Lippi: Lucrezia Butti (fragmento) |
No obstante, no debía sentirse demasiado satisfecho con el
celibato que se veía obligado a seguir en el interior de un claustro, una
existencia que no había elegido y sin embargo le prometía un desempeño profesional
sin mayores apremios. La
Iglesia era el principal cliente de los artistas de la época.
Su trabajo como pintor de imágenes sagradas era reconocido. Ignoramos si tuvo
aventuras amorosas que pasaron desapercibidas durante años, pero de haber
desafiado las normas del monasterio, no habría sucedido lo que pasó cuando
llegó a la madurez.
Lucrezia Butti y Lippi (grabado siglo XIX) |
Lippi decidió utilizar como modelo de una de sus pinturas
religiosas a una monja, Lucrezia Buti, treinta años más joven que él. El
interés que le había despertado ella no era solo profesional, porque la
secuestró del convento donde estaba recluida durante una procesión y a
continuación la convirtió en su amante, a pesar de que él había cumplido ya
cincuenta años, para escándalo de una comunidad que podía ser poco virtuosa en
privado, pero se preocupaba de guardar las apariencias en público.
El Papa Pío II admiraba al artista y dispensó a ambos de sus
votos religiosos, con lo cual permitía la celebración del matrimonio (una
autorización que por algún motivo el pintor desaprovechó). Filippo y Lucrezia
tuvieron un hijo, Filipino Lippi, que al crecer junto al padre fue reconocido
como talentoso pintor, y luego una hija, Alessandra.
De acuerdo a Giorgio Vasari, que narró las anécdotas
escandalosas de los grandes artistas (y a veces no dudaba en redondearlas con
inexactitudes o aceptar en este caso las comidillas de lo que había sucedido
casi un siglo antes) los parientes de Lucrecia, a pesar de haber conseguido que
la joven se separara del artista y regresara al convento, envenenaron al
pintor, para vengar la ofensa que habían sufrido como familia.
Ellos no se quisieron unir en
matrimonio, por amar demasiado la libertad. (Matteo Bandello: Cuentos)
Matteo Bandello contó la historia de la pareja a mediados
del siglo XVI. El poeta Robert Browning lo hizo en un poema del siglo XIX. En
el siglo XX, la historia fue retomada por Gabrielle D´Annunzio. Ha llegado a
convertirse en paradigma de los enamorados que desafían a poderes superiores a
su pasión.
Augusta Leigh y Lord Byron |
Los castigos que se prometen a los que se atrevan a desafiar
el criterio dominante en una determinada sociedad sobre la elección de pareja,
hace retroceder a quienes experimentan la tentación. Una elección como esa, que
podría considerarse restringida a la privacidad, tiene consecuencias duraderas
sobre todas las actividades de un ser humano. Lord Byron era un poeta
reconocido, a comienzos del siglo XIX, en Inglaterra. Sus efímeras relaciones heterosexuales
(y algunas homosexuales) habían sido aceptadas como evidencias de su
extravagancia. La relación con Augusta Leigh, su hermanastra, en cambio, superó
la buena voluntad de sus contemporáneos. El rumor atribuyó a Lord Byron la
paternidad de una hija de Augusta y precipitó su destierro, para evitar que
fuera juzgado por incesto.
Todas las cosas que amo me
traen un recuerdo… Tú. (Lord Byron: carta a Augusta Leigh)
Las restricciones sociales más severas en la sociedad
tradicional, afectaban a relaciones de pareja que pudieran tener algún futuro.
Si una relación era fugaz, como la planteada en la prostitución o lo pederastia,
daba lo mismo con quien se involucrara alguien. Casarse y tener hijos imponía
otros criterios, más restrictivos.
La represión del Estado a las parejas compuestas por
personas de distintas etnias, se manifestó en la Alemania nazi, con el
objeto de evitar las relaciones entre aquellos a quienes se denominaba arios, definidos
como cristianos rubios, de ojos claros, descendientes de un mítico pueblo
indoeuropeo, y los judíos, a quienes se veía como un pueblo sin patria,
corruptores de la raza perfecta.
El judío es el fermento de
descomposición de los pueblos. A diferencia del ario. el judío es incapaz de
fundar un Estado e incapaz asimismo de crear nada. Solo es capaz de quitar, de
robar o de destruir, imbuido por el espíritu de la envidia. (Aldolf Hitler)
La arbitrariedad de una descripción como esa, tenía como
objeto justificar la supresión de garantías civiles, el despojo de bienes, el
desplazamiento forzado hacia sectores del territorio designados por el Estado,
y posteriormente el exterminio de millones de seres humanos, que hasta
entonces, durante siglos, habían convivido con el resto de los alemanes. La
existencia de matrimonios mixtos, en cambio, diluía las fronteras, estimulaba
la tolerancia y sobre todo favorecía la reproducción de aquellos que el
discurso oficial presentaba como adversarios. Prohibir los matrimonios,
anularlos cuando ya se hubieran establecido y eliminar a los hijos nacidos de
esa relación, se convirtieron en medidas urgentes para el nazismo.
Miscegenetion (mestizaje)
es el término inglés que indica el asco de la sociedad tradicional
norteamericana ante una posible contaminación racial entre blancos y negros,
blancos e indios o blancos y orientales. Había sido normal que los propietarios
blancos utilizaran a sus esclavas para disfrutar el sexo con ellas, disponiendo
de la ventaja adicional de engendrar hijos esclavos que incrementaban su
capital. Cuando la misma situación se daba con mujeres negras libres, no podía
ser tolerada por los sectores más conservadores, porque ellas o sus hijos
podían reclamar el acceso a un capital que su color de piel les vedaba.
Jeter y Loving |
Se comenzó a hablar de miscenetion
durante la Guerra Civil
norteamericana del siglo XIX. Varias leyes prohibieron durante un siglo, en
distintos Estados, la legalización de las parejas interraciales. A mediados de
los años ´60 del siglo XX, la pareja formada por Mildred Jeter y Richard Loving
(ella negra, él blanco) fue condenada a un año de cárcel en el Estado de
Virginia, por el delito de haberse casado. La ejecución de la sentencia quedó
en suspenso, con la condición de que abandonaran Virginia por veinticinco años.
Lo que importaba era que el mal ejemplo no cundiera.
Mi marido es blanco y yo negra.
Nos casamos hace cinco años en Washington, porque sabíamos que en nuestro
condado del Estado de Virginia había ley que prohibía los matrimonios
interraciales. Al regresar a casa, recién casados, fuimos encarcelados,
juzgados y abandonar el Estado. (…) Sabemos que no podemos vivir allí, pero nos
gustaría volver juntos por última vez, para despedirnos de nuestras familias y
amigos. (Mildred Jeter: carta a Robert Kennedy)
En Sudáfrica, desde 1945 a 1985, las leyes del apartheid condenaban a la cárcel a quienes incurrieran en ese
desafío. Las personas que no estén satisfechos con esas normas, deberán
resignarse a cierta dosis (grande o pequeña) de infelicidad. Será el precio que
pagan para que no se los margine o someta a castigos.
Algunos encuentran la manera de infringir las reglas en
privado, sobre todo en el anonimato de las grandes ciudades, un ámbito en el que
las parejas se mueven con mayor libertad y pueden eludir el control y las sanciones
de la comunidad. Probablemente por eso en la cultura urbana proliferan
situaciones como el adulterio y la prostitución o se establecen parejas que
sirven como pantallas de otros estilos de vida, que no son precisamente los tolerados
por la mayoría más conservadora.
Junto a lo anterior, hay también parejas (tal vez las menos)
que proclaman su abierto desafío a las convenciones que venera la sociedad. Por
distintos motivos, que van desde el haber sido descubiertos hasta la voluntad
de exhibirse como modelos de vida alternativos, esas parejas enfrentan a la opinión
mayoritaria y proclaman la voluntad de continuar una relación que la mayoría
reprueba.