Estoy como una mosca atrapada en
una telaraña. (Rosie: carta escrita a Marius Feneck, vecino que no le
respondió, durante su encierro en Londres)
Rescate de Rapunzel por el Príncipe |
La mujer impedida de formar una pareja por decisiones de
quienes ejercen la autoridad, de acuerdo a criterios que ni siquiera entiende,
halla la forma de burlar la prohibición. En los cuentos de hadas el encierro femenino
suele ser físico, no mental. A diferencia de las heroínas del siglo XIX de Jane
Austin, que se encuentran presas de las convenciones sociales, Rapunzel, Blanca
Nieves o la Bella Durmiente
aceptan la primera oportunidad que se les brinda para escapar con el primer
hombre que tienen delante de los ojos. En el caso de Rapunzel, que la torre
carezca de puerta no es mayor obstáculo para entrar en contacto con su posible
pareja. Ella le permite utilizar sus largos cabellos para escalar la torre y
seducirla.
En el primer momento, Rapunzel se
asustó mucho, al ver un hombre, pues jamás sus ojos habían visto ninguno. Pero
el Príncipe le dirigió la palabra con gran afabilidad y le explicó que su canto
le había impresionado de tal manera su corazón, que ya no había gozado de un
momento de paz hasta hallar la manera de subir a verla. Al escucharlo, perdió
Rapunzel el miedo, y cuando él le preguntó si lo quería como esposo, viendo la
muchacha que era joven y apuesto, pensó: “Me querrá más que la vieja” [la Hechicera] y le
respondió, poniendo la mano en la suya: “Sí, mucho deseo irme contigo”, (Jakpv
y Wilhelm Grimm: Rapunzel)
De acuerdo a estas historias destinadas a la infancia, que
siempre resultan aleccionadoras, dignas de ser tomadas como modelos de
comportamiento, la vida en pareja no tiene comparación posible con el tedio de
la soledad. Desde el punto de vista masculino, la fantasía de salvar a una
mujer tiene varios aspectos destacados. Primero, establece el rol providencial
del hombre, cuya intervención termina con una situación injusta que la mujer
sola es incapaz de resolver.
Segundo y consecuencia de lo anterior, ella debe quedar
eternamente agradecida por el servicio que le han prestado; o lo que es igual, debe
considerarse sometida al hombre a partir de ese momento. Por eso la liberación
de Rapunzel de su torre, entraña un segundo y definitivo encierro, esta vez en
el interior de la institución del matrimonio vigilada por el Estado y la
Iglesia.
Dama de Shalott |
Elena, la dama de la isla de Shalott que aparece en el poema
de Alfred Tennyson, es un hada de los tiempos del Rey Arturo. Vive encerrada en
una torre, cantando y tejiendo día y noche un tapiz inacabable, como el de
Penélope, sin la esperanza de que un hombre (su pareja soñada) la rescate de la
reclusión algún día. Ni siquiera conoce el motivo de la maldición que le impide
mirar directamente el mundo real, por lo que se conforma con ver las imágenes
que refleja (y también distorsiona) un espejo puesto frente a la ventana. Fuera
de la torre, en la orilla opuesta, se encuentra el castillo de Camelot, del
cual entran y salen los caballeros, que cabalgan ágiles y agitan pendones que
atraen la mirada. El joven Lancelot, el más atractivo por la pureza de su vida,
se encuentra entre ellos.
A un tiro de flecha de su alero /
cabalgaba él en medio de las mieses; / venía el sol brillando entre las hojas,
/ llameando en las broncíneas grebas / del audaz y valiente Lancelot. / Un
cruzado por siempre de rodillas / ante una dama fulgía en su escudo / por los
remotos campos amarillos / cercanos a Shalott. (Tennyson: La Dama de Shalott)
Elena se enamora de él y decide rebelarse contra la
maldición. Se dice que está harta de vivir entre sombras. Mira directamente el
paso del caballero y el espejo se quiebra. Elena abandona la protección de la
torre, aborda un bote y se deja llevar por la corriente del río, rumbo a
Camelot, donde espera reunirse con su amado. Cuando Lancelot la descubre, de
regreso de una de sus misiones, ella está muerta.
La historia de la dama de Shalott instruye a las mujeres sobre
los riesgos de poner fin a la reclusión que sufren por decisión propia. Dentro de su encierro, ellas permanecen
libres del escarnio del tiempo. No cambian. Están solas y sin duda estériles,
pero (si ello sirve de consuelo) son eternamente jóvenes. Al entrar en contacto
con el mundo real y alternar con la diversidad de hombres que lo habitan,
quedan expuestas a los riesgos que afronta cualquier mujer, una circunstancia
que significa decepción, envejecimiento y muerte. La moraleja implícita es que
conviene conformarse con la vida en la torre, cualesquiera sean sus límites, porque
el mundo exterior se revela todavía más temible.
En una época definida por la universalidad de los derechos
humanos, abundan los enclaustramientos de mujeres, destinados a facilitar la
sumisión a un hombre que de otro modo no estaría en condiciones de reclamar la
obediencia de ellas.
Natascha Kampush después de su liberación |
Es una sensación muy extraña que
todo funcione sin ti y que no haya nadie para rescatarte. El secuestrador me
decía que yo no le importaba a nadie, y que ya era una persona muerta.
(Natascha Kampusch)
En 2008, fue descubierto en Austria otro hombre que había
encerrado a su hija, durante más de veinte años, en un refugio subterráneo,
lugar donde ella fue abusada sexualmente y llegó a parir seis hijos. Aproximadamente
por la misma época, en la India,
descubrieron a una mujer de treinta años que había pasado ocho años encerrada en
una cabaña por sus padres.
En septiembre de 2009, en Estambul, aparecieron nueve
mujeres que habían aceptado participar en una presunta versión femenina del reality show Gran Hermano que duró
varios meses, durante los cuales sus imágenes fueron registradas y difundidas
por Internet.
Noticias similares provienen de los más opuestos rincones
del planeta. En la actualidad, cuando ni las monjas suelen permanecer
encerradas en sus conventos, los hombres intentan controlar a sus parejas
mediante formas variadas de privación de libertad.
En Carmen de Areco, Argentina, descubrieron a cinco mujeres
jóvenes encerradas en cubículos del sótano de un cabaret donde las obligaban a
prostituirse. Esta es una modalidad frecuente en el tráfico de personas: se
conduce a las mujeres lejos de su ambiente habitual, donde es menos probable
que nadie las ayude, y se las encierra para soltarlas solo para que las utilice
un cliente.
No conviene pensar que la restricción es ejercida por
explotadores tan evidentes como los intermediarios de la prostitución. En abril
de 2010, en México apareció una mujer que habría permanecido encerrada por sus
padres veinte años, desde que comenzó su adolescencia, probablemente para
ocultar o (lo más probable) facilitar una agresión incestuosa.
Los abusos de la modernidad suelen diferir poco de los
medievales. En julio de 2010, la prensa española contó la historia de una
esposa gallega que cayó de un balcón y murió cuando intentaba escapar del
departamento donde su pareja la mantenía encerrada.
Mujeres musulmanas veladas |
En 2013, la policía inglesa descubre a tres mujeres de
distintas edades (69, 57 y 30) y distintas nacionalidades (malasia, irlandesa e
inglesa) que habían sido encerradas en una casa de Londres por una pareja
anciana, durante treinta años, sin que los vecinos advirtieran nada. La más
joven de las prisioneras había nacido en el encierro.
Una de las fantasías masculinas más arraigadas en distintas
culturas, es la de apoderar y encerrar a una mujer que se considera deseable (a
muchas mujeres, si eso resulta posible, como sucede en el harén) por un tiempo
indeterminado, con el objeto de exponerlas a otros hombres o para obligarlas a generar
riquezas que ellos no compartirán con ellas.
Edward Hopper: Pintura |
Las dos historias confirman los roles tradicionales que se
atribuyen a las relaciones entre hombres y mujeres. Ellos se encargan de las
tareas más atractivas: encierran o liberan mujeres, afrontando el riesgo de
competir con otros hombres que tienen los mismos objetivos, mientras ellas los
dejan hacer, aunque sufran durante la espera, y no ven otra alternativa que
entregarse al salvador, como lo habían hecho antes con el raptor.
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