martes, 16 de junio de 2015

MUJERES EXCITANTES Y EXCECRADAS



¡Oh, qué plaga, que aburrimiento, qué tedio es tener que tratarse con ellas mayor tiempo que los breves instantes en que son buenas para el placer. (Francisco de Quevedo)
Pepe Antártico
Si por cualquiera motivo las mujeres no pueden ser disfrutadas sexualmente por los hombres, ¿hay algún otro criterio que justifique su existencia? ¿Qué uso puede dárseles? El ingenioso Quevedo no encuentra muchas alternativas fuera del placer. Lo tientan en ocasiones, de ningún modo todo tiempo, porque la excitación constante se convertiría en tortura, pero fuera de esos breves encuentros no las tolera. Mientras ellas atraigan a los hombre, habrá que aceptarlas, incluso llegará a hacérseles creer que son maravillosas, el objeto de todos los pensamientos masculinos, pero apenas se calme la sexualidad y aburran, serán apartadas sin demasiada consideración.
La voluntad de mantener a las mujeres a cierta distancia de los hombres, para que no los molesten en su tarea de controlar el mundo, puede suponerse que indica la censura de los placeres del sexo, tan arraigada en la mentalidad medieval, que ha tardado mucho tiempo en disiparse. En la actualidad, nada de eso quedaría en pie, puede suponerse.
Playboy 2007
Playboy, la revista editada por Hugh Hefner a partir de 1953, pone en distribución imágenes frecuentes de mujeres desnudas que no esconden nada (salvo las poses que no las favorecen). Otras publicaciones del mismo tipo, demuestran que el mercado de las representaciones de la carne femenina es inagotable y más aún, resistente a los cambios de mentalidad que afecta a otros planos de la cultura. La llegada del cine y la televisión no dejó de lado ese material. La pornografía se vende, se actualiza, se especializa, se diversifica, llega a ocupar más de un tercio de las páginas de Internet.
Cuando Rudolf II de Bohemia reunió durante el siglo XVI un colección de curiosidades, entre las cuales muestras de arte erótico. Encargaba o compraba pinturas que brindaban a sus ojos, en la intimidad del Palacio, personajes de la Mitología griega, como excusa para representar actividades sexuales poco ortodoxas. La excitación sexual era por entonces un lujo disfrutado por unos pocos consumidores cultos (conocedores de las alusiones a la cultura antigua) dispuestos a financiar la producción de imágenes que invitan al fantaseo, pero no a compartirlas.
Francisco de Goya: La Maja desnuda
La modernidad ha democratizado el estímulo sexual. En el pasado, solo los potentados disponían de imágenes femeninas excitantes. Cuando Goya recibe (probablemente de Manuel Godoy) el mandato de pintar La Maja Desnuda, pinta también otra versión, donde la mujer está vestida. Se especula que las dos obras estaban instaladas en un ingenioso artefacto que permitía exhibir una u otra, de acuerdo a la voluntad del propietario, que de ese modo intentaba escapar al control de la Inquisición.
En la segunda mitad del siglo XX, en cambio, Hugh Hefner, Larry Flynt, Bob Guccione y otros empresarios editaron millones de ejemplares de revistas en colores,  que se vendían en los kioscos de la prensa (a veces ensobradas en una envoltura transparente que impedía revisar el contenido) y se suponía destinadas al consumo de una masiva audiencia masculina.
 El peso de la mujer en el imaginario masculino es ratificado todos los días por la publicidad audiovisual de productos de consumo, por la prensa sensacionalista y las páginas eróticas de Internet. Esas mujeres venden (no necesariamente a sí mismas) afirman los expertos. Han sido puestas donde las descubre el hombre menos atento, presencias seductoras, disponibles para anunciar productos y servicios que no llamarían la atención si ellas no los promovieran.
Tienen las bocas carnosas, abiertas y miran sin el menor pudor a quienes las espían. Aunque aparezcan solas en la imagen, sus miradas, sus poses, su actividad física o su relajada pasividad, se encuentran dirigidas a un observador que se halla frente a la pantalla, delante del cartel o la página impresa, y sin duda disfruta el espectáculo de esa mujer que lo designa como su cómplice, su pareja del momento.
Alberto Vargadas: Pin Up
Las pin ups de Alberto Vargas de los años `40, que obtuvieron tanta notoriedad en los medios masivos, combinan la tentación con la sorpresa. Fueron creadas para excitar a los hombres que participaban en la Segunda Guerra Mundial, a quienes designan con la mirada, pero al mismo tiempo adoptan la gestualidad de la inocencia sorprendida. Créase o no, ellas aparentaban estar sorprendidas de ser vistas y sin duda no esperaban ser tocadas. Solo por casualidad sus faldas volaban gracias al oportuno viento, mientras los escotes se desbocaban y los gestos íntimos eran observados por curiosos que no debían culparse de hacerlo. Su teatral inocencia denotaba que no llegaban a entender muy bien qué les estaban pasando. Eran víctimas tontas o al menos representaban ese rol, para facilitar la agresión imaginaria de los hombres.
¿Qué puede haber más seductor para un hombre, que la imagen de una mujer desnuda o con poca ropa? En ocasiones, cuando se encuentra vestida, ella no puede esperar para desvestirse. El Strip tease ha llegado a presentarse como un arte de los prolegómenos sexuales. Acompañada por la música, sin prisa, la mujer se quita una prenda tras otra (y tiene muchas, que sin embargo no llegan a cubrirla). En las versiones clásicas del strip tease, la desnudez no se completa. Incluso sin ropas, las poses bien estudiadas todavía tapan algo, por lo general los genitales.
Las mujeres de los medios excitan las fantasías de los hombres que las contemplan, los hacen sentirse poderosos, infalibles, adecuados para satisfacer los deseos de esas figuras que lo miran como si estuvieran desafiándolo. Al menos mientras no las toquen, pueden sentirse capaces de controlarlas y obtener placeres  al mismo tiempo. Ni los retratos de los equipos masculinos de fútbol gozan del mismo nivel de adhesión. En contraste con eso ¿quién consigue ser hombre y mantenerse indiferente a las mujeres? Casi nadie, incluyendo a los travestis que se mantienen a distancia de ellas, pero las imitan y parodian con tanto esmero.
Bailarina de Burlesque
En el escenario del music hall, el burlesque y el teatro de revistas, uno de los números tradicionales y más celebrados es un sketch en el que un cómico de cierta edad, hábil en el manejo del doble sentido verbal y gestual, probablemente ridículo por su edad y actitud conquistadora, encara a una mujer muy atractiva pero tonta, no demasiado vestida, incapaz de entender el doble sentido del discurso masculino. La permanencia del esquema durante décadas (demostrada por el paso del teatro a la televisión, sin que fuera necesario efectuar demasiados cambios) indica la persistencia del disfrute de la audiencia. El actor cómico se daba el gusto de controlar en público a esa hembra que la audiencia masculina hubiera deseado tocar, pero no le estaba permitido tocar, accesible para los ojos y a la vez inalcanzable.
Gordo Porcel y Susana Giménez
W.C: Fields y Groucho Marx hacían parecido en el teatro y el cine norteamericano. Aldo Fabrizzi lo hacía en el teatro italiano de variedades. El Gordo Porcel lo convirtió en una rutina televisiva en Buenos Aires y Miami. Pepe Antártico lo utilizó durante décadas en un comic chileno: la combinación más eficaz para alimentar las fantasías de la audiencia masculina, incluye una mujer exhibicionista, que aparenta ser boba para que cualquier abuso resulte cómodo, y un hombre que habla con desenvoltura y puede suponerse impotente.
Cabe pensar en una tendencia reciente de la industria cultural moderna, que utiliza a las mujeres para dirigir la atención hacia otra cosa, pero no es así. Esculturas primitivas, como la de Willendorf, tallada veinte a veintidós siglos antes de nuestra era, simplifica la imagen femenina, quitándole toda importancia a cualquier aspecto que no sean los pechos y las caderas. En ese momento, quizás no hubiera otras cosas que destacar en ellas, que fuera apreciado por el resto de la sociedad. ¿En la actualidad tampoco?
Artemisia Gentileschi: Susana y los viejos
Las figuraciones más frecuentes de la mujer en las artes plásticas tradicionales, tienen características similares. Susana, esposa de Joaquín, es espiada dos viejos hipócritas mientras se baña. La codician, se le acercan y al ser rechazados la acusan de impudor. Muchos pintores han aprovechado la historia para representar a una joven mujer desnuda, personaje inhabitual en la Biblia (la otra bañista es Bethsabé, espiada involuntariamente desde una terraza vecina por el Rey David, que a continuación no repara en apremios y abusos, con tal de convertirla en su amante, después de haber alejado al marido).
La casta Susana suele ocupar el centro de la imagen, mientras los viejos se camuflan en la vegetación. Cualquier observador puede disfrutar la visión de ese cuerpo indefenso, porque la representación del rechazo de la mujer o el castigo del voyeurismo que pone fin a la historia, no suelen hallar espacio. Cuando Artemisia Gentileschi pinta el episodio de Susana y los viejos, a comienzos del siglo XVII, muestra que la joven rechaza el asedio de estos ancianos que no pueden ser considerados por la sociedad como hombres ejemplares. Ella es la víctima y los acusa, pone al observador de la pintura como testigo de su inocencia. Se trata del punto de vista inusitado de una mujer sobre la lujuria masculina, una perspectiva moderna, que tiene cuatro siglos de antigüedad.

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