido invadidos antes de la Segunda Guerra Mundial, como esclavas sexuales. Más de 20.000 estudiantes japonesas fueron sometidas al mismo trato.
El Ejército les prometía empleo en hospitales, restaurantes y fábricas. Una vez enroladas, descubrían que se esperaba de ellas: que atendieran la demanda sexual de los uniformados, para evitar las violaciones de mujeres de la población civil de los países invadidos. Los primeros prostíbulos del ejército japonés se instalaron en 1932 en Shanghai.

Las mujeres gritaban, pero no nos importaba si ellas vivían o morían. Éramos los soldados del Emperador. Ya fuera en burdeles militares o en las aldeas, las violábamos sin reticencia. (Yasuji Kaneko)

Prisioneras judías en campo de concentración
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán abusó de las mujeres que encontraban a medida que ocupaban los territorios de Polonia y la URSS, por la misma época en que el ejército japonés humillaba a las mujeres de los países ocupados de Asia. Poco después, hacia el final de la contienda, el ejército soviético hizo lo mismo en Alemania. Se calcula que hubo un millón y medio de mujeres alemanas víctimas de violaciones, a pesar de que las leyes internacionales castigaban el delito con la muerte. La experiencia que uno de esos soldados relató a una historiadora rusa, da cuenta del subterfugio empleado para satisfacer las expectativas de los invasores y esconder lo sucedido ante los superiores.

Cuando ocupábamos un pueblo, primero teníamos tres días para los saqueos. Por descontado eso no era oficial. Pero después de tres días se te podía juzgar por hacerlo. (…) Recuerdo a una mujer alemana violada, desnuda con una granada entre las piernas. Ahora siento lástima, pero no la sentía en aquel momento. ¿Piensas que fue fácil perdonar a los alemanes? Odiábamos ver sus casas blancas, limpias e intactas. Con rosas. Quería que sufrieran. Quería ver sus lágrimas. (Svetlana Alexeivich)

Sophia Loren: La Ciociara
Soldados norteamericanos y africanos participaron en violaciones masivas de mujeres italianas, durante la contienda y la inmediata posguerra, tal como aparece descrito en La Ciociara, una novela de Alberto Moravia. Cesira, una viuda romana que busca refugio en las montañas con su hija Rosetta, durante el último año de la guerra, no puede evitar que la joven sea violada por hombres que paradojalmente vienen a liberar al país de los nazis y los fascistas. Después del incidente, que ocurre en una iglesia abandonada, la joven que hasta entonces había sido reservada y creyente, cambia, se prostituye sin mostrar ningún sentimiento, con tal de conseguir alimentos, dinero u otros favores. La madre es quien cuenta el proceso:

Hubiera querido decirle que comprendía que después de lo que había pasado con los marroquíes, no fuera la misma y quisiera ir con un hombre para sentirse mujer y anular así el recuerdo de lo que le habían hecho; que comprendía incluso que después de haber sufrido aquello que había sufrido bajo los ojos de la Virgen, sin que la Virgen hiciera nada para impedirlo, a ella no le importara más la religión. (Alberto Moravia: La Ciociara)

Ejército Rojo y mujeres alemanas
¿Qué pasa después? El maltrato puede haber durado poco y no obstante dejar una huella perdurable en las víctimas, sea bajo la forma de hijos, sea como recuerdos traumáticos que dificultan cualquier intento de volver a la normalidad, sea como la memoria de la comunidad que fue testigo de lo sucedido. Según estadísticas recientes, en el curso de la guerra civil de la República Democrática del Congo, 30% de las mujeres y 22% de los hombres (unas 200.000 personas en total) ha sido víctima de violencia sexual.
Los invasores se plantean la misión de embarazar a las mujeres, tal como se espera que desarmen la resistencia y ocupen el territorio enemigo. Los dirigentes los alientan a hacerlo o por lo menos no hacen nada para impedir que aprovechen la situación. Al violar a sus víctimas, tanto los militares como los civiles, las dejan en una situación de orfandad muy difícil de revertir, para ellas y la descendencia que pueden engendrar.
Después de sufrir una violencia similar, ¿cómo se recupera la identidad anterior? ¿Qué espacio les queda para elaborar una identidad nueva?
Protesta femenina: ¡No significa No!
Son tragedias colectivas que marcan de manera perdurable la memoria de pueblos enteros. No ocurren por primera vez en la Historia, pero en la actualidad el hecho trasciende el silencio y la resignación que imponía tradicionalmente la vergüenza. Ahora, suele denunciarse, lo acepten o no las víctimas, aunque no es demasiado probable que se lo castigue, y resulta imposible ignorarlo.
En Dubai se ofrece a las mujeres víctimas de violaciones, la alternativa de casarse con sus agresores, para que ellas (no los agresores) pudieran evitar la cárcel. ¿No es, como se planteaba el jefe mafioso de The Godfather, el filme de Francis Ford Coppola, una oferta imposible de rechazar?
En Perú, durante la campaña del ejército nacional contra la guerrilla de Sendero Luminoso, se ofrecía a las víctimas de situaciones parecidas una salida no menos honrosa: casarse con los hombres más viejos o los tontos del pueblo, que no conseguían pareja. Se trataba de una salida que otras mujeres, menos apremiadas por esos hechos ajenos a su voluntad, se hubiera negado a aceptar.
Las mujeres suelen ser usadas y abusadas en tiempos de paz, como objetos que se utilizan de acuerdo a los intereses masculinos y no merecen mayor consideración. Una noticia de prensa de comienzos de 2014, informa que una joven pakistaní fue sentenciada por un consejo tribal a ser violada por su padre y dos de sus hermanos, como castigo de la relación considerada ilícita, que mantenía otro de los hermanos con una mujer del pueblo. ¿Por qué volverla víctima de un incesto? Probablemente se entendía someter de ese modo al escarnio público a toda la familia, pero en ese caso la parte más golpeada (y de ningún modo responsable) era de nuevo la mujer.
Mujeres en la Guerra de los Balcanes
Casi al mismo tiempo, otro consejo tribal en la India, ordenaba la violación de una mujer comprometida en el delito de una relación con un hombre ajeno a la aldea y perteneciente a otro culto religioso. Trece hombres dieron cumplimiento a la sentencia, para descubrir (demasiado tarde) que habían incurrido en un delito que habría de ser juzgado.
Las buenas intenciones (o al menos su declaración) pueden justificar las decisiones más aberrantes. En Sudáfrica, ciudadanos moralistas pretenden erradicar las relaciones lésbicas, que de acuerdo a su opinión, socavarían las bases de la sociedad. Para conseguir sus loables objetivos, violan (y con frecuencia matan a continuación) a las mujeres sospechadas de incurrir en esas prácticas, argumentando que lo hacen para “corregirlas” de sus errores.

lunes, 19 de enero de 2015

LUCHADORAS ANARQUISTAS

Anarquistas españolas en la Guerra Civil


Considero funestos y estúpidos todos nuestros ensueños sobre la emancipación de la mujer; le niego toda clase de derechos e iniciativa políticos; creo que para la mujer, la libertad y el bienestar consisten únicamente en el matrimonio, la maternidad, los trabajos domésticos, la fidelidad al esposo, la castidad y el retiro. El trabajo de la casa es el sueño dorado de una joven: los que (…) quieren suprimir los trabajos de la casa deberían explicarnos mejor esta depravación del instinto del sexo. De mi parte, cuanto más lo pienso, menos puedo concebir un destino para la mujer que no sea el de la familia y los trabajos caseros. (Pierre-Joseph Proudhon: Apuntes autobiográficos)

Proudhon, célebre anarquista de mediados del siglo XIX, no se avergonzaba de plantear ideas tan tradicionales y discriminadoras como esas, que no atendían los reclamos de un amplio sector relegado de la sociedad. Tampoco los líderes de la Revolución Francesa, en los años finales del siglo XVIII habían sido más sensibles al tema, como demuestra el rol subordinado en que se mantuvo a las mujeres después de derrocada la monarquía y la pronta marginación de la escena pública de figuras como Olympe de Gouges, Claire Lacombe o Théroigne de Méricourt. Puesto que los hombres consideran inútil tomar en cuenta las reivindicaciones femeninas, ellas mismas tendrían que hacerlo. Esa fue la lección que tardó en imponerse.
La Voix des femmes, periódico anarquista, comenzó a publicarse en Francia en 1838. Petrona Rosende de Sierra había publicado algunos años antes en Buenos Aires, La aljaba. Rosa Guerra publicó La camelia en 1852 y Juana Manso de Noronha Álbum de señoritas. La Alborada del Plata, otro periódico dedicado a las mujeres, dirigido por Manuela Gorriti, planteaba alrededor de 1880 la necesidad de reducir a ocho horas la jornada de trabajo y defendía causas tan opuestas a las ideas dominantes como el amor libre.
Ni Dios, ni patrón, ni marido era el nombre nada conciliador del periódico de cuatro páginas publicado por Virgina Bolten en Buenos Aires y Montevideo, durante los últimos años del siglo XIX. Las agrupaciones anarquistas femeninas se instalaron por entonces en todos los países donde las grandes industrias incorporaban a la mujer como fuerza de trabajo tan capacitada como la masculina, pero siempre peor pagada. Las anarquistas ganaron notoriedad, pronunciaban conferencias, fundaban sindicatos y periódicos de circulación restringida, mientras eran vilipendiadas por los medios.
Belén de Sárraga
Belén de Sárraga, médica y famosa anarquista española, se radicó en Montevideo y recorrió buena parte de Latinoamérica. Visitó las ciudades del norte de Chile, donde prosperaba la industria del salitre. Allí se fundaron centros femeninos que llevaban su nombre. Años más tarde, se encontraba en México, cuando estalló la revolución en España que condujo al establecimiento de la república. Sárarraga se había definido como una personalidad tan atractiva, que brindaba conferencias en los teatros y convocaba a una audiencia seducida por sus ideas renovadoras, en las que se mezclaban el anticlericalismo, la defensa de los derechos cívicos de la mujer, el reconocimiento de los hijos nacidos fuera del matrimonio y la prédica espiritista.
Era una mujer bella y una oradora tan motivadora, que los concurrentes varones que asistieron a una de sus conferencias en Santiago de Chile, decidieron desuncir los caballos del carruaje que debía conducirla del teatro al hotel donde se alojaba, tal como se había hecho en otras ocasiones, después de una presentación de la actriz Sara Bernhardt.

Vengo yo aquí a predicar la verdad, a emancipar a los que están subyugados. Arranquemos a la mujer, al obrero y al estudiante de esas influencias [las de la Iglesia Católica] y habremos alcanzado el ideal del libre pensamiento. (Belén de Sárraga: entrevistada en El Mercurio)

El entusiasmo de las precursoras anarquistas las llevaba a predecir un cambio radical de la sociedad, que podía darse muy pronto, si las mujeres tomaban conciencia de la situación que sufrían y se sumaban masivamente a su causa. En El Ácrata, un periódico chileno de 1901, una fervorosa poetisa anarquista escribía:
Arenga de Federica Montseny

¡Oh, burguesía! Piensa en el futuro / de la presente sociedad humana, / raciocina con calma y de seguro / verás temblar tu criminal espada! / ¿Existe acaso algún poder oculto / para que siempre esclava la mujer / acepte el sucio y miserable insulto / del potentado o místico burgués?

Las anarquistas no confiaban demasiado en sus congéneres sufragistas, que reclamaban el derecho al voto para la mujer. Esa fue una conquista que al avanzar el siglo XX se fue convirtiendo en realidad en todos los países. Las injusticias de la sociedad no concluían en las urnas, afirmaban  las anarquistas.

Después de cientos de años de profundo sueño, comienzan las mujeres a tornar a la vida que es lucha y movimiento. (Editorial de Verba Roja)

El texto proviene de un periódico feminista chileno publicado en 1922. La imagen de la mujer oprimida en varios niveles, sin derecho a voto, discriminada en el trabajo y el hogar, surge de otra más antigua y optimista, que todas las niñas conocen, la figura de una Bella Durmiente que espera al Príncipe Azul que le permitirá quebrar el hechizo y alcanzar la felicidad.
De acuerdo a Isolina Bohórquez, las madres debían extirpar del cerebro de sus hijos el fanatismo de la patria y la raza que se aprenden en la escuela pública, para dar sitio al amor por los trabajadores y afianzar el odio hacia las clases gobernantes y los explotadores del proletariado.
Aunque en Europa y América rechazaban a las iglesias cristianas, entendiéndolas como instituciones donde se adormecía y finalmente se discriminaba a la mujer, algunas feministas adoptaron el lema cristiano de amarse los unos a los otros. Ellas se consideraban destinadas a establecer la fraternidad entre los pueblos que los hombres habían fracasado repetidamente desde que se tiene memoria. Según las feministas de comienzos del siglo XX, si había tantos hombres destacados en la ciencia, el arte, la política y los negocios, era porque los habían ocupado a expensas de mujeres no menos capacitadas que ellos.
Al comenzar el siglo XX, más del 70% de las mujeres españolas eran analfabetas (mientras que algo más de la mitad de los hombres estaba en la misma situación). La situación fue mejorando en las dos décadas que siguieron, pero las mujeres continuaron en desventaja respecto de la escolaridad de los hombres. La lucha de las anarquistas por la educación recuerdan las palabras de Condorcet:

Cuando se educa a un niño, se prepara a un hombre educado; cuando se educa a una niña, se afianza también la educación de una familia. (Condorcet)

Parte de las demandas de las anarquistas quedaron de algún modo satisfechas durante el siglo XX por la democracia burguesa que ellas pretendían destruir. El trabajo de difusión de las nuevas ideas había sido lento, pero no infructífero. Después de obtener el voto, el siguiente paso para las activistas femeninas fue que las consideraran elegibles para ocupar los cargos públicos.
No tardaron en ingresar a las universidades. Podían titularse, pero no siempre ejercían. Con el tiempo, estuvieron representadas en todas las profesiones imaginables (incluyendo las Fuerzas Armadas, pero de todos modos excluyendo al sacerdocio católico). Lograron que se eliminaran las diferencias entre hijos nacidos dentro del matrimonio o fuera de él, que se les otorgara un fuero maternal, que estén autorizadas a perseguir legalmente a los hombres que no se responsabilicen de la crianza de los hijos que engendraron… aunque se continúe pagándoles a veces la mitad del salario por las mismas tareas que los hombres realizan.
Emma Goldman

Todas aquellas que alcancen la deseada igualdad, generalmente lo hacen a expensas de su bienestar físico y psíquico. Para la gran masa de mujeres trabajadoras, ¿cuánta independencia se gana, si la estrechez y falta de libertad del hogar es reemplazada por la estrechez y falta de libertad de la fábrica, las tiendas o la oficina? Más aún, después de un duro día de trabajo, está la carga de ocuparse de un “hogar, dulce hogar” frío, atemorizador, desordenado, poco acogedor. ¡Gloriosa independencia! No es sorprendente los cientos de jóvenes dispuestas a aceptar la primera oferta de matrimonio, hartas y cansadas de su “independencia” detrás de un mostrador, una máquina de coser o de escribir”. (Emma Goldman)

Durante la Guerra Civil Española, las anarquistas Lucía Sánchez Saomil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón organizaron en 1936 el movimiento de Mujeres Libres. Planteaban la necesidad de escolarizar a las mujeres y suministrarles información política que les permitiera entender la experiencia de la República. Para las anarquistas, la guerra brindaba la oportunidad de acelerar cambios mentalidad que hubieran sido impensables en épocas menos conflictivas. A pesar de ello, las penurias de la actualidad obligaron a dejar de lado la educación, para dedicarse a suplantar a los hombres en las fábricas y participar en la lucha armada.

domingo, 18 de enero de 2015

MUJERES DEL MEDIOEVO



Pareja del Medioevo
Si la mujer pudo vencer al hombre estando en el Paraíso, no debe causarnos admiración que seduzca a los que no están en el Paraíso. (…) Jamás os detengáis con una mujer sola y sin testigos. (San Jerónimo)
Huir del riesgo de quedar encadenado a una mujer, es la advertencia de un hombre respaldado por la Iglesia (que no está solo en sus convicciones: una multitud de hombres respetados plantea lo mismo sin avergonzarse ni encontrar voces que los contradigan). Lamentablemente, no es posible prescindir de la mujer, cuando se trata de reproducir la especie. Aunque solo sea por eso, ella adquiere cierto valor en la visión medieval del mundo. Al mismo tiempo, esa mujer carece de independencia (no para vivir sola, sino para expresar sus necesidades y establecer sus derechos. Ella existe porque el hombre la necesita. Por lo tanto, depende de él y cifra su mayor logro en la ilusión de fundirse con él.

Son verdaderamente dos en una sola carne y donde la carne es única, único es el espíritu. Juntos rezan, juntos se arrodillan, juntos practican el ayuno. Uno enseña al otro, uno honra al otro, uno sostiene al otro. (Tertuliano)
El hombre es la cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es la cabeza del hombre. (Tomás de Aquino).

Hay religiones orientales que toleran o promueven el disfrute de la sexualidad humana, pero las monoteístas no se cuentan entre ellas. Para la tradición del cristianismo, resulta legítimo el emparejamiento humano, siempre y cuando se efectúe con fines reproductivos y en el interior de un matrimonio celebrado ante la Iglesia; que garantiza el cumplimiento de un contrato de asistencia y compañía, hasta que la muerte separe a los contrayentes. Gracias a un acuerdo solemne, que pone a Dios como testigo, el hombre se compromete a mantener y guiar a quien acepta como su esposa, mientras la mujer accede a que ese único hombre utilice su cuerpo como instrumento para aplacar la concupiscencia, vale decir, para evitar males mayores, tales como el adulterio efectivo o el abandono a pensamientos aún más pecaminosos.

La delectación de las mujeres dura más tiempo que en los varones, empero no es de tanta vehemencia y encendimiento, al contrario en los varones, pues el apetito se les acaba presto, y dura menos que en las mujeres, empero que en el tiempo que son tentados, tienen mayor furia y encendimiento, pero que sea lo uno, que sea lo otro, no deben los varones porfiar en satisfacer y vencer los apetitos de las tales mujeres, si no quieren incurrir en diversas enfermedades. (Francisco Núñez de Coria: Tratado del uso de las mujeres, 1572)

Pareja del Medioevo
Hay que reconocer en el cristianismo la voluntad de plantear la monogamia como la forma superior de la pareja humana, en oposición a la tradición judía, que abunda en ejemplos de poligamia practicada no por infractores a la ley moral, sino por hombres tan destacados como Moisés, Abraham, David, Salomón y otros. Dentro del cristianismo, sin embargo, no todas las iglesias revelan la misma actitud respecto del divorcio y la anulación matrimonial, que de hecho infringen el predominio la monogamia. Calvino condenaba la poligamia, mientras los anabaptistas la practicaban en el siglo XVI.
Martín Lutero, tan crítico de todo aquello que consideraba las desviaciones doctrinarias del catolicismo, solo aconsejó discreción al landgrave Felipe de Hesse, uno de sus más fervientes partidarios, que tenía dos esposas.

Si la mujer legítima se resiste, venga la criada (…) y si ésta tampoco quiere, procúrate una Ester, y manda a pasea a la Vasti, como hizo el rey Asuero. (Lutero: Vida Conyugal)

De acuerdo al Atlas Etnográfico (1981) del antropólogo George Peter Murdock, que analiza a 1170 sociedades humanas, en el 72% de ellas se practica la poligamia. La idea de que el matrimonio ofrezca el territorio más adecuado para que se manifiesten las pasiones humanas, resultaba ajena al cristianismo. No hay nada parecido al Kama Sutra hindú en el mundo cristiano, pero tampoco lo hay en el judaísmo o el islamismo. Cuando surgieron tendencias que proclamaban lo contrario (fue el caso de los albigenses y cátaros del Medioevo francés), no tardaron en ser perseguidos y reprimidos con la muerte. Para la secta de los bogomilos, refugiada en los Balcanes entre los siglos XI y XV, el celibato era el estado ideal para quienes pretendía ser considerados puros, porque el mundo no pasaba de ser una invención del Demonio. Ellos rechazaban en su dieta cualquier alimento que fuera producto del coito (los huevos y lla carne de los animales).
El matrimonio cristiano debía ser un ámbito que permitiera la contención del deseo sexual de los seres humanos y concentrarse en el diálogo con Dios. La aceptación de la sexualidad en el interior del matrimonio quedaba restringida por fechas llamadas “de guardar”, como la Cuaresma, el Adviento y otras. Al sumar ese calendario a las prohibiciones de los días en que la mujer menstrua y no se considera disponible para el coito (una norma sanitaria que se remonta a las leyes de Moisés y son acatadas también por judíos y musulmanes), las posibilidades de que una pareja cristiana disfrutara su sexualidad en el siglo VIII de nuestra era, no llegaban a las 100 jornadas por año, cifra que luego se aumentó a 125, en el curso del siglo XVII.
Mujeres músicas

El amor carnal, alimentado por la lujuria y caracterizado por el exceso, es asimilable al adulterio y produce los mismos efectos que éste: lascivia, celos, locura. (Gilbert de Tournai)

En comunidades campesinas del Caribe se cuenta la historia ejemplarizante de una pareja que se atrevió a mantener relaciones sexuales nada menos que durante un Viernes Santo, fecha en que el calendario cristiano prescribe la abstinencia, con la terrible consecuencia de no poder despegar sus cuerpos a continuación. La imagen puede resultar grotesca, incluso cómica, pero no se aparta mucho de la descripta por los santos Pablo y Pedro al describir el Juicio Final, cuando los muertos se levantarán de sus tumbas, unidos a todos aquellos con quienes se relacionaron sexualmente.
¿Cómo podría autorizarse que las parejas gozaran en la cama, si tampoco les estaba permitido hacerlo en la mesa o el baño? La mortificación sistemática de los apetitos del cuerpo se encontraba prescripta por un calendario que tal vez no mencionara específicamente asuntos tan difíciles de encarar como la higiene o la conducta sexual, pero planteaba un sistema notoriamente preocupado por la salvación del alma.
Para san Pablo (Corintios 1, VII, 2-4), al casarse una mujer, dejaba de ser la dueña de su cuerpo, porque se lo había entregado a su marido, y viceversa (aunque cuesta imaginar que la simetría fuera tan exacta, porque la sociedad medieval no le otorgaba a las mujeres las mismas oportunidades que a los hombres). La doble renuncia al cuerpo que propone san Pablo, indicaría menos el sometimiento de por lo menos uno de los miembros de la pareja al otro (como se da en las prácticas sadomasoquistas), que en la entrega de ambos a la voluntad de Dios, manifestada por la palabra de la Iglesia.
Nuestras Sagradas Escrituras no nos dicen que hay necesidad alguna de que marido y mujer se atraigan tan fuertemente. Esa es muestra, más bien, de amores lascivos y desvergonzados; dado que al inundar sus corazones con deseos lúbricos, continuamente los desean y ellos se abandonan y no profesan a Dios el amor que le deben. He visto a mujeres que amaban de tal modo a sus maridos, y sus maridos a ellas, con un amor tan ardiente, que unas y otros olvidaban de servir a Dios, pues del tiempo que se le debe a Dios, solo le dedicaban aquel que les dejaba libre sus lascivos arrumacos. (Pierre de Bourdeilles: Las Damas Galantes)
Donal Crumb; Ilustraciones de La Biblia

No conviene imaginar al Medioevo como una época de fanáticos religiosos que hubieran preferido la muerte, antes que incurrir en el pecado. Durante el siglo XIV, Pierre de La Palu menciona el procedimiento del coitus interruptus (penetración vaginal de la mujer por el hombre, que se retira antes de la eyaculación). Se trata de una práctica anticonceptiva que aparece estigmatizada en la Biblia, no por ineficaz, como se juzga hoy, sino por transgredir la Ley. Obligado a casarse con la viuda de su hermano mayor, Onán recurría a ese procedimiento para evitar una descendencia que no tendría derecho a heredar nada de su patrimonio. Mediante la estratagema lograba sus fines, pero también desafiaba la voluntad de Dios, expresada en reglamentos milenarios, y por eso se volvía merecedor de un castigo ejemplar.  El procedimiento que hoy se considera ineficaz (¿cuántos son los hombres que atinan  a controlarse, precisamente en momentos de descontrol?) debió haberse difundido bastante hacia el final del Medioevo, porque las tasas de natalidad descendieron en forma evidente. La otra opción era el aborto, un tema del que rara vez se habla, y casi siempre para denostar a las mujeres que lo ejecutaban, no para preocuparse de las motivaciones o las consecuencias en aquellas que lo experimentaban.
Mujer del Medioevo

Tomás Sánchez en el siglo XVI, alentó a las mujeres a tener tantos hijos como resultaran de su convivencia con el marido y se aceptó que la sexualidad en el matrimonio pudiera incluir al placer como uno de sus principales estímulos. En el caso de la mujer, se suponía que algo tan ajeno a las preocupaciones masculinas como el haber disfrutado durante el coito, podía tener ventajas adicionales para los hijos que se concibieran, tal como la belleza e inteligencia, pero en ningún caso era una obligación del marido preocuparse de que ella conociera tales sensaciones. ¡Todo lo contrario! Una mujer conocedora de las posibilidades más agradables de su cuerpo, en lugar de resignarse al (mal)trato que le tocara en suerte, se convertía en una demandante incómoda y un peligro constante para quien la sociedad le había atribuido el derecho y la obligación de controlarla.

Si Dios, quando formó el ome entendiera / que era mala cosa la mujer, non la diera / al ome por compañera, nin d’él non la fesiera / si para bien non fuera, tan noble non saliera. (Arcipreste de Hita: Libro del Buen Amor)