Hasta las clínicas más exitosas y compasivas, pueden dar la impresión de que el cuerpo de la mujer es un objeto que debe ser vigilado y regulado. (Baronesa Rutrh Deech de Cumnor: Fertiliy and Feminism)
Leonardo da Vinci: dibujo
Todas las mujeres tienen derecho a experimentar la
maternidad, se afirma tradicionalmente, desde las perspectivas más opuestas. En
ocasiones se tiene la impresión de que se trata más bien de un imperativo del
género, que si no se satisface al menos una vez, las desacredita como seres
humanos incompetentes. En el pasado, el desconocimiento de los métodos de
anticoncepción o las normas religiosas condenaban a las mujeres a la rutina de
parir un hijo tras otro, tantos como la Naturaleza les concediese. En la
actualidad, las tasas de natalidad han descendido en todos los países que
otorgan a las mujeres mejores oportunidades laborales e información adecuada respecto
de la mecánica del embarazo, pero el viejo condicionamiento de crecer y
reproducirse continúa vigente. En la Biblia, Dios mismo se manifiesta sobre el
tema:
No habrá mujer que aborte, ni
estéril en tu tierra: y yo cumpliré el número de tus días. (Éxodo 23-26)
Nicole Kidman e hija |
Susan Sarandon e hijo |
Julia Roberts parió gemelos a los 39 años. Otra actriz, Susan Sarandon, había cumplido 42 años cuando
fue madre primeriza. Carla Bruni, esposa del presidente Nicolas Sarkozy, parió
a los 43 años su segundo hijo. En la actualidad hay tratamientos hormonales que
permiten a las mujeres dispuestas a pagarlos, la posibilidad de ser madres a
edades tan avanzadas como después de los 60 años, cuando la Naturaleza les ha
impuesto mucho antes el fin de la ovulación que prometía la fertilidad.
Circunstancias inimaginables hace una generación, se vuelven
práctica corriente en la actualidad. Se congelan óvulos para ser utilizados más
tarde por quienes en la actualidad ven la maternidad como una situación inconveniente.
Se donan los óvulos de mujeres jóvenes, a otras de más edad, que ya no pueden
producirlos.
Hay también quienes alquilan el vientre de otra mujer para
que geste un hijo que ellas no se encuentran en condiciones de desarrollar. El
trato puede costar el equivalente a 4500 euros en la India (un país donde la
maternidad comercial es aceptada) 15.000 en España (donde el acuerdo es bastante
más costoso y de todos modos ilegal) para culminar con U$ 40.000 en los EEUU
(donde unos pocos Estados admiten la existencia de contratos de gestación).
Fecundación in vitro |
La actriz Angelina Jolie tiene un par de hijos propios, pero
tal situación no la conforma. Adopta cuatro niños más, de distintas
nacionalidades y etnias, como si armara una colección donde debe estar representada
la variedad que ofrece la humanidad. Sharon Stone tiene tres hijos adoptivos. Un
par de generaciones antes, La bailarina y cantante Josephine Baker, sin hijos
propios, armó en Francia, durante los años `40 y `50, una comunidad multiétnica
de doce hijos adoptados.
Josephine Baker e hijos |
Rodearse de muchos hijos, lo mismo da si son propios o
adoptados, comprometerse a criarlos de manera satisfactoria, es una aspiración
difícil de explicar. En la sociedad tradicional, los hijos aseguraban la vejez
digna de los padres. En ese momento, ellos tendrían que retribuir las atenciones
recibidas al nacer y crecer. Que fuera necesario engendrar tantos hijos, era el
reconocimiento de que no todos llegarían vivos a la edad adulta. La imagen de
la prosperidad personal estaba ligada en el mundo antiguo a una prole abundante.
Dichosos todos los que temen al
Señor (…). En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas;
alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo. Tales son las
bendiciones de los que temen al Señor. (Salmos: 128: 1-5)
Abraham, Sara e Isaac |
Mientras los milagros tardaban en producirse, la poligamia se
ofrecía como la alternativa más eficaz que disponían los hombres para obtener
descendencia, cuando las esposas legítimas no estaban a la altura de su
responsabilidad. Sara, desesperada por no ser capaz de darle descendencia a
Abraham, le entregó a Agar, su joven esclava egipcia, que como consecuencia de
la relación parió a Ismael.
En cuanto a la responsabilidad de los hombres, la Biblia no les atribuye
nunca la vergüenza de ser considerados estériles. Si alguno de ellos se niega a
engendrar, como hace Onán, obligado por la Ley a casarse con la viuda de su
hermano muerto, su actitud contraría la voluntad de Dios, que exige la reproducción
de sus seguidores, y por lo tanto castiga sin miramientos a quien pudiendo
engendrar, prefiere derramar su simiente en el suelo.
El mandato de crecer y reproducirse tantas veces como sea
posible, continúa vigente en el mundo cristiano. Puede haber limitaciones de
todo tipo a la sexualidad, pero la fertilidad es buscada y se incorpora esa
aspiración al culto de los santos. Los católicos que no tienen hijos, rezan por
ese favor a santa Rita de Casia (patrona de las causas perdidas) a san Ramón
Nonato (patrón de comadronas y obstetras) a san Gerardo o incluso al arcángel
Gabriel (que habría anunciado a María la milagrosa concepción de Jesús).
San Vicente Ferrer |
San Vicente Ferrer, convencido antisemita, dejó en el siglo
XIV una receta para las mujeres católicas que experimentan el sinsabor de
saberse estériles, que ha tenido prolongada aceptación y consiste en partes
iguales de resignación, oración y actividad sexual (una situación poco
frecuente en la vida de las parejas del Medioevo, cuando la castidad y la
mortificación de los apetitos, eran presentadas como las virtudes supremas de
un cristiano):
Vivan bien y procuren no pecar;
no nieguen el débito [el contacto sexual] a sus maridos; que se ofrezcan a Dios
por la mañana, rezando el Credo, y por la tarde el Rosario de María Santísima
todos los días; y que lean las que supieren leer, el Salmo 127 (…) y las que
no, hagan que se lo lean y lo oigan con atención, que allí ofrece el Serenísimo
Rey David que serán fecundadas como vides las mujeres; tendrán hijos como
renuevos de olivos; y verán con paz y abundancia a los hijos de sus hijos. (San
Vicente Ferrer)
Las relaciones tradicionales entre la mujer y su potencial
fertilidad son contradictorias. Por un lado, ser madre constituye, de acuerdo a
la opinión generalizada, una de las mayores realizaciones de su género. Aquellas
que no logran embarazarse y parir al menos una vez, suelen ser juzgadas como
inservibles por sus parientes y conocidos, y se desprecian a ellas mismas. El
deseo del hijo por una mujer, puede resultar más intenso e irrenunciables que
el deseo de una pareja.
YERMA: Yo quiero tener a mi
hijo en los brazos para dormir tranquila y, óyelo bien y no te espantes de lo
que te digo, aunque yo supiera que mi hijo me iba a martirizar después y me iba
a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría con gozo su
nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala,
que llorar este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón. (Federico
García Lorca: Yerma)
Cualquier embarazo que no suceda dentro del matrimonio,
condenaba tradicionalmente a la mujer fértil. Si trataba de evitar el embarazo,
lo mismo daba si gracias a los anticonceptivos o abortando, en la cultura
patriarcal recibía una condena sin atenuantes. Librarse de un embarazo, incluyendo
aquel que deriva de una violación, exponía a la mujer como una criminal de la
peor especie. Ser fértil se revela entonces como una bendición y al mismo
tiempo como una pesada responsabilidad para las mujeres.
La mujer infértil suele ser tradicionalmente considerada
como la principal (a veces la única) responsable de su lamentable situación. Cuando
la causa de su esterilidad resultaba desconocida, en el pasado, podía suponerse
que era víctima de alguna maldición. Lo primero que se pensaba era que ella
perjudicaba las expectativas su pareja con su cuerpo inadecuado para una de las
pocas actividades productivas que le estaban reservadas. Repudiar a la mujer
estéril es un derecho del hombre en muchas culturas. El rey Henry VIII de
Inglaterra exigía un heredero a sus sucesivas esposas, que después de fracasar
en el intento (probablemente por deficiencias del marido) eran castigadas con
la prisión y la muerte.
Las estadísticas actuales, en cambio, demuestran que
aproximadamente un tercio de la infertilidad de las parejas es atribuible a los
hombres (factores como la baja concentración de espermatozoides, insuficiente movilidad
o deficiente morfología de los mismos), mientras otro tercio es atribuible a
las mujeres (óvulos de mala calidad, sobrepeso) y el resto corresponde a
inadecuaciones compartidas. Al menos un 15% de las parejas humanas es infértil.
Ruth Deech de Cumnor |
Hoy, cuando el conocimiento de los mecanismos de la reproducción
ofrecen pocos misterios, no es probable que alguien que disponga de medios se
resigne a la esterilidad. Eso ha generado no solo niños saludables y padres
satisfechos, sino también una próspera industria de la fertilidad, gracias a
una demanda alimentada por preconceptos que no parecen haber variado en
milenios.
Es demasiado simplista señalar
que el mayor número de usuarios de la medicina reproductiva sean mujeres, y los
proveedores hombres. (…) He oído a un respetado médico comentar que él había
dejado embarazadas a 1000 mujeres. Las mujeres entran en escena como
agradecidas pacientes, enfermeras (…) y científicas. (…) La infertilidad es
presentada como una enfermedad para la cual hay una cura, si la mujer lo
intenta y gasta lo que hace falta. (…) Se presume que las mujeres están
incompletas si no tienen hijos, sea voluntaria o involuntariamente. (Baronesa
Ruth Deech de Cumnor: Fertiliy and Feminism)
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