martes, 15 de diciembre de 2015

FERTILIDAD FEMENINA: AYER Y HOY



Leonardo da Vinci: dibujo
Hasta las clínicas más exitosas y compasivas, pueden dar la impresión de que el cuerpo de la mujer es un objeto que debe ser vigilado y regulado. (Baronesa Rutrh Deech de Cumnor: Fertiliy and Feminism)
Todas las mujeres tienen derecho a experimentar la maternidad, se afirma tradicionalmente, desde las perspectivas más opuestas. En ocasiones se tiene la impresión de que se trata más bien de un imperativo del género, que si no se satisface al menos una vez, las desacredita como seres humanos incompetentes. En el pasado, el desconocimiento de los métodos de anticoncepción o las normas religiosas condenaban a las mujeres a la rutina de parir un hijo tras otro, tantos como la Naturaleza les concediese. En la actualidad, las tasas de natalidad han descendido en todos los países que otorgan a las mujeres mejores oportunidades laborales e información adecuada respecto de la mecánica del embarazo, pero el viejo condicionamiento de crecer y reproducirse continúa vigente. En la Biblia, Dios mismo se manifiesta sobre el tema:

No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra: y yo cumpliré el número de tus días. (Éxodo 23-26)

Nicole Kidman e hija
Como concesión a la modernidad, ahora las mujeres no necesitan estar casadas, se acepta en muchas partes.  Si por cualquier motivo las mujeres no se encuentran en condiciones de gestar a sus descendientes en el interior de su cuerpo, como se sabe que fue el caso de la actriz Nicole Kidman, que había cumplido 43 años en el momento de nacer la segunda hija que tuvo con su marido Keith Urban. Los vacíos legales sobre una materia tan nueva, permiten en algunos países la contratación de madres sustitutas más jóvenes y adecuadas para efectuar esa tarea. Ellas brindan su cuerpo para albergar el óvulo fecundado de la otra, que en adelante será reconocida como la madre. Por el servicio que han prestado, son compensadas monetariamente y desaparecen después del parto.
Susan Sarandon e hijo
Julia Roberts parió gemelos a los 39 años. Otra actriz,  Susan Sarandon, había cumplido 42 años cuando fue madre primeriza. Carla Bruni, esposa del presidente Nicolas Sarkozy, parió a los 43 años su segundo hijo. En la actualidad hay tratamientos hormonales que permiten a las mujeres dispuestas a pagarlos, la posibilidad de ser madres a edades tan avanzadas como después de los 60 años, cuando la Naturaleza les ha impuesto mucho antes el fin de la ovulación que prometía la fertilidad.
Circunstancias inimaginables hace una generación, se vuelven práctica corriente en la actualidad. Se congelan óvulos para ser utilizados más tarde por quienes en la actualidad ven la maternidad como una situación inconveniente. Se donan los óvulos de mujeres jóvenes, a otras de más edad, que ya no pueden producirlos.
Hay también quienes alquilan el vientre de otra mujer para que geste un hijo que ellas no se encuentran en condiciones de desarrollar. El trato puede costar el equivalente a 4500 euros en la India (un país donde la maternidad comercial es aceptada) 15.000 en España (donde el acuerdo es bastante más costoso y de todos modos ilegal) para culminar con U$ 40.000 en los EEUU (donde unos pocos Estados admiten la existencia de contratos de gestación).
Fecundación in vitro
Si hoy la fecundación in vitro ha llegado a convertirse en un próspero negocio, que se alimenta de las expectativas de miles de mujeres con dificultades para obtener descendencia, la fertilidad femenina causaba asombro y reverencia entre los hombres primitivos. Los cazadores del neolítico, miles de años antes de nuestra era, como demuestran las llamadas Venus de Wilendrof o Vestonice, representan a mujeres embarazadas, que se utilizaron como figuras protectoras de los hombres en sus expediciones, que debían traerles buena suerte.
La actriz Angelina Jolie tiene un par de hijos propios, pero tal situación no la conforma. Adopta cuatro niños más, de distintas nacionalidades y etnias, como si armara una colección donde debe estar representada la variedad que ofrece la humanidad. Sharon Stone tiene tres hijos adoptivos. Un par de generaciones antes, La bailarina y cantante Josephine Baker, sin hijos propios, armó en Francia, durante los años `40 y `50, una comunidad multiétnica de doce hijos adoptados.
Josephine Baker e hijos
Rodearse de muchos hijos, lo mismo da si son propios o adoptados, comprometerse a criarlos de manera satisfactoria, es una aspiración difícil de explicar. En la sociedad tradicional, los hijos aseguraban la vejez digna de los padres. En ese momento, ellos tendrían que retribuir las atenciones recibidas al nacer y crecer. Que fuera necesario engendrar tantos hijos, era el reconocimiento de que no todos llegarían vivos a la edad adulta. La imagen de la prosperidad personal estaba ligada en el mundo antiguo a una prole abundante.

Dichosos todos los que temen al Señor (…). En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo. Tales son las bendiciones de los que temen al Señor. (Salmos: 128: 1-5)

Abraham, Sara e Isaac
En la Biblia, el patriarca Abraham rezó a su Dios para que le concediera un hijo, a pesar de que Sara, su esposa, tenía ya noventa años. De la fertilidad dependía la continuidad del pueblo elegido. La plegaria resultó efectiva, porque Sara concibió a Isaac, tal como después Raquel concibió a José. Por lo tanto, la plegaria podía ser el recurso invocado por las mujeres, con el objeto de alterar una situación que las exponía ante la comunidad como personas indeseables. Una gran fe producía milagros, se creía, cuando los conocimientos científicos resultaban insuficientes.
Mientras los milagros tardaban en producirse, la poligamia se ofrecía como la alternativa más eficaz que disponían los hombres para obtener descendencia, cuando las esposas legítimas no estaban a la altura de su responsabilidad. Sara, desesperada por no ser capaz de darle descendencia a Abraham, le entregó a Agar, su joven esclava egipcia, que como consecuencia de la relación parió a Ismael.
En cuanto a la responsabilidad de los hombres, la Biblia no les atribuye nunca la vergüenza de ser considerados estériles. Si alguno de ellos se niega a engendrar, como hace Onán, obligado por la Ley a casarse con la viuda de su hermano muerto, su actitud contraría la voluntad de Dios, que exige la reproducción de sus seguidores, y por lo tanto castiga sin miramientos a quien pudiendo engendrar, prefiere derramar su simiente en el suelo.
El mandato de crecer y reproducirse tantas veces como sea posible, continúa vigente en el mundo cristiano. Puede haber limitaciones de todo tipo a la sexualidad, pero la fertilidad es buscada y se incorpora esa aspiración al culto de los santos. Los católicos que no tienen hijos, rezan por ese favor a santa Rita de Casia (patrona de las causas perdidas) a san Ramón Nonato (patrón de comadronas y obstetras) a san Gerardo o incluso al arcángel Gabriel (que habría anunciado a María la milagrosa concepción de Jesús).
San Vicente Ferrer
San Vicente Ferrer, convencido antisemita, dejó en el siglo XIV una receta para las mujeres católicas que experimentan el sinsabor de saberse estériles, que ha tenido prolongada aceptación y consiste en partes iguales de resignación, oración y actividad sexual (una situación poco frecuente en la vida de las parejas del Medioevo, cuando la castidad y la mortificación de los apetitos, eran presentadas como las virtudes supremas de un cristiano):

Vivan bien y procuren no pecar; no nieguen el débito [el contacto sexual] a sus maridos; que se ofrezcan a Dios por la mañana, rezando el Credo, y por la tarde el Rosario de María Santísima todos los días; y que lean las que supieren leer, el Salmo 127 (…) y las que no, hagan que se lo lean y lo oigan con atención, que allí ofrece el Serenísimo Rey David que serán fecundadas como vides las mujeres; tendrán hijos como renuevos de olivos; y verán con paz y abundancia a los hijos de sus hijos. (San Vicente Ferrer)

Las relaciones tradicionales entre la mujer y su potencial fertilidad son contradictorias. Por un lado, ser madre constituye, de acuerdo a la opinión generalizada, una de las mayores realizaciones de su género. Aquellas que no logran embarazarse y parir al menos una vez, suelen ser juzgadas como inservibles por sus parientes y conocidos, y se desprecian a ellas mismas. El deseo del hijo por una mujer, puede resultar más intenso e irrenunciables que el deseo de una pareja.

YERMA: Yo quiero tener a mi hijo en los brazos para dormir tranquila y, óyelo bien y no te espantes de lo que te digo, aunque yo supiera que mi hijo me iba a martirizar después y me iba a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala, que llorar este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón. (Federico García Lorca: Yerma)

Cualquier embarazo que no suceda dentro del matrimonio, condenaba tradicionalmente a la mujer fértil. Si trataba de evitar el embarazo, lo mismo daba si gracias a los anticonceptivos o abortando, en la cultura patriarcal recibía una condena sin atenuantes. Librarse de un embarazo, incluyendo aquel que deriva de una violación, exponía a la mujer como una criminal de la peor especie. Ser fértil se revela entonces como una bendición y al mismo tiempo como una pesada responsabilidad para las mujeres.
La mujer infértil suele ser tradicionalmente considerada como la principal (a veces la única) responsable de su lamentable situación. Cuando la causa de su esterilidad resultaba desconocida, en el pasado, podía suponerse que era víctima de alguna maldición. Lo primero que se pensaba era que ella perjudicaba las expectativas su pareja con su cuerpo inadecuado para una de las pocas actividades productivas que le estaban reservadas. Repudiar a la mujer estéril es un derecho del hombre en muchas culturas. El rey Henry VIII de Inglaterra exigía un heredero a sus sucesivas esposas, que después de fracasar en el intento (probablemente por deficiencias del marido) eran castigadas con la prisión y la muerte.
Las estadísticas actuales, en cambio, demuestran que aproximadamente un tercio de la infertilidad de las parejas es atribuible a los hombres (factores como la baja concentración de espermatozoides, insuficiente movilidad o deficiente morfología de los mismos), mientras otro tercio es atribuible a las mujeres (óvulos de mala calidad, sobrepeso) y el resto corresponde a inadecuaciones compartidas. Al menos un 15% de las parejas humanas es infértil.
Ruth Deech de Cumnor
Hoy, cuando el conocimiento de los mecanismos de la reproducción ofrecen pocos misterios, no es probable que alguien que disponga de medios se resigne a la esterilidad. Eso ha generado no solo niños saludables y padres satisfechos, sino también una próspera industria de la fertilidad, gracias a una demanda alimentada por preconceptos que no parecen haber variado en milenios.

Es demasiado simplista señalar que el mayor número de usuarios de la medicina reproductiva sean mujeres, y los proveedores hombres. (…) He oído a un respetado médico comentar que él había dejado embarazadas a 1000 mujeres. Las mujeres entran en escena como agradecidas pacientes, enfermeras (…) y científicas. (…) La infertilidad es presentada como una enfermedad para la cual hay una cura, si la mujer lo intenta y gasta lo que hace falta. (…) Se presume que las mujeres están incompletas si no tienen hijos, sea voluntaria o involuntariamente. (Baronesa Ruth Deech de Cumnor: Fertiliy and Feminism)

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