En el siglo IV de nuestra era, los jóvenes Aelia Gala Placidia y Euquerio prometieron casarse. Al hacerlo, dejaban constancia de los acuerdos establecidos entre sus dos familias, pertenecientes a la nobleza del Imperio Romano de Occidente. Ella tenía siete años y él diez. Intercambiaron las arras, que consistían en dinero u objetos de valor. El compromiso de menores de edad estaba permitido por la ley romana, pero la consumación de la boda debía postergarse hasta que ambos hubieran madurado sexualmente.
En las sociedades primitivas, la existencia humana suele ser corta, porque se encuentra amenazada por enfermedades mal diagnosticadas y peor atendidas, el hambre, la guerra y otras penurias. Para evitar la desaparición de la especie, la vida debe ser preservada mediante la procreación temprana. Si se espera el momento más oportuno para establecer una pareja, puede ocurrir que la muerte se adelante y frustre la empresa.
Desde hace miles de años, los textos sagrados de la Indica aconsejan a los hombres casarse pronto y en lo posible con mujeres más jóvenes, que suelen ser las más fértiles y probablemente las más fáciles de controlar, sea para las familias que las entregan, como para los maridos que las reciben.
Un hombre de 30 años debe casarse con una niña de 12 que le guste. Un hombre de 24 con una niña de 8 años de edad. Si sus deberes no se lo impidieran, se debe casar antes. (Leyes de Manu Smiriti)
En el mundo no desarrollado, el matrimonio temprano no afecta por igual a los hombres y las mujeres. Mientras el 74% de las jóvenes de la República Democrática del Congo se ha casado antes de los 19 años, solo un 5% de los varones se encuentra en la misma situación. Para las naciones islámicas, casarse con una niña que acaba de pasar por la primera menstruación, es una costumbre bien evaluada por los hombres que las doblan o triplican en edad.
Casarse con una hembra inexperta les asegura su virginidad, garantía de que el marido no habrá de sufrir contagio de enfermedades venéreas traídas por ella, tanto como la sumisión de la esposa, que aceptará el maltrato y la subordinación, porque quedaría marginada de la sociedad si el marido la repudiara.
Las niñas de Bangladesh son casadas apenas alcanzan la pubertad, para aliviar a la familia de la carga económica que representa su crianza. En el caso de provenir de una familia muy pobre o carecer de padres, se la entrega en matrimonio a hombres mayores, que ya tienen otras esposas, para quienes la nueva pasa a ser una sirvienta sin paga.
A veces los matrimonios son falsos, la joven es apartada de los suyos para trasladarla fuera del país, donde al hallarse sola y desconcertada, se la prostituye sin mayores obstáculos.
En Afganistán se celebran bodas de niños, sobre todo en los sectores campesinos y los más pobres de las ciudades. La motivación suele ser económica: los padres de la novia reciben de los novios de más edad el pago de una dote que equivale al doble de los ingresos promedio de una persona durante un año. Criar niñas para casarlas a buen precio, es una inversión que conviene amortizar lo antes posible. En ciertos casos, las familias pagan con las arras las deudas que han acumulado durante años
De acuerdo a la UNICEF, 43% de los matrimonios que se efectúan en ese país incluyen a menores de edad. En Etiopía, de acuerdo a las Naciones Unidas, el 90% de las niñas se casa antes de los 14 años, en abierto desafío a las leyes, que estipulan los 19 años como edad mínima (la discrepancia se soluciona pagando una módica multa).
En la India se calcula que hay en la actualidad un millón y medio de niñas menores edad casadas, de las cuales una quinta parte han sido madres antes de cumplir los 15 años. En 2006 el Parlamento aprobó una ley que declara nula cualquier unión de menores de 18 años y compromete a los familiares a mantener a las jóvenes hasta que alcancen la mayoría de edad.
El matrimonio precoz es muy común en África y Asia Meridional, aunque también se da en Oriente Medio y algunos lugares de América Latina y Europa Oriental. Por ejemplo, en Etiopía y en determinadas zonas de África occidental, el matrimonio a los 7 u 8 años de edad no es infrecuente. En Nigeria, la edad promedio al contraer el primer matrimonio es a de 17 años. (…) En Asia meridional, el matrimonio de menores es especialmente común en las formas rurales, pero también se observa en las zonas urbanas. En Nepal (...) 7% de las niñas están casadas antes de los 10 años de edad y 40% a los 15 años. (Pan American Health Organization: Informe 2003)
Se ha denunciado que en comunidades campesinas de Oaxaca, México, los padres pueden vender a sus hijas menores de edad, recibiendo el pago en efectivo o ganado y semillas. Un número considerable de niñas entre los 12 y 14 años son casadas, a pesar de que la ley establece los 14 años como edad mínima.
En la India, no es raro que un niño de siete años sea casado con una niña de la misma edad, a la que no ha tenido la oportunidad de conocer, ni está en condiciones de fecundar, en abierto desafío a lo estipulado por el Código Civil hindú. Se trata de una costumbre más antigua, que aconseja aprovechar las ocasiones más propicias para la felicidad futura de la pareja, tal como la anuncia el horóscopo tomando en cuenta el costo menor que el de las ceremonias de adultos, mientras se le da la espalda a las ideas modernas de los legisladores, que pretenden terminar con esa tradición.
La boda entre niños brinda la oportunidad de relacionar a dos familias pertenecientes a una misma casta social y la negociación es un asunto manejado por los adultos, en el que los jóvenes tienen un rol secundario.
Durante la Edad Media europea, en un contexto de guerras feudales y deficientes condiciones sanitarias, la gente rara vez llegaba a cumplir los cincuenta años. No era extraño que los matrimonios se celebraran cuando los contrayentes tenían alrededor de veinticinco años. Eso permitía establecer una base económica más confiable para la nueva familia y ampliaba las posibilidades de seleccionar con cuidado a la pareja.
En el mundo desarrollado de la actualidad, por razones que nada tienen que ver con las tradicionales (mejoramiento de las expectativas de vida, descrédito de las instituciones) los jóvenes demoran cada vez más el matrimonio.
En la actualidad, no más del 4% de las mujeres norteamericanas se casan antes de los dieciocho años y apenas el 1% en Alemania. No es que los chicos y chicas dejen de lado la temprana actividad sexual, ni tampoco que supriman la procreación, pero no se deciden a comprometerse en una relación estable con sus parejas, hasta considerar que han concluido sus estudios y afianzado sus carreras, han disfrutado de viajes, han reunido un capital, se han asegurado de que están con la persona que más les conviene, han experimentado con otras parejas, etc.
La idea implícita en este retardo de la decisión de casarse, es que de acuerdo a las estadísticas, ellos disfrutarán la vida hasta los setenta u ochenta años, gracias a los antibióticos, las vacunas, los sistemas de protección social, etc. ¿Por qué apresurarse a formalizar una relación, cuando en cualquier momento pueden enamorarse de otras personas y la sociedad tolera mejor que en el pasado las uniones de hecho?
Tanto para las muchachas como para los muchachos, el matrimonio prematuro tiene un profundo efecto físico, intelectual, psicológico y emotivo, limitando las oportunidades educativas y las posibilidades de crecimiento personal. Para las niñas, además, representa el riesgo prácticamente inevitable del embarazo y parto prematuros, y invariablemente las conduce a llevar una vida de servidumbre doméstica y sexual que escapa totalmente a su control. (UNICEF: Innocenti Digest Nº 7)
De acuerdo a la perspectiva de gran parte de los países occidentales, establecer una pareja entre un hombre adulto y una menor de edad es ilegal, se lo considera una violación y se lo pena como tal, aunque la joven y sus familiares hayan dado su consentimiento, sea para eludir amenazas de los pretendientes, o ante la promesa de recibir regalos. La simple aceptación de los padres, en Colombia, basta para rebajar la edad mínima establecida por las leyes para el matrimonio, de los dieciocho años para ambos sexos, hasta permitir que se casen chicas de doce y varones de catorce.
En países tan opuestos como los EEUU, Argelia, Chad, Costa Rica, Líbano, Rumania, Libia o Uruguay, donde predominan distintas religiones y sistemas económicos, el matrimonio es entendido como una salida honorable que se ofrece a los violadores de una menor que ha quedado embarazada. Si el responsable del estupro intenta evitar la cárcel, se casa con la víctima y queda libre de cualquier sanción, como si todo lo sucedido se compusiera gracias a un trámite burocrático.
Todos los años se celebran diez millones de bodas entre menores de edad, con el consentimiento de sus padres. En países africanos como Chad, Níger y Mali, dos tercios de las niñas se casan antes de los 15 años. Aproximadamente la mitad hace lo mismo en Mozambique, Nepal, Burkina Faso. El porcentaje de India, Uganda o Nicaragua es inferior, pero de todos modos alarmantes para organismos internacionales como la UNICEF. Las guerras tribales y la difusión del VIH en África o las guerras del Golfo en Irak, parecen influir en el aumento de matrimonios prematuros, organizados por familias que no tienen cómo mantener a sus hijas y solo desean librarse de ellas, despreocupadas de la explotación a la que pueden quedar expuestas.
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