Virgina Woolf |
Si la
mujer no hubiera existido más que en las obras escritas por los hombres, se la
imaginaría uno como persona importantísima, polifacética: heroica y mezquina,
espléndida y sórdida, infinitamente hermosa y horrible a más no poder, tan
grande como el hombre, más según algunos. Pero esta es la mujer de la
literatura. En la realidad (…) la encerraban bajo llave, le pegaban y la
zarandeaban por la habitación. (Virginia Woolf: Un cuarto propio)
Lectores de la prensa popular, auditores de
radio, espectadores del cine y la televisión, no se limitan a consumir pasivamente
los mensajes que los medios les ofrecen. Ellos demandan ciertos contenidos
triviales, sin duda, míticos, acordes con la mentalidad dominante en la
sociedad, que de no serles suministrados de acuerdo a sus expectativas y con
regularidad, tal como sucede con los adictos, los convierten en los más
decididos adversarios de los medios, que dejan de consumirlos y arruinan el proyecto
mercantil que da sentido a su existencia.
Las mujeres de fines del siglo XIX, poco
importaba que sufrieran de sobrepeso. Se introducían en algún elaborado corsé
reforzado con ballenitas, capaz de alzar pechos que se hubieran desplomado por
la lactancia de los hijos, moderar la curva de las caderas y crear cinturas
donde había un abdomen prominente. ¿Sufrían durante el proceso? No quedan
muchas dudas. Apenas podían respirar cuando se sentaban. La circulación
sanguínea y la digestión se alteraban, pero habían conseguido la imagen de
reloj de arena que los dibujantes de modas presentaban en las revistas y eran
el sumun de la belleza femenina.
Donald Trump entre Ivanka y Melania |
Un ídolo del cine mudo, Rodolfo Valentino,
debió oír la demanda de millones de admiradoras en los años ´20, cuando aceptó
casarse con él una actriz poco conocida, Jean Acker, que no tardó en
divorciarse. Él volvió intentarlo con la coreógrafa y vestuarista Natasha
Rambova, que probablemente utilizaba al galán más deseado de entonces, para
encubrir sus relaciones lésbicas con otra actriz, Alla Nazimova. ¿Suena
sórdido? Tal vez convenga pensarlo más como una laboriosa operación
publicitaria, destinada a tapar el sol con un dedo. Una bella esposa
garantizaba ante la opinión pública que Valentino no era más un inmigrante
obligado a desempeñarse como gigoló,
según se lo recordaba en los salones de baile de New York, que solo frecuentaba
a damas que podían pagar por sus favores, ni lo que resultaba todavía más
inadecuado para su imagen pública, que tampoco era un homosexual.
Las
mujeres no están enamoradas de mí, sino de mi imagen en la pantalla. No soy más
que el lienzo en el que las mujeres pintan sus sueños. (Rodolfo Valentino)
Suministrar encantadoras
compañeras para exhibir durante las salidas nocturnas, y luego actuar como
esposas del espectáculo, era una preocupación nada secundaria de los agentes de
RRPP de las compañías productoras que tenían contratados a los actores más
atractivos de Hollywood. La prensa gráfica y radial se encargaba de otorgarle
existencia verosímil a estas figuras decorativas, sonrientes, bien vestidas, capaces
de calmar cualquier duda que surgiera en la masa de admiradoras. Los sueños de
las consumidoras de películas, no podían ser perturbados por ningún dato
discordante.
Joan Crawford |
La
gente fantaseaba acerca de quién era yo o qué era yo; imaginaban que había
llevado la existencia de familiar de una privilegiada, poderosa estrella de cine,
pero yo no tuve nada de eso. (Christina Crawford)
¿Contaba la verdad
Christina, por más que fuera una totalmente opuesta a la imagen pública de su
madre, o solo buscaba aportar datos sensacionalistas a un best seller que de ese modo se aseguraba permanecer durante casi un
año en la lista de las biografías más leídas y ser utilizado como base de un
telefilme? Los testimonios de hijos de otros actores (Bette Davis, Bing Crosby)
se encargaron de suministrar imágenes no menos demoledoras de padres que habían
sido no menos elogiados. La audiencia masiva no repudiaba esas demoliciones
mediáticas. Por lo contrario, disfrutaba tanto esa agresión post mortem como el mito elaborado en
vida.
En la historia de dos
parejas de artistas amigos durante décadas, como al parecer fue el caso de la
prolongada relación de las actrices Janet Gaynor y Mary Martin, de ningún modo
interferida por los esposos que se sucedieron en sus vidas, como el diseñador
Adrian y el productor Paul Gregory, se advierte ese respeto a la opinión
dominante, que permite organizar una existencia marginal, pero estable. Gracias
a las casas vecinas que mantuvieron tanto en los EEUU como en Brasil, y el
acuerdo privado que establecieron entre todos, Gaynor y Martin exhibieran
imágenes intachables y no tuvieron problemas para mantenerse activas en el
ámbito del espectáculo cinematográfico y teatral, sin sufrir los señalamientos
y represalias previsibles de una audiencia poco tolerante respecto de la homosexualidad.
Michael Jackson y Lisa Marie Presley |
No tiene mucho sentido
preguntar por qué se casaron hacia fines del siglo XX el cantante Michael
Jackson y la heredera Lisa Marie Presley. No es un hecho relevante, sino la
evidencia de que el mundo contemporáneo tolera situaciones poco verosímiles
pero atractivas, que reclaman la atención de los medios y suspenden el análisis
de la audiencia masiva. Jackson y Presley aparentaron ser una pareja, no por
mucho tiempo, ni de manera demasiado convincente (la idea de compartir el viaje
de luna de miel con un enano, denuncia la irrealidad extrema del proyecto).
Entré
en un agujero en el que me decía: yo lo salvaré… y era desilusionante. Tenía en
la cabeza la romántica idea de que yo podría salvarlo a él y de que juntos
salvaríamos al mundo. (Lisa Marie Presley)
Si Jackson y Presley querían
organizar una imagen impactante, capaz de ocupar las pantallas de la televisión
de todo el planeta, vender millones de periódicos y discos, lo consiguieron,
pero el envoltorio tan llamativo estaba vacío, era imposible de sostener.
¿Cuán eficaz puede ser en la
actualidad, la invención de una imagen, que sirva para ocultar situaciones
conflictivas, que el mito de un personaje público no tolera? La ceremonia del enamoramiento
y el matrimonio de dos figuras públicas suministra un espectáculo capaz de
alentar el fantaseo de hombres y mujeres de todas las edades. Se trata de un
esquema de cuento de hadas, improbable pero deseado por quienes lo consumen.
Marlene Dietrich |
La vejez y la enfermedad, en
cambio, no son situaciones bien recibidas por la audiencia masiva. Los ídolos
pueden morir, porque entonces se los homenajea y quedan fijados en la memoria
colectiva, en la plenitud de su imagen mítica, pero el espectáculo rutinario de
su deterioro se convierte en una evidencia demasiado cruel, como decidió
Marlene Dietrich, al encerrarse en un departamento de Paris, fuera del alcance
de fotógrafos y periodistas, a los 80 años, negándose a establecer cualquier
otro diálogo con el mundo que no fuera a través del teléfono. El deterioro
irreversible de su imagen mítica, no iba a compartirlo con nadie.
Elizabeth Taylor tardó en
comprender que le convenía ocultar esas evidencias que las enfermedades y el
sobrepeso aceleraron, para no estropear la memoria de su juventud. El caso de
actrices como Geraldine Chaplin, Jacqueline Bisset o Maggie Smith, que no
retocaron sus rostros con botox o cirugías más complejas, demuestra que en el
mundo del espectáculo no hay nada más raro que la aceptación de la verdad (en
este caso, la del envejecimiento inevitable de aquellos que tienen la suerte de
continuar activos en los medios, cuando se supone que hubieran debido
desaparecer, para dar sitio a figuras nuevas).
Greta Garbo madura |
Aquellos personajes públicos
que dejan de generar noticias, se autoexcluyen de la actualidad, y pronto ven
desvanecerse las imágenes que elaboraban los medios y logran finalmente el
descanso que buscan.
Nunca
dije “quiero estar sola”. Solo dije “quiero que me dejen sola”. Hay una gran
diferencia. (Greta Garbo)
Medio siglo después del
ocultamiento fallido de la homosexualidad del galán Rock Hudson, la comediante Ellen
Degeneres optó por develar ante los admiradores de una sitcom familiar su lesbianismo, con consecuencias fatales para la cómoda
relación que había establecido desde hacía varios años con el público. En tres
o cuatro semanas, pasó de ser una figura querida, protagonista de una comedia
de la televisión, para convertirse en una desempleada a la que nadie estaba
dispuesto a recibir en el medio.
Ellen Degeneres y Portia de Rossi |
Tras purgar por algún tiempo
esa condena moral, Degeneres reinició su carrera, sin abjurar de su nuevo
perfil, de lesbiana que se casaba con otra mujer y a pesar de ello podía ser la
buena amiga de todo el mundo. Eso le permitió ser aceptada nuevamente por los
medios y el público, a diferencia de lo que pasó con su ex pareja, Anne Heche,
que se casó y fue madre, después de anunciar que había sido raptada por alienígenas.
Una trayectoria tan contradictoria no permitía recuperar la confianza ingenua
de la que depende una figura pública.
Tenía
todo lo que esperaba, pero no era yo. Así fue que decidí ser honesta acerca de
quién era yo. Era extraño: las personas que me querían por ser divertida, de
repente no les gustaba que yo fuera… yo. (Ellen Degeneres)
Años más tarde, la actriz
Jodie Foster decidió alterar su imagen de madre soltera, sin pareja masculina
conocida, delante de millones de testigos, al informar que era lesbiana desde
siempre, durante un homenaje que se le brindó en el curso de una ceremonia de
entrega de premios Oscar. De ese modo, un dato que hasta entonces circulaba off the record, pasó a oficializarse de
manera definitiva e instantánea. ¿Quedaba algo por averiguar después de un dato
tan breve y contundente?
Cuando ya no queda nada nuevo que pueda revelarse respecto
de una figura pública, ante una audiencia ávida de escándalos, los medios se
apartan de ella, en busca de otros personajes cuya explotación prometa ser más
rentable. La mitología efímera de los medios masivos, es el homenaje que una
realidad (por lo general, decepcionante) rinde a las expectativas de excitación
desmedidas que alimentan sus consumidores. ¡Qué árida la verdad, cuando es
efectiva, por difícil que sea manifestarla!
En los años `80, “salir del closet” era una consigna de los
homosexuales que atemorizaba a muchas figuras públicas, tal como la confesión
haber sido víctima de violencia durante la infancia, una generación más tarde. ¿Cómo
volver atrás después de haber dado ese paso? ¿La verdad no destruirá para
siempre, una construcción que puede haber sido falsa, pero que ha costado tanto
elaborar? Con el tiempo, ninguna de estas preocupaciones parece tener sentido. La
proliferación de equipamiento capaz de registrar imágenes y sonidos se ha
revelado ideal para mostrar a personajes célebres o desconocidos en actividades
que hubieran debido ser privadas, por incómodas, y que en la actualidad no
tardan en estar en Facebook o You Tube, disponibles para el disfrute de millones
de usuarios.
Las imágenes de la gente se construyen de un día para el otro
y con la misma facilidad no tardan en alterarse, para dar espacio a nuevas
imágenes que desarrollan o contradicen a las anteriores. Las periódicas
ceremonias de demolición de figuras mitológicas que brindan los medios en la
actualidad, revelan que la lógica interna de la industria cultural ha impuesto
el ascenso y también la caída de los personajes que ella utiliza en su
discurso, y pasan a convertirse en rehenes de una explotación que vuelve cada
vez más peligroso cualquier intento de ascender al Olimpo de la fama.
A la gloria de los más famosos
se adscribe siempre algo de la miopía de los admiradores. (Georg Lichtenberg)