lunes, 19 de enero de 2015

LUCHADORAS ANARQUISTAS

Anarquistas españolas en la Guerra Civil


Considero funestos y estúpidos todos nuestros ensueños sobre la emancipación de la mujer; le niego toda clase de derechos e iniciativa políticos; creo que para la mujer, la libertad y el bienestar consisten únicamente en el matrimonio, la maternidad, los trabajos domésticos, la fidelidad al esposo, la castidad y el retiro. El trabajo de la casa es el sueño dorado de una joven: los que (…) quieren suprimir los trabajos de la casa deberían explicarnos mejor esta depravación del instinto del sexo. De mi parte, cuanto más lo pienso, menos puedo concebir un destino para la mujer que no sea el de la familia y los trabajos caseros. (Pierre-Joseph Proudhon: Apuntes autobiográficos)

Proudhon, célebre anarquista de mediados del siglo XIX, no se avergonzaba de plantear ideas tan tradicionales y discriminadoras como esas, que no atendían los reclamos de un amplio sector relegado de la sociedad. Tampoco los líderes de la Revolución Francesa, en los años finales del siglo XVIII habían sido más sensibles al tema, como demuestra el rol subordinado en que se mantuvo a las mujeres después de derrocada la monarquía y la pronta marginación de la escena pública de figuras como Olympe de Gouges, Claire Lacombe o Théroigne de Méricourt. Puesto que los hombres consideran inútil tomar en cuenta las reivindicaciones femeninas, ellas mismas tendrían que hacerlo. Esa fue la lección que tardó en imponerse.
La Voix des femmes, periódico anarquista, comenzó a publicarse en Francia en 1838. Petrona Rosende de Sierra había publicado algunos años antes en Buenos Aires, La aljaba. Rosa Guerra publicó La camelia en 1852 y Juana Manso de Noronha Álbum de señoritas. La Alborada del Plata, otro periódico dedicado a las mujeres, dirigido por Manuela Gorriti, planteaba alrededor de 1880 la necesidad de reducir a ocho horas la jornada de trabajo y defendía causas tan opuestas a las ideas dominantes como el amor libre.
Ni Dios, ni patrón, ni marido era el nombre nada conciliador del periódico de cuatro páginas publicado por Virgina Bolten en Buenos Aires y Montevideo, durante los últimos años del siglo XIX. Las agrupaciones anarquistas femeninas se instalaron por entonces en todos los países donde las grandes industrias incorporaban a la mujer como fuerza de trabajo tan capacitada como la masculina, pero siempre peor pagada. Las anarquistas ganaron notoriedad, pronunciaban conferencias, fundaban sindicatos y periódicos de circulación restringida, mientras eran vilipendiadas por los medios.
Belén de Sárraga
Belén de Sárraga, médica y famosa anarquista española, se radicó en Montevideo y recorrió buena parte de Latinoamérica. Visitó las ciudades del norte de Chile, donde prosperaba la industria del salitre. Allí se fundaron centros femeninos que llevaban su nombre. Años más tarde, se encontraba en México, cuando estalló la revolución en España que condujo al establecimiento de la república. Sárarraga se había definido como una personalidad tan atractiva, que brindaba conferencias en los teatros y convocaba a una audiencia seducida por sus ideas renovadoras, en las que se mezclaban el anticlericalismo, la defensa de los derechos cívicos de la mujer, el reconocimiento de los hijos nacidos fuera del matrimonio y la prédica espiritista.
Era una mujer bella y una oradora tan motivadora, que los concurrentes varones que asistieron a una de sus conferencias en Santiago de Chile, decidieron desuncir los caballos del carruaje que debía conducirla del teatro al hotel donde se alojaba, tal como se había hecho en otras ocasiones, después de una presentación de la actriz Sara Bernhardt.

Vengo yo aquí a predicar la verdad, a emancipar a los que están subyugados. Arranquemos a la mujer, al obrero y al estudiante de esas influencias [las de la Iglesia Católica] y habremos alcanzado el ideal del libre pensamiento. (Belén de Sárraga: entrevistada en El Mercurio)

El entusiasmo de las precursoras anarquistas las llevaba a predecir un cambio radical de la sociedad, que podía darse muy pronto, si las mujeres tomaban conciencia de la situación que sufrían y se sumaban masivamente a su causa. En El Ácrata, un periódico chileno de 1901, una fervorosa poetisa anarquista escribía:
Arenga de Federica Montseny

¡Oh, burguesía! Piensa en el futuro / de la presente sociedad humana, / raciocina con calma y de seguro / verás temblar tu criminal espada! / ¿Existe acaso algún poder oculto / para que siempre esclava la mujer / acepte el sucio y miserable insulto / del potentado o místico burgués?

Las anarquistas no confiaban demasiado en sus congéneres sufragistas, que reclamaban el derecho al voto para la mujer. Esa fue una conquista que al avanzar el siglo XX se fue convirtiendo en realidad en todos los países. Las injusticias de la sociedad no concluían en las urnas, afirmaban  las anarquistas.

Después de cientos de años de profundo sueño, comienzan las mujeres a tornar a la vida que es lucha y movimiento. (Editorial de Verba Roja)

El texto proviene de un periódico feminista chileno publicado en 1922. La imagen de la mujer oprimida en varios niveles, sin derecho a voto, discriminada en el trabajo y el hogar, surge de otra más antigua y optimista, que todas las niñas conocen, la figura de una Bella Durmiente que espera al Príncipe Azul que le permitirá quebrar el hechizo y alcanzar la felicidad.
De acuerdo a Isolina Bohórquez, las madres debían extirpar del cerebro de sus hijos el fanatismo de la patria y la raza que se aprenden en la escuela pública, para dar sitio al amor por los trabajadores y afianzar el odio hacia las clases gobernantes y los explotadores del proletariado.
Aunque en Europa y América rechazaban a las iglesias cristianas, entendiéndolas como instituciones donde se adormecía y finalmente se discriminaba a la mujer, algunas feministas adoptaron el lema cristiano de amarse los unos a los otros. Ellas se consideraban destinadas a establecer la fraternidad entre los pueblos que los hombres habían fracasado repetidamente desde que se tiene memoria. Según las feministas de comienzos del siglo XX, si había tantos hombres destacados en la ciencia, el arte, la política y los negocios, era porque los habían ocupado a expensas de mujeres no menos capacitadas que ellos.
Al comenzar el siglo XX, más del 70% de las mujeres españolas eran analfabetas (mientras que algo más de la mitad de los hombres estaba en la misma situación). La situación fue mejorando en las dos décadas que siguieron, pero las mujeres continuaron en desventaja respecto de la escolaridad de los hombres. La lucha de las anarquistas por la educación recuerdan las palabras de Condorcet:

Cuando se educa a un niño, se prepara a un hombre educado; cuando se educa a una niña, se afianza también la educación de una familia. (Condorcet)

Parte de las demandas de las anarquistas quedaron de algún modo satisfechas durante el siglo XX por la democracia burguesa que ellas pretendían destruir. El trabajo de difusión de las nuevas ideas había sido lento, pero no infructífero. Después de obtener el voto, el siguiente paso para las activistas femeninas fue que las consideraran elegibles para ocupar los cargos públicos.
No tardaron en ingresar a las universidades. Podían titularse, pero no siempre ejercían. Con el tiempo, estuvieron representadas en todas las profesiones imaginables (incluyendo las Fuerzas Armadas, pero de todos modos excluyendo al sacerdocio católico). Lograron que se eliminaran las diferencias entre hijos nacidos dentro del matrimonio o fuera de él, que se les otorgara un fuero maternal, que estén autorizadas a perseguir legalmente a los hombres que no se responsabilicen de la crianza de los hijos que engendraron… aunque se continúe pagándoles a veces la mitad del salario por las mismas tareas que los hombres realizan.
Emma Goldman

Todas aquellas que alcancen la deseada igualdad, generalmente lo hacen a expensas de su bienestar físico y psíquico. Para la gran masa de mujeres trabajadoras, ¿cuánta independencia se gana, si la estrechez y falta de libertad del hogar es reemplazada por la estrechez y falta de libertad de la fábrica, las tiendas o la oficina? Más aún, después de un duro día de trabajo, está la carga de ocuparse de un “hogar, dulce hogar” frío, atemorizador, desordenado, poco acogedor. ¡Gloriosa independencia! No es sorprendente los cientos de jóvenes dispuestas a aceptar la primera oferta de matrimonio, hartas y cansadas de su “independencia” detrás de un mostrador, una máquina de coser o de escribir”. (Emma Goldman)

Durante la Guerra Civil Española, las anarquistas Lucía Sánchez Saomil, Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón organizaron en 1936 el movimiento de Mujeres Libres. Planteaban la necesidad de escolarizar a las mujeres y suministrarles información política que les permitiera entender la experiencia de la República. Para las anarquistas, la guerra brindaba la oportunidad de acelerar cambios mentalidad que hubieran sido impensables en épocas menos conflictivas. A pesar de ello, las penurias de la actualidad obligaron a dejar de lado la educación, para dedicarse a suplantar a los hombres en las fábricas y participar en la lucha armada.

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