sábado, 20 de febrero de 2016

IDEÓLOGAS DEL CAMBIO SOCIAL


Marie Dentière
Cuando se piensa en mujeres que participan en la vida pública, tradicionalmente se tiende a verlas como seguidoras de los hombres elocuentes que ellas han tenido cerca, no pocas veces desempeñándose como sus dedicadas secretarias o admiradoras, también como sus fieles parejas, que no se oponían a las decisiones masculinas y tampoco las estorbaban, porque no se consideraban en condiciones de competir con ellos. Fue el caso de Catalina von Bora, monja que abandonó el convento para convertirse en esposa y colaboradora de Lutero, pero no el de la teóloga belga Marie Dentière, que intentó exponer ideas propias.

Si Dios dio gracia a algunas buenas mujeres, revelándoles algo santo y bueno a través de las Sagradas Escrituras, ¿tienen ellas que atreverse a no escribirlo, no hablarlo o no declararlo a los demás, por causa de los difamadores de la verdad? Puede ser demasiado impúdico cubrir el talento Dios nos ha concedido a nosotras, que debemos tener la gracia de perseverar hasta el fin. (Marie Dentière)

En el siglo XVI, Dentière, tras haber ingresado a un convento de monjas agustinas, asistió a una prédica de Martin Lutero, que la convenció de sumarse a la Reforma Protestante  que él llevaba a cabo contra los jerarcas de la Iglesia Católica. En 1528 Dentière se casó con un predicador de la misma tendencia, Simon Robert, con quien tuvo dos hijos. Al quedar viuda, predicó en Ginebra a la par de Calvino y Farel, líderes del protestantismo, que desaprobaron su actuación.
Para eludir la prohibición expresa a la publicación de textos teológicos escritos por mujeres, firmó los suyos con seudónimo. Dentiére se casó por segunda vez con Antoine Froment, otro predicador reformista. Planteó en sus artículos el punto de vista de las mujeres sobre la doctrina cristiana. Propugnaba la necesidad de reinterpretar los Evangelios, para ampliar la participación femenina en el culto religioso (un tema que cinco siglos más tarde continúa en discusión).

¿Tenemos dos Evangelios: uno para hombres y otro para mujeres? Tampoco los calumniadores y enemigos de la verdad tienen el derecho de acusarnos de excesiva arrogancia, ni puede un verdadero creyente decir que las mujeres están traspasando sus derechos cuando hablamos a otra acerca de las Sagradas Escrituras. (Marie Dentiére)

Menos de tres siglos más tarde, las mujeres no pensaban en cambiar el mundo mediante la religión y se sumaban a la discusión política iniciada por los intelectuales. Cuando llega la Revolución Francesa, Théroigne de Méricourt fundó la Sociedad de Amigos de la Ley junto a su amigo, Gilbert Romme.
Théroigne de Méricourt
Años atrás, cuando decidió abandonar el hogar paterno por diferencias irreconciliables con su madrastra, perdió el apoyo de la familia, tuvo que sostenerse sola y al parecer habría llegado a prostituirse para sobrevivir. Una vez instalada en Paris, gracias a su relación con el Marqués de Persan, abrió un salón literario frecuentado por los futuros revolucionarios. Al comenzar la Revolución, la Méricourt no se conformó con recibir y agasajar a sus visitantes. Participó junto a los hombres, sable en mano, en la Toma de la Bastilla. Los monárquicos la vilipendiaron por sus ideales republicanos y su pasado de mujer pública. La describían como un personaje desequilibrado, que intentaba vengarse de la sociedad que la había marginado.

Ustedes [los hombres] anularon todo los privilegios [de la nobleza]; anulen también los del sexo masculino. Trece millones de esclavas llevan las cadenas que les colocaron trece millones de déspotas. (Théroigne de Méricourt)

Méricourt era imprudente en sus discursos, por apasionada y cometió el error de enfrentar al poderoso Robespierre, en medio de la lucha de facciones que estuvo a punto de desembocar en una guerra civil. Creó una legión de lo que denominó amazonas (batallón de mujeres armadas) con la que pretendía invadir los Países Bajos para liberarlos de la monarquía. Tanto activismo no anunciaba premios ni reconocimientos para ella. Había que silenciarla pronto, para que su ejemplo no cundiera entre las mujeres. Méricourt fue castigada por una banda de seguidoras de Robespierre, que le quitaron la ropa interior y la azotaron en plena calle.

Ciudadanas: demostremos a los hombres que no somos inferiores a ellos en valentía y bravura; demostremos a toda Europa que las mujeres francesas conocen y está a la altura de las ideas de su siglo, despreciando los prejuicios absurdos y antinaturales. (…) Francesas (…) rompamos nuestras cadenas. Ya es hora de que las mujeres abandonen el vergonzoso estado de nulidad en que el orgullo y la injusticia de los hombres las mantienen hace tanto tiempo. Volvamos a las épocas en que las galas y las altivas germanas deliberaban en las asambleas públicas y combatían al lado de sus esposas para rechazar a los enemigos. (Théroigne de Méricourt)

Flora Tristán
Durante el siglo XIX, las mujeres se plantearon reiteradamente igualar sus derechos cívicos con aquellos que disfrutaban los hombres. Flora Tristán, hija de los amores de una francesa y un alto oficial peruano que residía temporariamente en España, conoció una infancia desahogada, pero no logró ser reconocida por su padre, que murió cuando ella tenía cinco años. A partir de ese momento, ella y su madre quedaron en la pobreza, comenzó a trabajar en una imprenta en Paris y se casó muy joven con su patrón. Cansada de los malos tratos que recibía, Flora huyó de su hogar, llevándose a sus hijos.
Viaja a América, para reclamar la herencia paterna y apenas consigue una pensión. Al regresar a Francia, se incorpora a la lucha por la emancipación de la mujer y los derechos de los trabajadores (dos causas que a partir de ella pasan a estar indisolublemente relacionadas).
Cuando se niega a las niñas la posibilidad de recibir una educación, analiza Tristán, es porque se ha decidido que es en el seno del hogar donde mejor se las explota como fuerza de trabajo, al encargarles las tareas domésticas, la crianza de los niños, las compras de provisiones, etc. Ese régimen no pasa de ser una preparación para las tareas que se le encomiendan al llegar a la adolescencia, al ubicarlas como aprendizas en talleres donde el trato no es menos desconsiderado de lo que había sido en el hogar. La otra opción es prostituirse. Ante una situación tan intolerable vivida por millones de mujeres, la propuesta de Tristán es simple, difícil de aplicar y sin embargo inevitable, como reconoce su contemporáneo, Karl Marx:

Proletarios del mundo, uníos. (Flora Tristán)

Emmeline Pankhurst
Emmeline Goulden era hija de una pareja de activistas sociales, que se incorporó a la causa del sufragio femenino a los 14 años. Se había formado en una escuela francesa. Conoció a Pankurst, su marido, un abogado bastante mayor que ella, con quien compartía los mismos ideales. Fue madre prolífica, lo que no le impidió fundar una asociación que promovía el voto universal. En el verano de 1908, llegaron a reunir medio millón de sufragistas en Hyde Park. Cuando Pankhurst intentó incorporarse al Partido Laborista, la rechazaron… por ser mujer.
Al quedar viuda, ella y sus hijas se dedicaron a actividades de agitación, que incluían quebrar los vidrios de ventanas de la residencia oficial del Primer Ministro, agredir a policías, incluso provocar incendios en establecimientos comerciales. Fueron encarceladas e iniciaron huelgas de hambre que las volvieron célebres por la crueldad de los métodos utilizados para alimentarlas por sondas. Al comenzar la Primera Guerra Mundial, las sufragistas invitaron a las mujeres para que incorporaran masivamente al campo laboral que hasta entonces había sido reservado a los hombres. Finalmente, en 1918, el Parlamento británico concedió el voto a los hombres mayores de 21 años y las mujeres mayores de 30. Nancy Astor fue la primera mujer elegida para un escaño de la Cámara de los comunes, en 1919.
Rosa Luxemburgo
Rosa Luxemburgo fue una militante izquierdista de fines del siglo XIX, nacida en Polonia, obligada a exiliarse en Suiza y Alemania, que se opuso a la Primera Guerra Mundial. A pesar del hándicap de una cojera, desde muy joven se destacó en la conducción de un partido político obrero, organizó huelgas, estudió Economía, Historia y Filosofía. La suya era una solitaria voz femenina en un mundo de hombres. La encarcelaron reiteradamente, predicó la objeción de conciencia ante el estallido de la guerra.
Acusada de incitar a la desobediencia civil, la justicia alemana la condenó a un año de encarcelamiento. La asesinaron en 1919, apenas concluida la guerra, cuando había previsto las desviaciones que aguardaban a la Revolución bolchevique, en la recién establecida Unión Soviética.

¡El orden reina en Berlin! Vuestro orden está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria: ¡Yo fui, yo soy, yo seré! (Rosa Luxemburgo)

Alicia Moreau
Pocos años más tarde, la joven Alicia Moreau, hija de un anarquista francés emigrado a Argentina, fundó en 1906, a los 21 años, el primer Centro Feminista del país, con el objeto de promover el voto femenino. En 1907 ingresó a la Facultad de Medicina con otras cinco mujeres. En 1915 obtuvo su diploma universitario de Médica Cirujana. En 1921 fundó el Partido Socialista argentina y un año después se casó con su fundador, Juan B. Justo.

El feminismo no fue un detalle de indumentaria, sino una forma distinta de pensar; no se trató de oponer a la mujer al hombre, sino (…) de no dejarla ajena al pensamiento moderno, de permitirle que conquistase en la sociedad una posición menos deprimida, de darle los medios de defenderse contra un régimen que no ha sido hecho para ella y en donde se encuentra herida y vejada. (Alia Moreau de Justo: Feminismo e intelectualismo)

Alexandra Kollontai
Alexandra Kollontai fue designada Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública, tras el establecimiento de la Unión Soviética, en 1917. Desde el alto cargo que ejercía, logró que se aprobaran las leyes del divorcio y el derecho al aborto, el reconocimiento salarial a la maternidad, fundación de guarderías y hogares para los hijos de las trabajadoras. Promovió la participación femenina en todas las profesiones.
Desde 1921, Kollontoi quedó marginada por su propuesta de entregar las fábricas a los trabajadores y varios de sus planteos quedaron archivados definitivamente. Se la designó como embajadora de la URSS en Noruega (fue primera mujer que asumió una responsabilidad parecida). Sus ideas resultaban incómodas para una conducción que necesitaba consolidar una imagen más convencional de la mujer, después de haberle permitido incorporarse plenamente a las actividades productivas.

En vez del matrimonio indisoluble, basado en la servidumbre de la mujer, veremos nacer la unión libre fortificada por el amor y el respeto mutuo de dos miembros del Estado Obrero, iguales en sus derechos y en sus obligaciones. En vez de la familia de tipo individual y egoísta, se levantará una gran familia universal de trabajadores. (...) Estas nuevas relaciones asegurarán a la humanidad todos los goces del amor libre, ennoblecido por una verdadera igualdad social entre compañeros, goces que son desconocidos en la sociedad comercial del régimen capitalista. (Alexandra Kollontoi: La igualdad social del hombre y la mujer)