David Bowie y Kim Novak: Just a Gigolo |
Apoderarse de las mujeres,
convencerlas de entregar sus cuerpos al disfrute unilateral de sus parejas,
asegurarse su fidelidad mediante regalos o temor, convencerlas de que si se
entregan incondicionalmente a quienes les hacen el favor de fijarse en ellas,
van a acceder al mejor de los mundos posibles, son preocupaciones masculinas
que parecen no tener equivalencia frecuente en el otro género.
Gloria Swanson y William Holden en Sunset Boulevard |
Cuando advierte que él está por
abandonarla, poco importa si por causa de otra mujer o para recuperar su
trabajo, ella le dispara en la espalda cuatro balas que terminan con su vida en
una piscina, porque una mujer puede ser (si la provocan) tan feroz como suele
ser un hombre, cuando no consigue imponer su voluntad.
Richard Gere: American Gigolo |
Los hombres se han prostituido a
lo largo de toda la Historia, a pesar de lo cual ese oficio tiende a
identificarse con las mujeres, como demostración fehaciente de la inferioridad
moral de ellas. En la Antigüedad, los hombres que se prostituían eran esclavos
jóvenes que carecían de derechos y no podían aspirar a mejor trato. Sus
clientes eran otros hombres y prestaban sus servicios en prostíbulos que tanto
ofrecían hombres como mujeres al disfrute de su clientela.
Hombres famosos de entonces, como
los gladiadores romanos, podían ser solicitados como reproductores calificados por
las damas de la clase alta, que no los hubieran aceptado ni conservado como
pareja. Solo se traba de suplir las deficiencias de sus maridos, exclusivamente
con propósitos prácticas, sin mezcla de afectos más complejos.
En el Japón medieval hubo geishas
hombres, que cumplían la misma función de acompañantes, cuando las mujeres
todavía no se encargaban de la tarea. Se los denominaba houkan. Desde el siglo XIII, ellos daban consejos de estrategia
militar a los señores feudales, durante épocas de guerra. Al llegar la paz, sus
principales actividades pasaban a ser las de entretener mediante el recitado de
poemas, narración de cuentos eróticos, canto y ejecución de música, propuestas
de brindis de sake y una conversación bien informada sobre las artes.
El houkan era un animador de fiestas privadas, un compañero de
diversión de otros hombres, que mantenía en todo momento un rol subordinado y
complaciente durante su diálogo con los clientes del mismo género. A mediados
del siglo XVII, las mujeres llegaron para reemplazarlos, demostrando una
destreza muy superior a la de quienes las habían precedido. Los hombres
quedaron relegados al rol de meros ayudantes de las geishas.
La tradición del gigoló en Occidente es otra. La
palabra comienza a ser empleada en los años `20, como ampliación del término gigolette, que se aplicaba en Francia a
la joven bailarina a la que se pagaba por sus servicios de acompañante en una
pista de baile.
Catalina de Rusia |
Cuando Catalina de Rusia escogía a
sus amantes entre los oficiales de la Guardia Imperial, no solo tomaba en
cuenta su aspecto físico, sino también su capacidad intelectual para secundarla
en la administración de una inmensa nación que ella había llegado a controlar
con tanto esfuerzo (como eliminar a su marido mediante una revolución inspirada
por ella). En la intimidad, Catalina podía mostrarse dependiente y a la vez
autosuficiente, como indica la carta que envía a uno de sus colaboradores:
Estoy sumida en la impaciencia.
¡Oh, mi criatura divina! Si no llegas pronto, te haré buscar por toda la
ciudad. (Catalina de Rusia: carta a un amante)
Hombres atractivos como los
hermanos Orlov o Grigori Potyomkin, entre otros, fueron sus acompañantes. A
diferencia de Elizabeth de Inglaterra, Catalina retribuía generosamente los
servicios de quienes la servían; les entregaba títulos de nobleza, grandes
extensiones de tierras, siervos, y cuando se cansaba de ellos les encontraba
esposas y apoyaba a las familias que ellos formaban. ¿Pagaba Catalina a sus
acompañantes masculinos? Más bien, dispensaba sus favores de Emperatriz,
consistentes en cargos públicos, tal como hubiera hecho cualquier hombre que
estuviera en su envidiable situación.
Elizabeth I |
Ella convocaba a su intimidad a
aventureros como Robert Dudley, Robert Devereux, John Harrington o Walter
Raleigh, que posteriormente eran recompensados con títulos nobiliarios,
propiedades y permisos para explorar las riquezas del Nuevo Mundo. Qué pasaba
entre ella y sus favoritos, no se sabe. Tal vez nada más que la excitación
proporcionada por una vecindad heterosexual a una mujer a quien las razones de
Estado le impedía comprometerse con nadie que pudiera perjudicar su actividad
política.
En la actualidad, mujeres maduras
de los países más desarrollados, pueden buscar (y encontrar sin mayor
dificultad) una compañía masculina a su gusto, en países alejados de sus
lugares de procedencia. El Caribe, el Mediterráneo, Indonesia, son los destinos
más frecuentados por el nuevo turismo sexual. Contratan a jóvenes nativos que
se ofrecen como guías turísticos, instructores de baile o acompañantes de
alcoba.
Just a gigoló / everywhere I go
/ people know the part / I´m playing. / Paid for every dance / selling each
romance / every night some heart / betraying. (Leonello Casucci e Irving
Caesar: Just a gigolo)
A comienzos del siglo XX, el gigoló no pasaba de ser una figura bastante inocente, la pareja
masculina disponible para el baile de salón con una dama, actividad que no
supone más contacto físico que el que puede ser vigilado por todos los
asistentes al lugar. El gigoló era
un bailarín profesional, contratado (por lo tanto, pagado) para acompañar a su
pareja femenina en la pista de baile de hoteles elegantes, que permitían ese
tipo discreto de prestaciones o llegaban a ofrecerlo a sus clientes, como uno
más de sus servicios.
Rodolfo Valentino |
Posteriormente, las actividades
del acompañante masculino pasaron al ámbito privado, con lo que adquirieron una
evidente connotación sexual. Una mujer madura y adinerada, contrata una joven
pareja masculina (el gigoló) que con toda seguridad no estaría a su lado, si
ella no le pagara por sus servicios. Esta pareja, objeto del escarnio
generalizado, proviene de una época en que la imagen complementaria del hombre
maduro acompañado por una jovencita, con edad para ser su hija o nieta,
despertaba comentarios cómplices y envidiosos de quienes hubieran querido estar
en su lugar.
Mae West y Cary Grant |
Cuando un hombre maduro o anciano
se exhibe con una pareja femenina bastante más joven que él, los otros hombres
lo envidian, consideran que tiene buen gusto al seleccionar mujeres y demuestra
estar sexualmente activo. Cuando una mujer madura se presenta en público,
acompañada por un hombre mucho más joven, su imagen suele considerarse patética,
reveladora de la incapacidad femenina para percibir el ridículo al que se
expone.