Leda y el cisne (Zeus) |
El héroe Jasón arma una pareja tormentosa con la exiliada
Medea, a quien deja tras haberle dado un par de hijos, para aprovechar un
matrimonio de conveniencia con Glauca, hija del rey de Tebas. La inmortal
Selene se enamora del mortal Endimión, y al ser víctima de una maldición, solo
puede entrar en contacto con el hombre, cuando él está dormido y sin
despertarlo. Logra amar, sin que su pareja sepa que es amado y (menos aún) que
dormido responde a ese amor.
Dido y Eneas |
Dido es una reina viuda y exiliada, que funda la ciudad de
Cartago. De acuerdo a La Eneida de Virgilio, otro exiliado, el troyano Eneas,
es el hombre de quien Dido se enamora, a pesar de su decisión previa de
consagrarse a la memoria de su marido. Eneas es alguien que no puede permanecer
con ella, porque Júpiter le ha encomendado otra misión en otro lugar del
Mediterráneo, la fundar la ciudad de Roma. Como no logra detenerlo, Dido se
inmola en una hoguera. De nuevo, una mujer capaz de tomar decisiones
trascendentales, revela que no es nadie, sin la compañía de un hombre. Perdido
su amante, la mujer no tiene otra decisión que morir.
La muerte es ahora una visita /
bien recibida. / Cuando yazga en tierra, / mis equivocaciones no deberán
crearle / problemas a tu pecho. Recuérdame / pero ¡ay! Olvida mi destino.
(Henri Purcell: Dido y Eneas)
Los amores de los dioses y héroes mitológicos no suelen
afianzarse mediante un proceso de enamoramiento y compromiso gradual entre
ambas partes. Tampoco se extinguen por causa de la rutina conyugal, que desgasta
los lazos de afecto que pudo haber entre los seres humanos. Dioses y héroes conciben
pasiones desmedidas, repentinas, imposibles de controlar. Cuando arman parejas,
incurren también en traiciones, cuyas consecuencias no pasan desapercibidas
para sus iguales. No existe nada pequeño en estos destinos. Resultan dignos de ser
observados, porque exceden los límites habituales.
Teseo y Ariadna |
Teseo goza de privilegios inexplicables desde el momento
mismo de su nacimiento. Es hijo de Egeo, Rey de Atenas, que debe pagar un
amargo tributo a Minos, Rey de Creta: después de ser derrotado en la guerra.
Egeo se ha comprometido a entregar todos los años a siete vírgenes y siete
hombres jóvenes, para ser sacrificados al Minotauro, un monstruo de cuerpo
humano y cabeza de toro, que es su hijo y habita un laberinto construido
especialmente para contenerlo.
Ariadna, hija de Minos, indignada por la bárbara costumbre o
(lo más probable) enamorada del extranjero, toma la iniciativa de buscar a
Teseo, para compartir con él un secreto que obtuvo de Dédalo, el arquitecto que
alzó el laberinto. Si Teseo utiliza el ovillo de hilo que le suministra Ariana
para marcar su recorrido y regresar, logrará matar al Minotauro, salvar su vida
y la de muchos jóvenes atenienses. Ariadna pone como condición que una vez
fuera del edificio, Teseo la lleve con él, para evitar la represalia de Minos y
sobre todo, para convertirse en su pareja.
Esa es la imagen de una mujer apasionada: traiciona a los
suyos, se convierte en responsable de la muerte de su hermanastro y opta por el
exilio, con tal de asegurarse el amor de un hombre al que apenas conoce. Dotada
de una inteligencia superior, la utiliza para someterse a su pareja.
En uno de sus juegos intelectuales con los personajes
suministrados por la frecuentación de la biblioteca, Jorge Luis Borges atribuye
un carácter paradojal (no solo antiheroico, sino ajeno a toda verosimilitud de
una relación de pareja) al clímax de esta historia.
-¿Lo creerás, Ariadna? –dijo
Teseo- El minotauro apenas se defendió. (Jorge Luis Borges)
¿Por qué se dedicaría un hombre a derribar innecesariamente
su propia imagen, delante de una mujer que lo ama y a quien ama? ¿Acaso hubo
testigos de su enfrentamiento, capaces de desmentir el desempeño heroico? Teseo
puede mentir tanto como quiera, adornar los hechos o hacer lo que se le ocurra
con su hazaña. Gran parte del poder que un hombre puede ejercer sobre su pareja
femenina, depende de la construcción del mito de la superioridad de él sobre
ella en cualquier aspecto: sexual, económico, intelectual. La idea del hombre
que voluntariamente devalúa su imagen personal, en el texto de Borges, parece
referirse a otra cosa, que no corresponde a la mitología. El Teseo de Borges
sabe que a pesar de que todo el mundo crea la otra versión, la más favorable a
su fama, delante de su mujer será incapaz de sostenerla.
Ariadna en Naxos |
Una vez muerto el Minotauro, los atenienses se apresuran a
hundir las naves cretenses que hubieran podido seguirlos y embarcan de regreso
a su patria, llevando con ellos a Ariadna y su hermana Fedra. Una tormenta los
desvía de su rumbo y llegan en busca de agua potable a la isla de Naxos. Las
razones que llevan a Teseo a abandonar en la playa a Ariadna pueden discutirse.
De acuerdo a la versión de Hesíodo, ella se encuentra dormida cuando Teseo
ordena embarcar a los suyos, dejándola atrás. ¿Nadie se ha dado cuenta de la
ausencia de la princesa? Más probable resulta que Teseo quiera librarse de ella,
porque está interesado en Fedra.
De acuerdo a otra versión, que trata de exculpar a Teseo, es
Ariadna quien se interna por decisión propia en la isla y se duerme donde nadie
puede encontrarla. Teseo se ve obligado a embarcar, un viento inesperado lo
aleja de la isla y se obligado a abandonarla. ¿No son demasiadas coincidencias
para encubrir una ruptura unilateral de la pareja?
Una mujer despechada puede convertirse en un adversario
temible, cuando esto sucede en la vida cotidiana. Si bien es fácil dejarla de
lado, ¿cómo evitar la respuesta de la víctima? En el mito, Ariadna maldice a
Teseo y logra que el rey Egeo se arroje al mar, cuando un descuido de su hijo
le hace creer que él ha muerto durante el viaje. Esa desgracia es ambigua,
porque por un lado facilita el ascenso de Teseo al trono, y vuelve a resultar
sospechosa, porque la unión de Teseo y Fedra no les depara la felicidad, sino
el conflicto de la pasión que se despierta entre Fedra e Hipólito, su hijastro.
Al abandonar a Ariadna, tal como le sucede a Jasón cuando
abandona a Medea, Teseo asegura su desgracia. El quiebre de la pareja es
tolerado por la sociedad del mundo antiguo, que no discute el derecho de los
hombres a cambiar de parecer y aburrirse de las mujeres que hasta poco antes
los atraían, pero de todos modos resulta desaconsejable, dados los poderes
considerables (temibles) de las mujeres.
La hazaña previa de Teseo es admirable, pero tiene un
defecto: no existiría de no ser por la estrategia y los instrumentos que
suministra Ariadna. Paralelamente, el proyecto de liberación personal de Ariadna
es perfecto, pero no puede acometerse sin el aporte de Teseo (o de cualquier
otro hombre que cumpla las mismas condiciones: a) demostrar la decisión
suficiente para entrar en el laberinto, hallar al Minotauro y matarlo; b) ser
tan atractivo como para alentar a Ariadna a enamorarse de él, al punto de
convencerla de planear la muerte de su hermano y la humillación y el distanciamiento
de su padre).
La mujer que aparece en esta historia es temible, porque planifica
acciones que alteran el orden establecido por los hombres, guiada por sus
hormonas, en lugar de la ambición o el cálculo político. El hombre, en cambio,
no merece la confianza de su pareja, porque no se siente atado a ella por
ninguna gratitud. Cuando tal situación se da y es conocida por otros, la mujer
se vuelve detestable, sin importar los atractivos que se adviertan en ella.
Ariadna tiene que buscar un Teseo para manifestarse como
estratega y hembra, un hombre que podría reemplazar por cualquier otro, mientras
que Teseo no puede aceptar que Ariadna lo ate a la fidelidad conyugal, puesto
que en su vida puede haber otras, como demuestra su nutrido historial de
conquistador. Si ella es fiel, cumple con el mandato que la sociedad ha
establecido para todas las mujeres, incluyendo a las diosas. Si él fuera fiel,
rebajaría su estatura de héroe.
Ariadna y Dionisos |
Los pintores han representado a Ariadna como una bella mujer,
pacíficamente dormida, a veces desnuda, a quien su pareja traiciona con su
hermana. Mayor desolación es imposible. De la ópera de Claudio Monteverde se
conserva solo el aria del Lamento de Ariadna, que corresponde a ese momento en
que el abandono es percibido por el personaje. Se encuentra sola, en un
territorio que desconoce, ha dejado atrás a su patria, su familia y el amante
por el que todo lo sacrificó. Ella es la imagen perfecta del sufrimiento
femenino, que se alimenta del aislamiento y la indefensión.
Al alejarse de Creta, Teseo tuvo a su disposición a dos
mujeres, y como se trata de un drama antiguo, en lugar del doble juego de la
moral burguesa, debió optar por una de ellas, abandonando a su suerte a la
otra. No es una solución demasiado honesta, pero traicionar a una mujer
traidora, que deshonró a su padre, no parece una falta demasiado grave.
Ariadna tiene a lo largo de su historia la posibilidad de
relacionarse con dos hombres, pero en ningún caso le es dado optar por ninguno
de ellos: el primero la abandona cuando tiene la oportunidad de hacerlo, y el
otro que la encuentra sumido en el duelo, la colma de una pasión que compensa
cualquier dolor que la mujer hubiera experimentado.
Dejadme morir / dejadme morir /
¿Esperáis, que me consuele / en un trance tan duro / en un martirio como éste?
/ Dejadme morir. / (…) ¡Oh Teseo, oh Teseo mío! / Vuelve a mirar a aquella / Que por ti
abandonó su patria y reino / y en esta playa, ahora / presa de fieras
despiadadas y crueles / sus huesos dejará. (Strozzi y Monteverdi: L`Arianna)
Las fieras que asustan a Ariadna no resultan ser tan
temibles como se anuncian. Forman parte de un cortejo que la protege y
homenajea, en el que figuran también músicos y un carro donde llega una figura
masculina joven y de inusitada belleza, el dios Dionisos (Baco para los
romanos) el dios del vino y la euforia, que enloquece a las mujeres durante las
procesiones en su homenaje. Dionisos la invita a viajar en su compañía, la
convierte en su esposa y la conduce al cielo de los inmortales. El verdadero
amor no tiene por qué ser el primero, como se advierte en este caso, sino aquel
que se impone después de haber experimentado el desengaño.
Pasar de Teseo a Dionisos es
para Ariadna cuestión de salud y de curación. (Gilles Deleuze)
Hay quien ve en esta transición a todas luces añadida,
improbable, el crecimiento emocional de Ariadna. Si alguien sobrelleva el duelo
por la pérdida del primer amor, que supuso definitivo, recibe como premio una
felicidad perfecta que de otro modo hubiera desconocido. La mujer que toma la
iniciativa en sus relaciones amorosas es castigada, por desafiar las normas de
su cultura, que espera de ella su sometimiento al varón. La mujer que se
entrega al hombre en el que ha logrado despertar una pasión, en cambio, recibe
como premio una felicidad ilimitada. La pareja ideal, de acuerdo a la
concepción griega, es aquella donde la mujer vive desde muy temprano en pareja,
que es fiel porque no le brindan otra alternativa, y que se ha resignado a la
subordinación al hombre, mientras el hombre vive en pareja tan solo para
engendrar descendencia que lo engrandezca ante el resto de los hombres.