Las mujeres con histeria no
deben ser tocadas; ese es un trabajo para los maridos y los médicos. (Avicena)
Vibrador de comienzos del siglo XX |
Ellas no se atreverían, más aún, no llegarían a interesarse,
en probar las destrezas amatorias de otros hombres. Al actuar de ese modo,
serían posesiones más seguras para quienes se veían como sus legítimos dueños,
aunque probablemente se volvieran al mismo tiempo menos equilibradas,
irritables y propensas a manifestar una serie inexplicable de dolencias, que se
consideraba típicamente femeninas.
Tanya Wexler: Histeria |
Histeria, un filme dirigido por Tanya Wexler, recrea con
cierto ingenio, pero sin demasiado apego a la Historia, una situación que
cuesta imaginar en la actualidad: las terapias de la histeria femenina, una
enfermedad nerviosa que los médicos identificaban desde la Antigüedad y
oficialmente dejó de existir a mediados del siglo XX, cuando las asociaciones
profesionales evaluaron que carecía de fundamentos científicos.
Hipócrates describía los síntomas de la histeria
(convulsiones en distintas áreas del cuerpo femenino) en el siglo VI antes de
nuestra era, que no podían ser más variados y molestos: irritabilidad,
respiración agitada, jaquecas, vahídos, espasmos, insomnio, falta de apetito,
hinchazón atribuida a retención de líquidos.
Para Galeno, la histeria surgía de la privación de
actividades sexuales de las mujeres.
Plaga del baile de Estrrasburgo |
A veces ocurrían situaciones inexplicables, como la epidemia
de baile que ocurrió en Estrasburgo, a comienzos del siglo XVI, cuando primero
una mujer comenzó a bailar en la calle, durante casi una semana, luego se le
sumaron otros vecinos, hasta llegar a ser 400 que no lograban detenerse.
Algunos murieron y otros finalmente se agotaron. Hoy se hablaría de histeria
colectiva.
Durante el siglo XX, en Tanganica (hoy Tanzania) tres estudiantes de una escuela religiosa comenzaron a reír incontroladamente, la situación se contagió a 159 adolescentes. Algunas rieron durante horas, otras lo hicieron durante dieciséis días. La escuela fue cerrada, pero los accesos de risa, combinados con episodios de llanto, se contagiaron a la aldea cercana, donde persistieron durante meses, hasta desaparece de manera tan misteriosa como habían llegado.
Durante el siglo XX, en Tanganica (hoy Tanzania) tres estudiantes de una escuela religiosa comenzaron a reír incontroladamente, la situación se contagió a 159 adolescentes. Algunas rieron durante horas, otras lo hicieron durante dieciséis días. La escuela fue cerrada, pero los accesos de risa, combinados con episodios de llanto, se contagiaron a la aldea cercana, donde persistieron durante meses, hasta desaparece de manera tan misteriosa como habían llegado.
Histeria de la risa en Tanganica |
Las dolencias imaginarias podían ser tan abrumadoras como
las orgánicas, pero no se les daba demasiada importancia. En el curso del siglo
XIX, una época que suele considerarse demasiado represiva, pero a la vez
hipócrita, en todos los aspectos referidos a la sexualidad humana, comenzó a
definirse un relevante cambio cultural, que consistió en el reconocimiento de
que a las mujeres no les correspondía resignarse a la desventajosa situación
que le había sido atribuida en el ámbito de la sexualidad y tal vez les
correspondiera comenzar a exigir un trato más justo.
Algunas enfermaban de lo que se denominaba histeria durante
años, dejando en evidencia que necesitaban ayuda profesional, porque libradas a
sus propias fuerzas, no conseguían superar sus limitaciones.
Anuncio cura de histeria del siglo XIX |
Una alternativa menos invasora, la hidroterapia, que consistía
en la aplicación de chorros de agua a presión sobre los genitales femeninos
cubiertos con ropas, causaba el mismo efecto, evitando la incomodidad de tocar
o invadir el cuerpo de la paciente con las manos, era utilizada rutinariamente
en las casas de baño de Inglaterra y las colonias inglesas de América del
Norte, promediando el siglo XVIII.
La perspectiva moderna puede ver de otro modo esas terapias
que se pusieron de moda sin causar ningún escándalo, como demuestran los
anuncios de los profesionales que la administraban y se publicaban en la prensa,
junto a los anuncios de dentistas y peluqueros. Después de todo, pensarían las
pacientes, eran médicos titulados quienes ofrecían, no solo sus manos expertas,
sino también utilizando la última novedad de un siglo rico en innovaciones
técnicas, como el motor a vapor o la electricidad.
Hoy se hablaría del empleo de rayos laser, laparoscopía o
células-madre, cualquier procedimiento costoso y innovador, con el objeto de
deslumbrar a una clienta ávida de milagros. Entonces se prometía la salud
mental, porque “Vibración es vida”, de acuerdo a los instructivos del
equipamiento anunciado, sin el menor pudor.
Mujeres griegas en gineceo |
Probablemente los miles de mujeres que fueron acusadas de
brujería, encarceladas, torturadas y quemadas en hogueras durante los siglos XV
al XVII, no pasaran de ser histéricas que imaginaban haber copulado con el
Diablo, volar montadas en escobas y otras imposibilidades. Si ellas lo creían,
¿por qué no habrían de convencer a sus jueces, que las condenaban al tormento
si haber tenido otra evidencia que las denuncias de testigos impresionables y
sus propias confesiones?
Vibrador del siglo XIX |
Vibrador a vapor |
Hacia 1880, Joseph Mortimer Granville, patentó un
instrumento eléctrico y portátil, alimentado por baterías, que debía aliviar la
tediosa actividad manual del profesional de la Medicina que trataba la histeria
mediante los tediosos (para él) masajes manuales. Granville, inventor prudente
o tal vez interesado en explorar un nuevo perfil de consumidores, comenzó por
probarlos en hombres, a quienes no se suponía víctimas de la dolencia.
Mucho antes, la ciencia médica se había abierto a la idea de
que la histeria (o como se la llamase en el futuro) debía analizarse para
averiguar sus causantes, y más aún, si debían arbitrarse tratamientos que la
atenuaran o liquidaran, como sucedía con cualquier enfermedad. Jean-Marie Charcot,
en su clínica de Paris, en los últimos años del siglo XIX, diferencia la
histeria de la epilepsia. Charcot elabora la hipótesis de que sucesos
traumáticos operan como una autohipnosis que convence a los pacientes de que
sufren lesiones inexistentes. De ellos deriva la idea de recurrir a la hipnosis
para curar (o tal vez, tan solo impresionar) a sus pacientes, convenciéndolos
de que podían ser liberados de sus síntomas.
Esta enfermedad, la más
enigmática de todas las de los nervios, para cuyo enjuiciamiento no habían
hallado aún los médicos ningún punto de vista válido, se encontraba
precisamente bajo los efectos de un descrédito que se extendía a los médicos
dedicados a su estudios. (Sigmund Freud: Charcot)
Rudolf Chrobak, un famoso obstetra vienés, era menos
sofisticado al enunciar una receta que no estaba en condiciones de entregar a
las mujeres que lo consultaban en busca de alivio para dolencias imaginarias:
El único tratamiento para una
enfermedad como esa, lo conocemos todos nosotros, pero no lo podemos
prescribir. Requiere penis normalis,
dosim repetatur. (Rudolf Chrobak)
Arco histérico |
En Viena de comienzos del siglo XX, Freud investigó la
histeria como una anomalía del sistema nervioso. Podía surgir durante la
infancia de hombres y mujeres por igual. Probablemente se originaba en un
trauma sexual no siempre recordado por el paciente, una situación que invitaba
a desentrañar la complejidad de la psiquis humana. Allí donde se manifestaba
esa dificultad para disfrutar de la sexualidad, había un conflicto no resuelto,
que la indagación profesional se dedicaba a investigar con una formidable dosis
de paciencia y no demasiadas expectativas de cura, porque la terapia debía ser
prolongada y con frecuencia infructuosa. ¿La solución simplista, que planteaba
el vibrador, sería capaz de desentrañar ese laberinto?
Esa necesidad de olvidar su yo
en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar.
(Charles Baudelaire)
Anuncio de vibrador años `30 |
Las tiendas por departamentos comenzaron a ofrecer vibradores
junto a otros electrodomésticos, con lo que el empleo que cada usuario quisiera
darle, pasó a convertirse en una actividad privada, sobre la cual ni se
hablaba, ni se hacían preguntas incómodas. Pasaron varios años antes de que
esos artefactos, que se cuentan entre los primeros electrodomésticos que
aparecieron en el mercado (eran más antiguos aún que las inocentes planchas
eléctricas y aspiradoras) adquirieran la imagen actual, de auxiliares de la
excitación sexual, que se venden en los sex shops o tiendas especializadas de
artículos eróticos.
Joycelyn Enders |
Más tarde, la creciente visibilidad del cine pornográfico,
dejó al descubierto el uso no medicinal de los vibradores, que no se mencionaba
en público y la venta de artefactos fue prohibida en gran parte de los EEUU,
hasta hace apenas una generación, cuando la epidemia de VIH otorgó a la autoestimulación
erótica la imagen de una práctica sexual segura, que había sido condenada
unánimemente, y la doctora Joycelyn Elders, alta funcionaria estatal de la
salud pública, recomendó en 1994 enseñar en las escuelas, poco antes de ser
destituida por el Presidente Bill Clinton. Hasta los políticos más liberales,
tienen límites en la opinión dominante que no están dispuestos a traspasar.
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