domingo, 15 de enero de 2017

DIVORCIADAS EN EL MUNDO MODERNO


Nunca conoces a un hombre, hasta que te has divorciado de él. (Zsa Zsa Gabor)
Rogers y Astaire: The Gay Divorcee
Promediando el siglo XX, el divorcio había pasado a ser un tema de comedia. Ginger Rogers bailaba con Fred Astaire en The Gay Divorcee (1934) y el divorcio se convertía en un asunto lejano y trivial. La protagonista lo gestionaba de mutuo acuerdo, en un país que no era el suyo, para lo cual contrataba a un acompañante que debía colaborar en un simulacro de infidelidad. Ocuparse en serio de los conflictos del divorcio no estaba en los planes de la industria de Hollywood, cuidadosa de no ofender a los sectores más tradicionales de su audiencia. Los actores cómicos podían hacer chistes sobre el divorcio:

Conozco a centenares de maridos que volverían felices al hogar, si no hubiera una esposa que los espera. Quiten a las esposas del matrimonio y no habrá ningún divorcio. (Groucho Marx)

En ambientes que todavía eran menos liberales que el de Hollywood, el divorcio era designado como el gran flagelo de la sociedad moderna, que debía extirparse sin analizar sus causales. El gran problema de las parejas humanas, es que rara vez llegan a serlo del todo y por mucho tiempo. ¿Cómo asemejar a quienes llegan al matrimonio desde opuestas experiencias de vida, comenzando por la tan compleja de pertenecer a distintos géneros, en el caso de la pareja heterosexual? Queda por averiguar si tiene algún interés relacionarse con alguien demasiado parecido. Nadie suele ser del todo sincero cuando se trata de informar a una posible pareja sobre la persona con la que se está relacionando. Ocultar, mentir o embellecer son las estrategias habituales. ¿Quién tiene una imagen objetiva de sí mismo? Lo más probable es que la haya retocado por pudor o en defensa propia. ¿Quién se presenta tal cual es, cuando lo que pretende es dejar de estar solo?
Los intelectuales católicos planteaban una responsabilidad que no aceptaba excepciones.

El divorcio es, en el mejor de los casos, un fracaso, y nos interesa buscar curar su causa que completar sus defectos. (Gilbert K. Chesterton)

El enamoramiento encubre inicialmente una serie de inadecuaciones de los contrayentes, que una vez pasado el punto más alto de la pasión, quedan al descubierto y se vuelve difícil tolerar. La incompatibilidad de caracteres que se argumenta en los procesos de divorcio, puede verse como un argumento banal, pero define un conflicto efectivo. Muchas parejas no sobreviven a la desilusión de percibir la realidad que encubría su relación. Retrospectivamente los ex integrantes de la pareja experimentan enojo: ¿cómo pudieron engañarlos a tal punto personas en las que confiaron? ¿Cómo pudieron ellos mismos ser tan imbéciles, que no advirtieron las discrepancias que ahora les parecen demasiado evidentes?

Todos los hombres que he conocido, se van a la cama con Gilda y despiertan conmigo. (Rita Hayworth)

Rita Hayworth en la madurez
Se acepta en la cultura de la modernidad que el fantaseo compartido puede unir a una pareja que tal vez no tenga mucho en común. Cuando uno de los integrantes no consigue disfrutar del juego tanto como esperaba, la inevitable separación se impone. La actriz Rita Hayworth sabía distanciarse de los personajes de mujer fatal que le encomendaban los empresarios de Hollywood, atendiendo a la demanda de los espectadores de todo el planeta, mientras sus parejas habían quedado aferradas al maravilloso mito, que no existía fuera de la pantalla.
Que los opuestos se atraigan es una atractiva idea para construir ficciones, como The Tame of the Shrew (La Fierecilla Domada) de William Shakespeare, donde una mujer caprichosa es casada contra su voluntad con un hombre que pone todas sus energías en someterla, pero en la práctica la continuidad de la relación que pueda establecerse entre personalidades discordantes suele ser bastante difícil de verificar. Tal vez en el pasado, cuando el poder de la opinión pública y las iglesias, planteaba límites bastante estrictos a la vida privada de las personas, ellas se resignaban a las situaciones incómodas que sufrían, puesto que no se les dejaba espacio para otras alternativas.
La modernidad cambió esa situación. Los fracasos matrimoniales dejaron de estar escondidos, cuando incluían a figuras del espectáculo. Mostrarlas en conflictos, como antes involucradas en romances y bodas glamorosas, las humanizaba y llegaba a convertirlas en equivalentes a los viejos héroes de los cuentos de hadas.
Una mujer bellísima y actriz famosa de mediados del siglo XX, casada seis veces, que fue también una científica tardíamente reconocida por sus aportes a la electrónica, ha dejado anotada su opinión sobre el tema:

Tengo que dejar de casarme con hombres que se sientan inferiores a mí. En algún lugar debe haber un hombre que pueda casarse conmigo sin sentirse inferior. Necesito un hombre inferior superior. (Hedy Lamarr)

¿Cómo afrontar la vida cotidiana con alguien que se siente superior a su pareja, o que impone de hecho su superioridad en más de un aspecto (intelectual, económico, social) sin ofrecer a cambio ningún lado vulnerable que permita aceptar sin demasiada ofensa tales desventajas? A diferencia de lo que sucede con una relación ocasional, una pareja existe simultáneamente en el ámbito privado y en el público. Por lo tanto, es puesta a prueba de acuerdo al juicio de la sociedad y la experiencia más subjetiva de la vida cotidiana. La pareja no puede funcionar en un plano y al mismo tiempo fallar en el otro.
En forma paralela, ¿cómo afrontar la vida cotidiana con alguien (hombre o mujer) que se siente inferior o que impone las evidencias de su inferioridad de manera agresiva a su pareja, sin demostrar autoestima por ningún lado? Las dos situaciones se definen como demasiado odiosas para ser asumidas por una pareja. Cuando se trata de compartir la existencia con otra persona, estar a la par o al menos suspender las comparaciones es un dato fundamental.

Las parejas que acaban divorciándose suelen mostrarse incapaces de encontrar argumentos que detengan la escalada de la tensión. La diferencia existente entre las parejas que mantienen una relación saludable y aquellas que terminan divorciándose, radica en la presencia o ausencia de vías que ayuden a disolver las desavenencias conyugales. Las válvulas de seguridad dependen (…) de acciones tan sencillas como atajar la discusión a tiempo, antes que se desproporcione. (Daniel Goleman: La Inteligencia Emocional)

Bruce Willis, Ashton Kutcher, Demi Moore
Las fotografías de la actriz Demi Moore con sus hijas, el actor Bruce Willis, su anterior pareja de un lado y un hombre bastante más joven, Ashton Kutcher, su nueva pareja del lado opuesto, pudo resultar atractiva para los medios, porque presentaba la evidencia del trato civilizado que se había establecido entre personas que habían roto una relación, pero continuaban entendiéndose, por el bien de los hijos que compartían.
Algunos años más tarde, el divorcio de Moore y Kutcher desarmaba esa hipótesis optimista. La pareja se había quebrado en medio de una disputa plagada de mutuas acusaciones y reclamos que amplificaban los medios. Eso era lo que correspondía esperar. Si una pareja se desarma, lo hace de la peor manera, porque ambos se encuentran enojados y tratan de inferirse tanto daño como les resulta posible, en privado y en público.
Holmes, Cruise, Suri
La separación de los actores Tom Cruise y Kathie Holmes después del nacimiento de su hija Suri, llegó para confirmar las apuestas de la audiencia. Nadie apostaba a que durarían mucho tiempo juntos. Él era adepto a un culto (la Cientología) que ella, cristiana, no aceptaba. Él había alcanzado el punto culminante de su carrera y solo podía esperar su declinación a medida que perdiera la juventud, mientras ella había abandonado su carrera para dedicarse a la maternidad. Separarse para ambos no iba a ser fácil. Había mucho dinero en disputa y sobre todo la tenencia de la hija, que la madre no quería exponer al ambiente frecuentado por el padre.
El dinero y los hijos son los dos temas de discusión más engorrosos que incluye un proceso de divorcio en el mundo moderno y en la sociedad tradicional. ¿Cómo llegar a un acuerdo que deje a ambas partes satisfechas, cuando la pareja se ha llevado tan mal que optaron por disolver el vínculo? Los abogados han convertido ese desacuerdo en un lucrativo campo de su actividad profesional.  Ellos resultan necesarios para zanjar las dificultades, y al mismo tiempo ellos son los impulsores de obstáculos para la parte opuesta.

No se conoce a una mujer, hasta que uno la ve en un juicio. (Norman Mailer)

Desde un punto de vista institucional, las relaciones de pareja se establecen para perdurar en el tiempo (quizás no sea para toda la vida, como simplifica la fórmula del matrimonio cristiano, pero al menos lo suficiente como para dejar la marca de una vida en común). Al mantenerlos juntos, se trata de facilitar la identidad de la descendencia y los derechos al patrimonio que se haya reunido en el curso de la relación, a pesar de lo cual hay ocasiones que las leyes no pueden ignorar, en las que esas relaciones se debilitan y pueden extinguirse.
Para resolver los conflictos que se suscitan cuando las buenas intenciones del comienzo fallan, existen procedimientos de separación y divorcio en casi todos los países, que establecen cómo se apartan dos personas que estuvieron unidas en matrimonio. La eventualidad del fracaso no puede ignorarse, pero al mismo tiempo la complejidad de los problemas que acarrea, no pueden resolverse a cabalidad.

Cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, la más insana, la más ilusoria y fugaz de las pasiones, se les pide que juren que seguirán en esa condición sobreexcitada, anormal y agotadora hasta que la muerte los separe. (George Bernard Shaw)

Desde el punto de vista emocional, una relación de pareja tarda en diluirse en el olvido, y a veces alguno de los integrantes se empeña en detener el proceso inevitable, o incluso revertirlo. ¿Sirven de algo los buenos modales? Cuando hay enojos que causaron la ruptura, se negocian compensaciones o se permite que el tiempo haga su trabajo reparador. Todo eso requiere paciencia. No se vuelve atrás en las situaciones concretas que causaron la ruptura. Solo se libera del compromiso de mantenerse unidos a aquellos que habían decidido permanecer juntos en los buenos momentos y en los malos… pero ya no son capaces de mantener esa promesa desinformada.
A veces, la situación exige que una mujer hable, por ejemplo del “padre de mis hijos”, para no nombrar siquiera a la persona cuya existencia detesta, pero le resulta imposible negar. Nexos como la paternidad y la maternidad no desaparecen, a pesar de que atraviesen crisis de afecto y ofensas graves. Las relaciones de pareja, en cambio, tienden a debilitarse con el tiempo que apaga la pasión o convierte la vecindad con la persona que se había amado hasta poco antes, en algo imposible de tolerar.

Primero perdí mi voz, luego perdí mi figura, después perdí a Onassis. (Maria Callas)