Magic Mike |
Con las mujeres es diferente. Las mujeres son encaradas como
reproductoras u objetos del deseo masculino. Por lo tanto ellas se exhiben en
ciertas ocasiones y se ocultan en otras, de acuerdo a lo que exigen los hombres.
Mientras las mujeres reproductoras se resguardan de otras miradas masculinas
que no sean las de quienes las consideran suyas, para evitar cualquier sospecha
respecto de la paternidad de su prole, hay otras, cuya principal función es
suministrar placer. Ellas se exhiben, tomando todos los recaudos para no ser
ignoradas y convierten esa actividad en un arte.
Gypsy Rose Lee |
El striptease es un
género menor y a pesar de ello tradicional de las artes escénicas: una bella
mujer se desviste lentamente, al ritmo de la música, sin tomarse el trabajo de
convertirlo en danza, prometiendo una desnudez que se demora y probablemente
nunca se completa. ¿Hace falta algo más para concentrar la atención de una
audiencia masculina? Una famosa cultora del strip tease describe la débil frontera que para ella diferenciaba
la exhibición lisa y llana, del espectáculo:
Yo no estaba desnuda, porque
estaba completamente cubierta por una luz azulada. (Gypsy Rose Lee)
Dita von Teese |
No creo que nada de lo que he
hecho y hago sea solamente para seducir a los hombres; ha sido para tener
confianza en mí. (…) Lo que presento en mi espectáculo (…) va en contra de
todos los estándares actuales de la belleza. Y eso es lo que creo que llama la
atención de las mujeres, se ve como algo que se puede obtener, que es factible
ser. (Dita von Teese)
De nuevo, como en el caso de Gypsy Rose Lee, que fuera del
mundo del espectáculo prefería mostrarse con anteojos, leyendo libros y
dialogando con intelectuales, von Teese se preocupa de otorgar dignidad a un
espectáculo que no existiría sin la motivación sexual implícita en quienes lo
ofrecen y quienes lo observan.
Los números de cabaret que exhiben mujeres casi desnudas
(una especialidad del Crazy Horse de Paris desde hace seis décadas) no son
invenciones de la modernidad. En un ambiente de costumbres tan relajadas como
las del Imperio Romano, Marco Valerio Marcial describía hacia el comienzo de la
era cristiana las danzas obscenas de las mujeres hispanas:
Las mozas de la licenciosa
Cádiz harán vibrar en un prurito sin fin sus lascivas caderas con un temblor
estudiado. (Marcial: Epigramas)
Teodora Emperatriz |
Ella era la clase de comediante
que encanta a la audiencia dejándose abofetear y le hace partirse de risa
levantando sus faldas y enseñando a los espectadores esos secretos femeninos
que la costumbre aparta de los ojos del sexo opuesto. (…) No esperaba ser
solicitada, sino al contrario, con gesto incitadores y cómicos movimientos de
sus faldas se ofrecía a todos. (Procopio: Historia Secreta)
El espectáculo público no pasaba de ser una forma de atraer
clientes que pagaban por los favores de las artistas después de concluido el
espectáculo. Ser actriz y prostituta era lo mismo. Los actores fueron
excomulgadas por el nuevo culto cristiano, cuando se convirtió en religión
oficial del Imperio Romano.
Capitel iglesia medieval |
Quebrantan sus cuerpos, saltan
y giran, doblando sus cuerpos, torciendo los ojos y la boca, hacen otros gestos
malvados y villanías de amor torpe y sucio, como suelen algunos; parecen que se
les han quebrado los miembros, porque así los menean, como si estuvieran
descoyuntados. (Martín Pérez: Libro de las Confesiones, 1316)
Ir al teatro o al circo donde se ofrecían estos espectáculos
lascivos, era exponerse a ser seducido por el Demonio y condenarse por la
eternidad a las penas del Infierno. Una de las danzas tradicionales de los
artistas de feria del Medioevo, incluía arquear el cuerpo hacia atrás, hasta
que los cabellos sueltos tocaban el suelo y dar saltos mortales hacia atrás,
con largas faldas, que dejaban al descubierto (fugazmente) sus partes pudendas.
Cancán siglo XIX |
Varios siglos más tarde, el cancán, un baile acrobático que
inicialmente fue de parejas y derivó a espectáculo de grupos de bailarinas,
entusiasmó a los espectadores del siglo XIX en Francia. Prometía lo mismo: un
atisbo del cuerpo femenino, que en la vida cotidiana estaba cubierto por innumerables
capas de tela, que rara vez se removían en su totalidad, porque hasta el baño
se hacía vestido.
Un ejército de jóvenes
muchachas que están allí para bailar este divino alboroto parisino, como su
reputación lo exige (…) con elasticidad cuando lanzan su pierna al aire que no
deja predecir un flexibilidad moral al menos igual. (Guía de los placeres de
Paris, 1898)
La danza oriental de los siete velos alentaba a esperar que
una mujer joven se exhibiera, probablemente no desnuda, pero de todos modos
despertado la imaginación lujuriosa de los espectadores.
Lola Montez |
Lola Montez, bailarina de mediados del siglo XIX, favorita
de reyes y artistas, se hizo famosa con una supuesta danza española, que
consistía en simular la búsqueda de una pulga que la agredía, pasando de un
sitio al otro de su anatomía, con lo que justificaba que se desprendiera de
algunas prendas de su vestuario y expusiera por instantes ciertas partes
habitualmente ocultas en lugares públicos. Para la imaginación masculina de la
época, eso debía bastar para encender el deseo. Con los años, la danza fue
cambiando de nombre y de acuerdo a los testigos, la bailarina habría llegado
más lejos:
En septiembre de 1855, se
exhibió en su fuertemente erótica “danza de la araña” en el Royal Theatre de
Melbourne, alzando de tal modo la falda que el público pudo ver que no llevaba
ropa interior. Al día siguiente, el periódico Argus denunció que la exhibición
había sido altamente ofensiva de la moralidad pública. Las familias respetables
dejaron de frecuentar el teatro, que pronto sufrió ingentes pérdidas. (Michael
Cannon: Melbourne después de la fiebre del Oro)
Hombres y mujeres se exhiben con el objeto de atraer a sus
probables parejas sexuales (casi siempre del otro género, pero también del
mismo) y desalentar a posibles competidores que se encuentran en inferioridad
de condiciones. Mostrarse en la plenitud de sus formas excita el interés de
aquellos que andan en busca de pareja y despierta la idea de emparejarse en
quienes hasta entonces no habían pensado en el tema. Algo semejante ocurre en casi
todas las especies animales en las que existen géneros diferenciados. ¿Quién se
resigna a la soledad, cuando la
Naturaleza, suministra la posibilidad de reproducirse,
mientras se disfruta intensamente la ceremonia? Machos y hembras, sin embargo,
no se exhiben de la misma forma, ni a partir de idéntica relación de fuerzas
que les concede el territorio donde ocurre el cortejo.
Pavo real |
En el caso de los peces y las aves, los machos suelen ser los
individuos más vistosos (como demuestran las plumas del pavo real), mientras
que en el caso de los mamíferos (según revelan las cornamentas de los ciervos o
el erizamiento de la pelambre de los gatos), los machos se distinguen por su
mayor agresividad. Cuando los machos toman la iniciativa, las hembras
retroceden a un segundo plano, desde el cual excitan y contemplan la exhibición
de fuerza de quienes pretenden tomarlas como parejas.
Entre los humanos, las estrategias de la atracción son más
variadas, cambian de acuerdo a las culturas y épocas. La decisión de exhibirse las
hembras ante los machos y viceversa, encuentra sus límites en el código del
pudor de una determinada sociedad, que puede no estar escrito pero de cualquier
modo es muy difícil de desafiar.
Durante el Medioevo europeo, las ropas de los hombres
llegaban a ser más exhibicionistas que las femeninas, con sus calzas ajustadas,
las braguetas que destacaban el volumen de los genitales, el uso de colores
vivos, los sombreros adornados con plumas, etc. Las mujeres, en cambio, ocultaban
el pelo, se cubrían casi todo el cuerpo con ropas infladas o disimuladoras de
las formas naturales, como las elaboradas por el corsé.
Cuando Dante Alighieri describe en el siglo XIII el
atractivo que ejerce su amada Beatrice Portinari, no comparte ninguna descripción
visual con el lector, sino una serie de restricciones que ella y él aceptan
gustosos.
Tanto
gentile e tanto onesta pare / la donna mia quand´ella altrui saluta / ch´ogne
lingua devèn tremando muta / e li occhi no l´ardiscon di guardare. / Ella si
va, sentendosi guardare / benignamente d´umità vestuta / e par´che si una cosa
venuta / dal cel in terra. (Dante Alighieri: La
Vita Nuova)
Mujeres medievales |
Audiencia papal |
En los países islámicos de la actualidad, tal como sucedía
en el Medioevo de Occidente o las audiencias del Papa, las mujeres continúan
cubiertas por distintas modalidades del velo o hiyab que costumbres ancestrales prescriben para ellas, con el
objeto de que sean identificadas como musulmanas y protegerlas del acoso
masculino. Mirar sin obstáculos a una mujer, el Corán, es lo mismo que fornicar
con los ojos. En ciertos casos, el velo del chador oculta el cabello y el pecho, destacando los ojos, como sucede
en Irán. En otros, las mujeres quedan totalmente cubiertas de pies a cabeza por el burka, como sucede en Afganistán o
Yemen.
Nikab islámico |
En todos los casos, las ropas deben ser sueltas, en ningún
modo trasparentes e impiden distinguir los detalles del cuerpo. La restricción
ejercida sobre uno de los géneros, repercute directamente en el otro. Las
mujeres son cubiertas, para que los hombres no se exciten demasiado con su
visión y la fe se debilite. Los hombres, sin embargo, tampoco gozan de mayor
libertad: tienen que dejarse barba y cubrirse la cabeza y los brazos (queda por
saber si no es para que tampoco ellas se exciten demasiado al verlos).