sábado, 25 de julio de 2015

MUJERES EXHIBIDAS Y OCULTADAS


Magic Mike
La exhibición de los cuerpos de hombres poco vestidos no es habitual. Si bien se daba en los juegos deportivos de la Antigüedad y los tiempos modernos, llega a imponerse durante los últimos años en espectáculos de strip tease mitificados en las despedidas de solteras y el filme Magic Mike, lo más probable es que los hombres se exhiban vestidos (incluso revestidos) de ropas, ornamentos y protecciones que suministran una imagen capaz de imponer distancia y en más de un caso temor a los observadores.
Con las mujeres es diferente. Las mujeres son encaradas como reproductoras u objetos del deseo masculino. Por lo tanto ellas se exhiben en ciertas ocasiones y se ocultan en otras, de acuerdo a lo que exigen los hombres. Mientras las mujeres reproductoras se resguardan de otras miradas masculinas que no sean las de quienes las consideran suyas, para evitar cualquier sospecha respecto de la paternidad de su prole, hay otras, cuya principal función es suministrar placer. Ellas se exhiben, tomando todos los recaudos para no ser ignoradas y convierten esa actividad en un arte.
Gypsy Rose Lee
El striptease es un género menor y a pesar de ello tradicional de las artes escénicas: una bella mujer se desviste lentamente, al ritmo de la música, sin tomarse el trabajo de convertirlo en danza, prometiendo una desnudez que se demora y probablemente nunca se completa. ¿Hace falta algo más para concentrar la atención de una audiencia masculina? Una famosa cultora del strip tease describe la débil frontera que para ella diferenciaba la exhibición lisa y llana, del espectáculo:

Yo no estaba desnuda, porque estaba completamente cubierta por una luz azulada. (Gypsy Rose Lee)

Dita von Teese
Dita von Teese ha organizado una prolongada carrera basada en la evocación de distintas formas de desnudarse en el escenario. Lejos de hacerlo como cualquier bailarina de un barato bar topless, que entretiene a su clientela alcoholizada mediante la exhibición pública de atributos femeninos que ellos probablemente pueden ver en sus hogares (aunque no siempre de la misma calidad, ni con tanta comodidad), von Teese agrega la nostalgia del teatro burlesque y el cine de Hollywood de los años ´40, recuperando formatos tradicionales de un arte que no suele ser apreciado como tal. Utiliza luces de colores, encajes y transparencias, abanicos de grandes plumas, que solo permiten adivinar su cuerpo, grandes copas de champagne en la que se baña, etc.

No creo que nada de lo que he hecho y hago sea solamente para seducir a los hombres; ha sido para tener confianza en mí. (…) Lo que presento en mi espectáculo (…) va en contra de todos los estándares actuales de la belleza. Y eso es lo que creo que llama la atención de las mujeres, se ve como algo que se puede obtener, que es factible ser. (Dita von Teese)

De nuevo, como en el caso de Gypsy Rose Lee, que fuera del mundo del espectáculo prefería mostrarse con anteojos, leyendo libros y dialogando con intelectuales, von Teese se preocupa de otorgar dignidad a un espectáculo que no existiría sin la motivación sexual implícita en quienes lo ofrecen y quienes lo observan.
Los números de cabaret que exhiben mujeres casi desnudas (una especialidad del Crazy Horse de Paris desde hace seis décadas) no son invenciones de la modernidad. En un ambiente de costumbres tan relajadas como las del Imperio Romano, Marco Valerio Marcial describía hacia el comienzo de la era cristiana las danzas obscenas de las mujeres hispanas:

Las mozas de la licenciosa Cádiz harán vibrar en un prurito sin fin sus lascivas caderas con un temblor estudiado. (Marcial: Epigramas)

Teodora Emperatriz
Las actrices de la época no escatimaban recursos para seducir a su audiencia. Podían incluir en sus actuaciones animales que les arrancaban las ropas o gansos que picoteaban granos estratégicamente dispuestos sobre el cuerpo desnudo, como Procopio de Cesarea cuenta que se presentaba Teodora, antes de hacer un matrimonio afortunado con Justiniano y convertirse en Emperatriz de Bizancio..

Ella era la clase de comediante que encanta a la audiencia dejándose abofetear y le hace partirse de risa levantando sus faldas y enseñando a los espectadores esos secretos femeninos que la costumbre aparta de los ojos del sexo opuesto. (…) No esperaba ser solicitada, sino al contrario, con gesto incitadores y cómicos movimientos de sus faldas se ofrecía a todos. (Procopio: Historia Secreta)

El espectáculo público no pasaba de ser una forma de atraer clientes que pagaban por los favores de las artistas después de concluido el espectáculo. Ser actriz y prostituta era lo mismo. Los actores fueron excomulgadas por el nuevo culto cristiano, cuando se convirtió en religión oficial del Imperio Romano.  
Capitel iglesia medieval

Quebrantan sus cuerpos, saltan y giran, doblando sus cuerpos, torciendo los ojos y la boca, hacen otros gestos malvados y villanías de amor torpe y sucio, como suelen algunos; parecen que se les han quebrado los miembros, porque así los menean, como si estuvieran descoyuntados. (Martín Pérez: Libro de las Confesiones, 1316)

Ir al teatro o al circo donde se ofrecían estos espectáculos lascivos, era exponerse a ser seducido por el Demonio y condenarse por la eternidad a las penas del Infierno. Una de las danzas tradicionales de los artistas de feria del Medioevo, incluía arquear el cuerpo hacia atrás, hasta que los cabellos sueltos tocaban el suelo y dar saltos mortales hacia atrás, con largas faldas, que dejaban al descubierto (fugazmente) sus partes pudendas.
Cancán siglo XIX
Varios siglos más tarde, el cancán, un baile acrobático que inicialmente fue de parejas y derivó a espectáculo de grupos de bailarinas, entusiasmó a los espectadores del siglo XIX en Francia. Prometía lo mismo: un atisbo del cuerpo femenino, que en la vida cotidiana estaba cubierto por innumerables capas de tela, que rara vez se removían en su totalidad, porque hasta el baño se hacía vestido.

Un ejército de jóvenes muchachas que están allí para bailar este divino alboroto parisino, como su reputación lo exige (…) con elasticidad cuando lanzan su pierna al aire que no deja predecir un flexibilidad moral al menos igual. (Guía de los placeres de Paris, 1898)

La danza oriental de los siete velos alentaba a esperar que una mujer joven se exhibiera, probablemente no desnuda, pero de todos modos despertado la imaginación lujuriosa de los espectadores.
Lola Montez
Lola Montez, bailarina de mediados del siglo XIX, favorita de reyes y artistas, se hizo famosa con una supuesta danza española, que consistía en simular la búsqueda de una pulga que la agredía, pasando de un sitio al otro de su anatomía, con lo que justificaba que se desprendiera de algunas prendas de su vestuario y expusiera por instantes ciertas partes habitualmente ocultas en lugares públicos. Para la imaginación masculina de la época, eso debía bastar para encender el deseo. Con los años, la danza fue cambiando de nombre y de acuerdo a los testigos, la bailarina habría llegado más lejos:

En septiembre de 1855, se exhibió en su fuertemente erótica “danza de la araña” en el Royal Theatre de Melbourne, alzando de tal modo la falda que el público pudo ver que no llevaba ropa interior. Al día siguiente, el periódico Argus denunció que la exhibición había sido altamente ofensiva de la moralidad pública. Las familias respetables dejaron de frecuentar el teatro, que pronto sufrió ingentes pérdidas. (Michael Cannon: Melbourne después de la fiebre del Oro)

Hombres y mujeres se exhiben con el objeto de atraer a sus probables parejas sexuales (casi siempre del otro género, pero también del mismo) y desalentar a posibles competidores que se encuentran en inferioridad de condiciones. Mostrarse en la plenitud de sus formas excita el interés de aquellos que andan en busca de pareja y despierta la idea de emparejarse en quienes hasta entonces no habían pensado en el tema. Algo semejante ocurre en casi todas las especies animales en las que existen géneros diferenciados. ¿Quién se resigna a la soledad, cuando la Naturaleza, suministra la posibilidad de reproducirse, mientras se disfruta intensamente la ceremonia? Machos y hembras, sin embargo, no se exhiben de la misma forma, ni a partir de idéntica relación de fuerzas que les concede el territorio donde ocurre el cortejo.
Pavo real
En el caso de los peces y las aves, los machos suelen ser los individuos más vistosos (como demuestran las plumas del pavo real), mientras que en el caso de los mamíferos (según revelan las cornamentas de los ciervos o el erizamiento de la pelambre de los gatos), los machos se distinguen por su mayor agresividad. Cuando los machos toman la iniciativa, las hembras retroceden a un segundo plano, desde el cual excitan y contemplan la exhibición de fuerza de quienes pretenden tomarlas como parejas.
Entre los humanos, las estrategias de la atracción son más variadas, cambian de acuerdo a las culturas y épocas. La decisión de exhibirse las hembras ante los machos y viceversa, encuentra sus límites en el código del pudor de una determinada sociedad, que puede no estar escrito pero de cualquier modo es muy difícil de desafiar.
Durante el Medioevo europeo, las ropas de los hombres llegaban a ser más exhibicionistas que las femeninas, con sus calzas ajustadas, las braguetas que destacaban el volumen de los genitales, el uso de colores vivos, los sombreros adornados con plumas, etc. Las mujeres, en cambio, ocultaban el pelo, se cubrían casi todo el cuerpo con ropas infladas o disimuladoras de las formas naturales, como las elaboradas por el corsé.
Cuando Dante Alighieri describe en el siglo XIII el atractivo que ejerce su amada Beatrice Portinari, no comparte ninguna descripción visual con el lector, sino una serie de restricciones que ella y él aceptan gustosos.

Tanto gentile e tanto onesta pare / la donna mia quand´ella altrui saluta / ch´ogne lingua devèn tremando muta / e li occhi no l´ardiscon di guardare. / Ella si va, sentendosi guardare / benignamente d´umità vestuta / e par´che si una cosa venuta / dal cel in terra. (Dante Alighieri: La Vita Nuova)

Mujeres medievales
El mayor atractivo femenino del Medioevo (el único admitido socialmente) era ocultarse de la vista de los hombres, reservándose para uno solo, el marido. Sin embargo, cabe preguntar si esta idea era la correcta. Después de la boda, la confianza entre marido y mujer que hoy se da por descontada y resulta obligatoria, tampoco existía. La actividad sexual se consumaba en la oscuridad, entre participantes vestidos con ropajes provistos de estratégicas aberturas y tomando en cuenta un calendario religioso que restringía con distintas razones esas oportunidades (Cuaresma, Adviento y otras fiestas de Guardar). Ante la falta de imágenes estimulantes, la gente se tocaba y se olía con una intensidad que hoy cuesta entender, a diferencia del predominio que ha llegado a adquirir la vista en la cultura contemporánea.
Audiencia papal
En los países islámicos de la actualidad, tal como sucedía en el Medioevo de Occidente o las audiencias del Papa, las mujeres continúan cubiertas por distintas modalidades del velo o hiyab que costumbres ancestrales prescriben para ellas, con el objeto de que sean identificadas como musulmanas y protegerlas del acoso masculino. Mirar sin obstáculos a una mujer, el Corán, es lo mismo que fornicar con los ojos. En ciertos casos, el velo del chador oculta el cabello y el pecho, destacando los ojos, como sucede en Irán. En otros, las mujeres quedan totalmente  cubiertas de pies a cabeza por el burka, como sucede en Afganistán o Yemen.
Nikab islámico
En todos los casos, las ropas deben ser sueltas, en ningún modo trasparentes e impiden distinguir los detalles del cuerpo. La restricción ejercida sobre uno de los géneros, repercute directamente en el otro. Las mujeres son cubiertas, para que los hombres no se exciten demasiado con su visión y la fe se debilite. Los hombres, sin embargo, tampoco gozan de mayor libertad: tienen que dejarse barba y cubrirse la cabeza y los brazos (queda por saber si no es para que tampoco ellas se exciten demasiado al verlos).