domingo, 18 de enero de 2015

POLIANDRIA


Poliandria en Tibet
Los romanos tenían más de una evidencia para sentirse el centro del mundo conocido. Habían construido un Imperio dilatado que funcionaba razonablemente bien, aunque costaba comunicarlo y se desajustaba con frecuencia. Para mantenerlo, negociaban con pueblos muy diferentes, como los celtas y se enteraban de situaciones que ellos, a pesar de su fama de corruptos, nunca hubieran adoptado (entre otros motivos, porque desafiaban sus nociones de la propiedad y la filiación).

Diez y a veces doce [celtas] tienen esposas comunes a todos ellos; sobre todo, los hermanos. Si hubiera descendencia de esas esposas, se los considera hijos de aquel con quien ella se casó siendo virgen. (Julio César: Guerra de las Galias)

Entre los romanos existían alternativas legales como el repudio y el divorcio de mutuo acuerdo, para las parejas que no disfrutaban la vida en común. Los cristianos que los sucedieron, eran todavía más estrictos. Para ellos, el matrimonio había sido instituido por Dios y no podía ser disuelto. Hay visiones atroces de las consecuencias del adulterio y la promiscuidad, como describen las cartas de san Pablo, cuando anuncia el inminente fin del mundo que sobrevendría tras el regreso del Hijo de Dios (promesa que se posterga desde hace ya veinte siglos).
En ese momento los muertos saldrán de sus tumbas, como en la escena de espeluznante de un filme gore, para ser juzgados por los actos de su vida. Los adúlteros se descubrirán ligados corporalmente a sus parejas, y las prostitutas a la multitud de clientes a quienes vendieron su cuerpo. Esa imposibilidad de separarse más allá de la muerte, cuando todo lo que se pretendió fue pasar un buen rato que mejor se olvidara, debía causar espanto a los pecadores.

Cada oveja con su pareja (antiguo refrán español)

La posibilidad de que las mujeres, habitualmente sometidas a las decisiones de sus maridos, que a pesar de los juramentos no les deben fidelidad, puedan aprovechar los mismos privilegios de sus parejas, y convivir con tantos hombres como les plazca, suele ser evaluada por la opinión dominante como una prueba de que el mundo se ha trastornado y se dirige hacia la ruina, como la demostración de una falta de principios inaceptable.
Barbara Hutton y primer esposo
Durante el siglo XX, Barbara Hutton, heredera de una familia norteamericana enriquecida por el comercio, durante la adolescencia fue considerada la mujer más rica del planeta. Eso le abría las posibilidades de casarse con quien quisiera; a pesar de lo cual no pudo evitar que sus parejas la defraudaran, en ocasiones robándola, otras golpeándola. Ocho veces se casó y mantuvo relaciones con muchos hombres que solo llegaban a distraerla por un rato, antes de que el aburrimiento volviera a imponerse.

Solo me he acostado hombres con los que me he casado. ¿Cuántas mujeres pueden decir eso? (Elizabeth Taylor)

La actriz Elizabeth Taylor, que alcanzó la fama cuando era una niña, también se casó (y divorció) en más de una oportunidad. Dos veces lo hizo en la madurez con el mismo hombre (el actor Richard Burton). Una vez enviudó (de Michael Todd, por quien se convirtió del cristianismo al judaísmo). Lo hizo con hombres de su edad y ambiente, con otros mayores o bastante menores, que nada tenían que ver con el mundo del espectáculo. Si algo la exime de ser condenada por la moral dominante en su época, es que nunca tuvo más de un marido al mismo tiempo. Fue monógama, solo que nunca por mucho tiempo con el mismo hombre.
Elizabeth Taylor y sucesivos esposos
En el pasado, lo más probable era que hubiera un hombre para cada mujer. No se trataba de una garantía constitucional o un mandato religioso. La naturaleza misma se encarga de aproximar el número de nacimientos de un género y otro. A pesar de lo anterior, en las guerras muchos hombres mueren demasiado jóvenes, por lo que muchas mujeres se quedarían sin la pareja que necesitan, mientras que paralelamente, en lugares poco habitados, como el continente americano después de la llegada de los conquistadores europeos, sucedía lo contrario: en ciertas regiones faltaban mujeres. Cada una de las residentes disponía de demasiados hombres, para que pudiera formar pareja con un solo.
Supongamos mujeres que disfrutan la inesperada posibilidad de elegir pareja, mujeres que a veces no dependen de ningún hombre para subsistir, porque disponen de propiedades e industrias que han heredado o adquirido con sus propios recursos.
Ellas podrán cambiar de pareja si lo desean, que llegado cierto punto de desgaste de una relación, por lo tanto deciden si vale la pena (o no) realizar algún esfuerzo para salvarla. ¿Qué opciones se les presentan en la actualidad?
Primera opción: resignarse a la mala decisión en la que incurrieron al escoger pareja. El matrimonio es una institución, para muchos creyentes se trata inclusive de un sacramento, y una vez dado el paso, no hay retroceso (de acuerdo a la óptica del catolicismo, al menos).
Otra opción: incorporar un nuevo miembro a la pareja, alguien que supla las deficiencias detectadas en la pareja (es la opción poliándrica, no tolerada habitualmente por las instituciones civiles o religiosas).
Una tercera opción: divorciarse de una pareja legal, aunque hubiera que pagar cara la libertad, para entablar de inmediato una nueva relación monogámica, en la confianza de que la próxima resulte más satisfactoria que la anterior (esta es una opción desaconsejada por algunos cultos religiosos, pero aceptada por las leyes de casi todos los Estados y la opinión pública).
Barbara Hutton y Cary Grant
Cuando Barbara Hutton o Elizabeth Taylor acumulaban sucesivos matrimonios por amor, seguidos por rápidos divorcios atribuibles al desvanecimiento de la pasión, lo hacían exponiéndose a ser evaluadas moralmente por millones de lectores de la prensa y espectadores de cine que no las conocían personalmente, que por lo tanto ignoraban la mayor parte de sus circunstancias, pero de todos modos tenían acceso privilegiado a detalles de sus vidas que en otra época hubieran permanecido ignorados. Ellas no eran mujeres de un solo hombre, pero tampoco se trataba de poliandras declaradas. Técnicamente, continuaban siendo monógamas. Sus detractores y admiradores no les perdonarían la promiscuidad evidente.
La poliandria o convivencia legal de una mujer con varios hombres, es una situación bastante rara, a diferencia de lo que pasa con la poligamia o convivencia legal de un hombre con varias mujeres. Se da en ciertas comunidades aisladas, como los mosso del este de Tibet, los inuits o esquimales de Canadá o las tribus hunza del norte de Pakistán, en las que existe desde hace generaciones un pronunciado desequilibro entre muchos hombres y pocas mujeres. No es una crisis atribuible a la Naturaleza, que estadísticamente se encarga de emparejar a los géneros, sino la evidencia de una práctica humana reveladora del distinto valor que se atribuye a los hombres y las mujeres.
En China se consideraba que los hombres resultaban de mayor utilidad económica para la familia, mientras que las mujeres representarían una carga, puesto que al casarse quedaban fuera del grupo que tanto había invertido en ellas. Por eso, no dudaban en matar a las niñas al nacer, o antes de nacer, como se ha denunciado que ocurre hoy gracias al empleo de las ecografías que permiten averiguar el sexo del feto durante el embarazo.
Draupadi y hermanos Pandavas
El desequilibrio entre hombres y mujeres se ha resuelto en la India, permitiendo que los cinco hermanos Pandavas, dando cumplimiento al consejo de Kunti, su madre, que les ha pedido no separarse bajo ninguna circunstancia, compartan una única esposa, unos cinco siglos antes de nuestra era. Si bien es Arjuna, el arquero, quien la introduce en la casa del grupo, tras haberla ganado en un concurso organizado por el padre de la joven, es Yudhishtira, el mayor de los hermanos, quien ejerce primero sus derechos de esposo.
Como consecuencia de esta relación múltiple, la mujer pare cinco hijos en años sucesivos, uno por cada padre. Posteriormente, los Pandavas toman otras esposas, pero Draupadi continúa siendo la favorita de todos. En cierta ocasión Arjuna regresa inesperadamente al hogar, en busca de una lanza que olvidó, y sorprende la intimidad de uno de sus hermanos con Draupadi, situación por la que se lo castiga.
Draupadi no es bien considerada por sus contemporáneos, al punto que Dushasana se atreve a despojarla de sus ropas en público. No obstante, el dios Krishna intervienes para protegerla, suministrándole un sari interminable. En el libro sagrado del Mahabharata, se la presenta como el modelo de las esposas, totalmente consagrada al servicio de sus cinco esposos y ejemplo insuperable de castidad 
Entre los esquimales, cuando una esposa se quedaba esperando el regreso del marido, que había salido de caza, los hermanos menos del hombre podían acostarse con ella. La poliandria no se da nunca en sociedades matrilineales, donde la descendencia se define por el lado de la madre, no por el lado del padre.
El objetivo de la poliandria no es otorgar a las mujeres mayores libertades que las concedidas tradicionalmente a los hombres, sino evitar que las tierras de una familia se subdividan con cada nueva generación, hasta que resulten insuficientes para alimentar a sus propietarios. Gracias a la poliandria, todos los hijos que tiene una mujer con varios esposos, son considerados hermanos entre ellos y continúan explotando la misma propiedad.

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