miércoles, 4 de marzo de 2015

MUJERES DESPRECIADAS


Representación de Don Juan Tenorio
La fama de Diógenes, filósofo cínico de la Antigüedad, surge de anécdotas que se le atribuyen, más que de sus obras. En esas historias, aparece descrito como un vagabundo crítico de las ideas más difundidas de su época. Diógenes rechazaba la compañía de los seres humanos de cualquier sexo o edad, a pesar de lo cual utilizaba la plaza más concurrida de la ciudad para exponer sus doctrinas y exponerse a sí mismo, como ejemplo contundente de sus puntos de vista. Puesto que no creía necesario un techo para cobijarse, ni de ropas para cubrirse, tampoco tenía mucho sentido para él molestarse en buscar una pareja, cuando se encontraba al alcance de su mano la posibilidad de aliviar cualquier tensión sexual que pudiera perturbarlo.
Un punto de vista como ese, capaz de simplificar la complejidad de las relaciones de pareja, hasta reducirlas al puro alivio de las tensiones hormonales, revela una clara hostilidad hacia el otro género, que no se considera necesario o al que se recurre solo en momentos de debilidad, para arrepentirse a continuación.
El clima de desconfianza o declarada hostilidad respecto de la pareja femenina, llegó a disfrutar de prolongada aceptación en la cultura patriarcal. No era que los hombres se apartaran de todo trato con las mujeres, como proponían los ermitaños de los primeros siglos del cristianismo, sino que (después de haber convivido con ellas) manifestaban la pésima opinión que tenían. Por lo tanto, no prejuzgaban. Su decisión tenía un fundamento innegable.
Fue un tópico bien considerado en el ambiente intelectual, proclamar que a pesar de que los hombres buscaran a las mujeres en ciertos momentos, las despreciaran a continuación y las consideraran un obstáculo para el desarrollo espiritual de los hombres.
Cuando ellos necesitaban la compañía femenina, incurrían en una debilidad perdonable y pasajera, porque las mujeres eran vistas como “el reposo del guerrero”, prontas para que las abandonaran y reemplazaran por otras representantes de su género, más atractivas e indefensas, apenas se insinuara el menor signo de aburrimiento en la relación. Las mujeres debían ser excitantes y serviciales, o desaparecer.

¡Oh, qué plaga, qué aburrimiento, qué tedio es tener que tratarse con ellas mayor tiempo que los breves instantes en que son buenas para el placer! (Francisco de Quevedo)

El antifeminismo que predominó en la cultura clásica de Oriente y Occidente, puede ser considerado como una convención cultural, que solo afecta al discurso literario y no se corresponde directamente con las actitudes de la gente en la realidad, pero más probable es que refleje sentimientos contradictorios de deseo y desprecio de los hombres.
No estaba muy bien considerada entre los hombres la posibilidad de mostrar ningún respeto por las mujeres. Hacerlo, era confesarse disponible para someterse a un sector despreciado de la sociedad. En complemento, resultaba de buen gusto, incluso divertido, vilipendiarlas, como se había hecho siempre.
Pablo Picasso: La Celestina
Hasta los hombres que experimentan atracción por las mujeres, como le sucede al personaje de Sempronio en La Celestina, se encuentran lejos de tener buena opinión sobre de ellas y basta un mínimo conflicto para que manifiesten una abierta odiosidad.

SEMPRONIO: Muchas hubo y hay santas y virtuosas y notables, cuya resplandeciente corona quita el general vituperio. Pero destas otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías? Que todo lo que piensan osan sin deliberar. ¿Sus disimulaciones, su lengua, su engaño, su olvido, su desamor, su ingratitud, su inconstancia, su testimonio, su negar, su revolver, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su soberbia, su sujeción, su parlería, su golosina, su lujuria y suciedad, su miedo, su atrevimiento, sus hechicerías, sus embobamientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüenza, su alcahuetería? (Fernando de Rojas: La Celestina)

Hablar mal de la pareja (en especial, de la pareja femenina), denigrarla en público, por ser la causa fundamental de todos los males que sufren los hombres, estuvo muy bien visto por la opinión dominante, tanto en Oriente como en Occidente, durante siglos. No solo correspondía al punto de vista de los prejuiciosos e ignorantes, que si bien se expresan, tal vez no dejan demasiada huella en la memoria colectiva, sino también al de los teólogos, científicos, políticos y artistas más destacados de su época, cuyas palabras se conservan y respetan.
De acuerdo a las evidencias, no todos los seres humanos fueron hechos para vivir en pareja con alguien del sexo opuesto, ni para procrear de manera responsable. En ciertos casos, hay quienes consideran que la rutina de una pareja estable y una familia constituyen un estorbo inaceptable para lo que ellos esperan aportar al mundo. ¿Por qué negarse a atender la variedad y el atractivo de la oferta de parejas provisorias, que prometen satisfacción inmediata y ningún compromiso?
Don Juan es un personaje literario que pasa de una mujer a la siguiente, o mantiene el cortejo de varias al mismo tiempo, como si necesitara marcar al mayor número posible de hembras como sus conquistas, incapaces de atarlo en una relación estable. Es un cazador que vive urgido por el proyecto de dejar en su memoria y la de sus contemporáneos, tantos trofeos como pueda.
Fragonard: El beso
Los recuerdos que Giacomo Casanova anotó en su vejez, cuando se vio reducido al rol oscuro de bibliotecario en un castillo provinciano de Bohemia, tienen el carácter contable y exhibicionista de quien ya no es capaz de alterar la soledad. Mientras la mayor parte de los hombres intenta vivir con una pareja que puede no ser la ideal, pero que al menos suministra compañía, Casanova proclama su temor por las ataduras femeninas y las responsabiliza de riesgos que son atribuibles también a los hombres.

Las mujeres son peligrosas por las enfermedades que muchas de ellas comunican a los que obtienen sus favores. (Giacomo Casanova)

Hay hombres que no tienen la intención de exponerse a vivir en soledad, tras haber sufrido alguna experiencia de pareja que los decepcionó. Prefieren vivir aislados, antes que sufrir parecidas humillaciones con una nueva pareja.
En otros casos, hay quienes prefieren establecer parejas de su mismo sexo, a pesar de que la sociedad espera de ellos que se ajusten a un patrón de conducta heterosexual, sin duda el más adecuado para preservar la especie.
Pueden ser hombres o mujeres por igual, pero la disparidad de los roles que la sociedad asigna a los géneros, decide que sean más los hombres que declaran no estar dispuestos a formar pareja y más las mujeres que se ven obligadas a no tener pareja.
En algunos hombres, la hostilidad se manifiesta en el desprecio de todas las mujeres, entendidas en el mejor de los casos como un mal necesario para el solaz masculino y la continuidad de la especie. En otros, cualquier distancia que se establezca respecto de la pareja es poca. Ellas forman parte de un mundo ignoto, enfrentado al de los hombres: No se trata de prejuicios de gente ignorante, manifestadas al calor de una conversación que no deja rastros, sino de textos firmados por hombres notables, que fueron destinados a la publicación y lectura, vale decir, a producir un efecto en los demás.

La poligamia es tener una mujer de más. La monogamia también. (Sacha Guitry)

Jacqueline Dulubac y Sacha Guitry
Puede entenderse la humorada de Guitry como un guiño a la audiencia masculina de su época (mediados del siglo XX). En la actualidad, eso se ha convertido en una afirmación políticamente incorrecta, que ofrende a la sensibilidad contemporánea, y por las dudas no se menciona, para no recibir la condena de los bien pensantes. ¿Indica eso un cambio de mentalidad tan definitivo? No, eso no ha sucedido. En las comunidades más informadas, los chistes antifeministas, la discriminación laboral, los crímenes pasionales y el maltrato intrafamiliar son evidencias que se renuevan todos los días.
Muchos hombres y mujeres se sienten molestos, no por las grandes injusticias que sufren sus iguales, sino por las dificultades que les atañen a ellos. Por eso pueden tolerar todo, menos las ofensas que provengan de sus parejas, que los conocen mejor que nadie, y por lo tanto se encuentran en la posición de causarles daños más profundos. Cuando enfrentan la alternativa de entablar una relación, la ven como un riesgo excesivo, que a veces los inhibe de concretar nada.

Tenemos la mejor de las culturas. En nuestra cultura no hay sitio para la mujer.  (ML Sharma, abogado defensor de seis hombres condenados en la India por violación)